Media hora de indie pop directo, sin relleno y contundente: así es el segundo trabajo de Cariño, que después de cuatro años de silencio vuelven a poner los puntos sobre las íes a algunas de las ideas que planteaban en “Movidas” (2018), su mini-LP de debut. Mejores canciones, mejor sonido y la sensación de que el trío tiene las cosas muy claras.

Habría sido fácil que tras un patrón largo, y después de la fuerza con la que debutó el trío, algunas ideas se diluyeran. No olvidemos no solo la legión de fans incondicionales que tienen, sino el ruido que hizo su irreverente versión del “Llorando en la limo” de Tangana, la invitación a actuar en Coachella (¡con un solo trabajo publicado!) o que el primer vinilo del grupo se haya convertido en pieza de coleccionista que alcanza los 150 dólares en Discogs. Pero, con la pandemia, la carrera del grupo se paró en seco y todas las fechas que tenían cerradas se cancelaron, como Alicia Ros, Paola Rivero y María Talaverano contaban hace poco a Diego Rubio en estas páginas. Afortunadamente, en vez de dedicarse a hacer directos por internet, optaron por ponerse a grabar aprovechando el parón, cada una desde su casa y con un tiempo que hasta entonces no habían tenido. Pese a que el trío ha trabajado en “CARIÑO” durante casi dos años, con algunas canciones escritas antes de la pandemia y otras durante el confinamiento, llama la atención lo cohesionado que suena el álbum. Habría sido fácil que durante el proceso su sonido hubiera cambiado o que algunos temas sonaran desparejados, pero en realidad desprende esa energía de un disco grabado casi del tirón o incluso en un concierto. También llama mucho la atención lo pulido y madurado (en el buen sentido) del sonido: allí donde antes se veían buenas ideas pero algo de amateurismo, ahora se ve un importante salto cualitativo.

“CARIÑO” lo conforma un puñado de canciones redondas de letras sencillas (amoríos, fiestas o la ya tan de moda incompatibilidad astral) que recogen el testigo de grupos como Los Fresones Rebeldes, Los Punsetes o Nosoträsh. Además de los singles que fueron avanzando antes de la salida del álbum (“si quieres” o ese aspirante a himno de power pop que es “llorando en la acera”), el álbum tiene grandes momentos como “antes”, “tamagotchi” (en la que los teclados roban protagonismo a guitarra y bajo) o “lo que te quiero”. En canciones como “la habitación” o “soy una perra” (coescrita con Juan Pedrayes de Carolina Durante, que también ha producido el álbum) suenan mucho más energéticas, alejándose de la etiqueta de tontipop que a menudo se recupera para referirse a su música. En “bonus trap”, que cierra el disco, se atreven incluso con un reguetón que no está mal como anécdota, pero que, seamos honestas, no es lo suyo. Donde se lucen de verdad es en ese pop aparentemente sencillo pero sin falla. Incluso cuando bajan el ritmo y se marcan una balada (“algo ha cambiado”) es imposible no rendirse a la música del trío. ∎