Microgeografía y éxodo. Mutación y alteración. Noche y niebla. Diáspora y futuro. Hielo y zombis. Reencarnación y humo. 2006: el dubstep metió los dedos en el volcán jamaicano y ofreció erupciones de lava regeneradora. Los largos de Kode9, Skream, Various Production,
Burial y Milanese dieron al género las pistas necesarias para que los neófitos pudieran descender a los sótanos del
underground británico sin miedo a perderse en las ramificaciones incontables de los subestilos. Discos importantes y significativos para rotular los contornos de un sonido que fluye hacia distintas direcciones a partir del río sagrado del dub jamacaino. Hubo consenso en adjudicar la victoria al debut homónimo de Burial, un artista que maneja el misterio y juega al despiste, que jamás actúa en público y que se niega a ser fotografiado. Su música habla, sin apenas referentes gráficos, de paisajes calcinados y de noches perpetuas, de neones sulfurosos y de carrocerías cromadas. De esos instantes suspendidos donde el miedo se desata y deja los músculos dormidos en un paréntesis que bascula a cámara lenta entre la vida y la muerte. Música urbana sellando el aliento de carreteras quemadas y de ojos vacíos.
Apocalypse now. Derivaciones de la tradición alterando el ADN de los últimos crucigramas inventados en los almacenes anónimos del sur de Londres. Voces de ultratumba emitiendo plegarias fragmentadas desde cápsulas selladas.
La leyenda aclara que
“Burial” (2006) tardó seis años en completarse, más de un lustro de ecuaciones de dub digital buscando concretar el sonido exacto para acompañar el bajón psíquico de la alienación. Las deudas eran patentes –en la música no hay hijos sin padres; ya no–, pero ese disco hablaba de lo inevitable con una caligrafía nueva. Un misterio tóxico entregado por un emisario del lado oscuro. Podía haber quedado como una de esas obras sin continuación y su mito habría ido aumentado año tras año. Lo hará, pero ya no está sola:
“Untrue” recoge el testigo y agranda la sombra del
dubstepper sin nombre. Mucho menos tiempo en su elaboración, el mismo aire viciado y melancólico, otro gigantesco mecano de minimalismo crujiente, de lírica cavernosa, de versos sincopados respirando ritmos de daga oxidada. “Untrue” explora los mismos jardines radioactivos de “Burial”, pero quiere detenerse en las plantas más hipnóticas, estruja el poder de la voz –femenina, asexuada– y la coloca, fragmentada, en el desarrollo de un
soundtrack que lee los mandamientos del 2-step y el UK garage sin dogmas ni obediencia ciega. “Untrue” es el álbum que ya nunca jamás podrán entregar Massive Attack ni Tricky, un disco de hoy y para siempre cuyo misterio florece al mismo tiempo que intenta desentrañarse. La caverna del drum y el bass infestada por el insomnio de un creador deslizándose en el caudal puro del sonido. Sonido seco y flotante –esas cuerdas–, elástico y tribal, sofocante y tierno. La síncopa mágica deslumbrada por el oro del arca de Lee Perry y Basic Channel, de Kingston y Detroit, de King Tubby y Berlín, del Caribe y del más allá.
Es, de nuevo, una lección de cómo enfrentarse hoy al arte de la canción –
“Archangel”,
“Ghost Hardware”,
“Raver”– desde unos presupuestos capaces de dotar de otro significado a términos como soul. Masajes para el alma en habitaciones sin luz, sin aire. La belleza de un sueño delicado corrompida por el virus de la implacable verdad. Burial: la soledad era esto.
Más ortodoxo pero no menos recomendable es el largo de debut de
Disrupt, nombre bajo el cual opera el alemán Jan Gleichmar, pope del DLR (Digital Laptop Reggae) desde su
netlabel Jahtari. El de Liepzig abre
“Foundation Bit” –que es, básicamente, una compilación de sus entregas vía internet o en vinilo muy limitado– con un título que no deja espacio para la duda,
“Tubby Rom Module”, tarjeta de presentación de una particular Jamaica de ciencia ficción invadida por
nerds alimentados con vinilos de Black Ark y Studio One. Aquí hay toneladas de dub digital resplandeciente y gordo,
dreadlocks sintéticos y humaredas de laboratorio, guiños a los Orb de “Towers Of Dub” y a John Carpenter, a los
creators y a la “santidad” imperial de Selassie. Las raíces del cáñamo transmutadas en circuitos de fibra digital. Los bajos retumban con el impoluto brillo del último microchip y los efectos electrónicos disparan desde la pantalla final del próximo videojuego. Consolas y ganga, ragga y monitores de cristal líquido, vientos retro y
toasters anónimos, bandas sonoras y ambient dopado. Algo así como Pole sin restricciones intelectuales o Maurizio fuera de su cámara criónica.
“Foundation Bit” es sol y postales de color, sudor. “Untrue” es sudor frío, luna y noche. Dos flechas de tiempo clavando firme en la diana de 2007.
Echo power! ∎