Arooj Aftab es una compositora/cantante pakistaní neosufí (es como ella misma se define) y minimalista, nacida en Arabia Saudí en 1985 pero criada en Pakistán, donde vivió de los once a los veinte años, cuando se trasladó a los Estados Unidos para estudiar en el Berklee College Of Music de Boston. Devota de figuras míticas de la tradición pakistaní como Abida Parveen o Nusrat Fateh Ali Khan, así como de figuras occidentales (Ella Fitzgerald, Jeff Buckley o Terry Riley), Aftab trabaja en la experimentación entre la poesía mística antigua, la música clásica del sur de Asia, el jazz, el soul y el ambient electrónico. En sus dos primeros álbumes –“Bird Under Water” (2014) y “Siren Islands” (2018)– su música se mostraba como una refrescante y pacífica fusión de instrumentos del mundo con estilos vocales pakistaníes clásicos contemporáneos –en el primero– y como una aproximación al ambient de inspiración folk –en el segundo–.
El prestigio obtenido hasta ahora la ha convertido en una de las figuras emergentes de la escena alternativa neoyorquina que empieza a coquetear con las “grandes ligas”: el año pasado ya fue invitada a participar en “Antes que el mundo se acabe”, de Residente (como cantante, no en la cadena de besos entre famosos que figuraban en el vídeo). A la hora de preparar su tercer álbum, quiso huir del calificativo de “mística” que la venía acompañando desde su debut y buscar un estilo más tenso y bailable. Sin embargo, durante el proceso de gestación, que arrancó en 2018, se produjeron los fallecimientos de su hermano menor Maher, también cantante, a cuya memoria está dedicado el álbum, y de una amiga íntima, la modelo y periodista pakistaní Annie Ali Khan (un poema suyo, “Saans Lo”, que había enviado por correo electrónico a Arooj ha terminado convirtiéndose en una de las canciones incluidas en “Vulture Prince”), y eso se ha dejado notar en el disco, en el que, sin llegar a situarse en esa órbita más urbana a la que aspiraba, sí se ha producido un cambio en su sonido, que se ha transformado en algo mucho más emotivo y terrenal.
El álbum se abre, curiosamente, con “Baghon Main”, una canción ya incluida en su primer LP (con el título de “Baghon Main Pade Jhoole”), que entonces sonaba de una forma mucho más oscura y sombría, con las notas de un acordeón flotando inquietantes. Arooj ha explicado que la desnuda versión actual de la canción era, en realidad, la original. De hecho, aunque no hay más canciones de las que conociéramos versiones previas, el grueso del disco sí está formado por temas en los que llevaba trabajando desde 2012 y que en su origen habían nacido con sonoridades más orgánicas, estando previsto dotarlas de ropajes más complejos. Pero, como resultado de estos infortunados incidentes, casi todos los temas ya compuestos y arreglados para “Vulture Prince” se volvieron a modificar eliminando casi toda percusión e instrumentos tradicionales pakistaníes e introduciendo violines, sintetizadores ululantes y, sobre todo, arpa, ese instrumento tan poco frecuente. Intimismo y melancolía musicales para abrazar unos textos que rinden homenaje o reinterpretan gazals, poemas musicados de las literaturas árabes, persa, turca y urdu que comenzaron a desarrollarse en el siglo VII y con los que ella creció en su infancia y primera juventud en Arabia y Pakistán. Arooj ha conseguido eludir el tono fúnebre o pesimista, gracias a la claridad de sus arreglos y al tono de su voz, para mostrar algo así como un estado de aceptación de la fatalidad.
Solo una de las canciones, “Last Night”, está cantada en inglés (traducción de un poema del poeta persa del siglo XIII Rumi) y permite atisbar el rumbo por el que podía haber ido el disco de no haberse cruzado la muerte en su camino. Finalizada con aires de reggae, tiene una cadencia rítmica ascendente que remite a la Sade de hace treinta años, pero aunque sea la nota paradójicamente “exótica”, en ningún momento resulta fuera de lugar. ∎
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