Álbum

Banda de Juan Perro

LibertadLa Huella Sonora, 2022

05. 04. 2022

Cuando Santiago Auserón decidió matar la gallina de los huevos de oro, léase Radio Futura, muchos lo vieron como un gran error. Pero tenía todo el derecho a seguir su propio camino y, si bien el tiempo ha dado la razón a quienes se rasgaron las vestiduras –al menos a nivel de éxito–, no se puede negar que su carrera como Juan Perro ha sido coherente con su filosofía vital, esa que le mueve a buscar un nexo de unión entre las músicas de ida y vuelta; entre la canción de autor autóctona y los sonidos de allende los mares, esos que emanan de su amada Cuba y de los efluvios afroamericanos de más al norte.

Aunque escuchando el pulso funk de la nueva “Extraños deseos”, su manera de cantarla y una letra que dice que “los deseos son extraños”, se hace evidente la conexión con los Radio Futura de “El puente azul”, pero ahora son el saxo de Gabriel Amargant y la trompeta de David Pastor quienes rompen la pana, sin olvidar la guitarra del que fue su mano derecha Joan Vinyals, fallecido el pasado 4 de enero, poco después de la grabación. El título de la rockera “La ley del camino” también hace pensar en “La ley del desierto / La ley del mar” (1984), y su letra, en la que se repite la palabra “tocar”, remite a “No tocarte”, pero la similitud de las palabras se aplaca con las florituras jazzísticas de los vientos, el scat final y un torrente guitarrero. Los puntuales guiños al rock-blues de la vieja escuela resultan algo estentóreos en el computo global del sonido.

El tono jazzístico invade “Magnolia”, un primor de swing que permite paladear la poesía de un Auserón a lo crooner latino: “Déjame que pruebe / A decir como es tu olor / Es un delirio de abejas / Aseo de diosa  / Con agua y jabón / Cuando te marchitas / Me pregunto yo /  Si aún es más hermoso / Ese nuevo color”. Otra dosis de swing la ofrece “Collar de cuentas”, que impele al chasquear de dedos entre fraseos de vientos que retrotraen a Nueva Orleans.

Ni que decir tiene que se siente como pez en el agua en la aproximación al son que supone “Quemando caña”, en el más puro estilo Juan Perro, con cita a La Habana, una erudición antropológica a lo Fernando Ortiz –“Y entre la caña / Brilla mi yesquero (...) No eres congo ni abakuá (...) Soy cimarrón del palenque”– y un extraño efecto al final de comerse las palabras entre vientos y guitarra culebreando. Y como un cóctel de canción, bolero y chachachá, batido con parsimonia, discurre la breve “La última rosa”: “En la selva de ceniza / Y carbón”.

El apartado canción-rock lo cubren “Gibara” –homenaje a la idílica ciudad costera cubana entre guajiros, soneros, trovadores y tragos– y “La noticia”, un medio tiempo narrativo cuya opulencia guitarrera, en exceso melodramática, es compensada por una buena melodía y otra letra marca de la casa: “Las ruinas del antiguo orgullo humano / Son un abismo de desechos, nada más”. La balada “El sueño” le permite lucirse a la voz entre un colchón de metales. El final, “La libertad”, un blues carcelero, como él mismo lo define, con un guiño al “Sixteen Tons”, evidencia que se siente muy cómodo en terreno conocido, lo cual es como decir que difícilmente añadirá nuevos seguidores a los ya convencidos con su propuesta. ∎

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