Bajo
Suscripción
Los londinenses black midi suben la apuesta. Se apuntan al órdago. Se marcan un envite que obliga a consultar de nuevo su edad y después frotarse los ojos. Apenas rebasan los veinte años, son plena generación Z. Su versátil vocalista, Geordie Greep, tiene 22. La bestia parda que tienen por batería, Morgan Simpson, solo 20. Pero el torrencial horror vacui que supone este tercer álbum (en cuatro años) apabulla tanto que ya no admite que se les subsuma en el socorrido cajón de sastre del nuevo post-punk británico. Que también es lícito por ética, estética y algo de su metodología, ojo.
“Hellfire” es un abrasivo totum revolutum concebido en modo de ópera rock. Ambientado en cómo sonaría el futuro: año 2163, si hemos de guiarnos por el jazz demencial de “Sugar/Tzu”. Incómodo de escuchar en primera instancia (desde luego, no es de los de mullida sobremesa en el sofá ni de apacible atardecer veraniego), pero a la vez fascinante, por lo mucho que refleja el esquizoide ritmo de la posmodernidad y de un mundo como este que maltratamos a diario, al borde de una distopía que seguramente deje en pañales a la propia ficción. Es un disco de personalidad múltiple, que no otorga ni un segundo de respiro. Y que confirma la enorme pericia instrumental y vasta cultura musical de sus responsables.
La confirmación de una propuesta recargada, enfática, resbaladiza, juguetona y omnívora, que se alimenta de cualquier estilo de música con guitarras que podamos imaginar. “Eat Men Eat” arranca como un folk con giros hispanos a lo Love para derivar en un griterío post-hardcore. “Welcome To Hell” suena a funk-rock fundido con Madness y luego con metal atroz. “The Race Is About To Begin” mezcla cabaret y rock progresivo tras un interludio (“Half Time”) que samplea uno de los monólogos radiofónicos de “Haz lo que debas” (Spike Lee, 1989), el que alude al personaje de Radio Raheem, lo que, unido al título del álbum y a la inédita ola de calor que sufre el Reino Unido, ha hecho pensar a algunas mentes suspicaces que su música tiene oscuras cualidades proféticas. “Still” es folk-jazz como ningún adepto al estilo haría. “27 Seven Questions” funde apocalipsis prog-rock con la estela de los musicales de Broadway. Y “The Defence” muestra a Greep con el traje de imponente crooner, con la solvencia de cualquier veterano.
Es una locura, en resumen. Ejecutada a la velocidad del trueno. Con una hiperactividad enfermiza. Con un ácido filtro de la realidad. Con un cáustico sentido del humor. Y con un talento (muy) poco común. ∎
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