Dirty Three, el trío australiano de post-rock instrumental, acerado, impresionista, a veces melancólico, sobrevivió al papel protagonista que adquirió uno de sus miembros, Warren Ellis, en las filas de los Bad Seeds de Nick Cave. Ellis empezó a tocar con Cave en 1995, tres años después de las primeras actuaciones de Dirty Three capturadas en “Sad & Dangerous” (1995), y uno después del primer disco en estudio del terceto, “Dirty Three” (1994). La importancia que adquirió poco a poco en el engranaje sonoro de Cave no fue impedimento para que Ellis, el guitarrista Mick Turner y el batería Jim White continuaran activos y grabaran un puñado de excelentes álbumes, doce en total si incluimos el registrado a medias con Low, el número 7 de la serie “In The Fishtank” (2001).
Pero Ellis no es uno más de los Bad Seeds; es el brazo derecho (e izquierdo) de Cave, alguien absolutamente indispensable en la obra del ex Birthday Party. De ahí que Dirty Three, por convicción o necesidad (de Ellis) se tomaran más de una década sabática: su último disco, “Toward The Low Sun”, apareció en 2012. Nada parece haber cambiado en su paisajística sonora tan precisa (y reconocible) a tenor de los seis temas que componen “Love Changes Everything”, un título de resonancias caveianas. No son piezas autónomas, sino las seis partes del tema que da nombre al disco.
Con precisión quirúrgica, aunque suenen tan libres, como en una prolongada jam session sin cortes, con capturas en una sola sesión de grabación como en tantos discos de jazz, el trío plantea su rock ondulante y nocturno alumbrado de vez en cuando por los toques más rurales que campestres del violín de Ellis, quien se desdobla al piano en algunos fragmentos y no cuenta para la ocasión con su arsenal de teclados y loops. Todo es más desnudo en Dirty Three, una banda analógica. Si bien Ellis ha probado aventuras en solitario en formato de música para cine (además de sus grabaciones con Cave y con Marianne Faithfull) y White ha secundado a Mark Kozelek, entre otros músicos, y realizado probaturas minimalistas en el seno de Xylouris White (mano a mano con George Xylouris), Turner es quien, con sus cuatro discos –“Tren Phantasma” (1997), “Marlan Rosa” (1999), “Moth” (2002) y “Don’t Tell The River” (2013), básicamente de guitarra y efectos menos el último–, más se ha aproximado a lo que hacen Dirty Three. Que sea el ilustrador de las portadas de sus álbumes y de los del grupo refuerza esa sensación de continuidad o prolongación de que unos se mezclan con los otros, así como la presencia de la violinista Jessica Billey en el segundo.
Con todo, las seis cuerdas eléctricas de Turner se muestran aquí más comedidas, espaciadas, atmosféricas, llenando por momentos los espacios que cruza el bello y afligido violín, el Warren’s lament, como se titulaba una de las piezas de “Horse Stories” (1996). Las percusiones de White son delicadas, sigilosas, lejanas y envolventes. Cuando en un tema (la quinta parte) el violín nos sumerge en el estadio de un wéstern, firmado, pongamos por caso, por John Hillcoat, y todo parece funcionar según lo dispuesto, la batería se torna de repente más agresiva y el rasgueo de guitarra nos hace huir de esa sensación de plenitud de un paisaje westerniano. Son los momentos en los que la calma se torna tensa, y la tensión se vuelve abrupta, aunque estemos ante un disco de líneas frágiles, quebradizas y tristes. Otra composición de “Horse Stories” llevaba por título “I Remember A Time When Once You Used To Love Me”. De la nostalgia de un tiempo en el que se esfumó el amor a la convicción actual de que el amor lo cambia todo. ∎
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