Hay algo en la banda canadiense Godspeed You! Black Emperor que nos remite a la machacona y catártica insistencia ritual de Swans o a los agobiantes drones de Sunn O))), pero siempre fue una falsa alarma. Convengamos en que lo de post-rock sí se adecúa a sus intenciones musicales, sin olvidarnos de que el numeroso grupo (eran cuatro cuando surgieron, en 1994; ahora son diez, pero han llegado a ser hasta doce) siempre ha tenido algo que los emparentaba con Pink Floyd: su espíritu es punk, pero sus maneras no lo son tanto. Y su espíritu punk hay que rastrearlo en los textos que acompañan sus álbumes, ya que sus temas, en ocasiones muy extensos, son instrumentales y no siempre dan pistas claras en sus títulos.
Con una trayectoria no muy extensa pero fructífera en proyectos paralelos (desde Thee Silver Mt. Zion Memorial Orchestra a Fly Pan Am o Set Fires To Flames, entre otros muchos nombres) “G_d’s Pee AT STATE’S END!” es su séptimo álbum de estudio. Para este disco, en su Bandcamp (no tienen web propia) explican que el álbum se escribió en la carretera, antes del confinamiento por la pandemia, pero se grabó el pasado otoño, ya con mascarillas, “distanciados, al principio de la segunda ola”. Ahí denuncian el estado de miedo invocado por los pastores evangélicos del Apocalipsis y el estado de vigilancia al que nos vemos todos sometidos –el título de su primer tema largo (veinte minutos en su Bandcamp, convertido en cuatro suites de entre dos y ocho minutos en Spotify) es “A Military Alphabet (Five Eyes All Blind) (4521.0kHz 6730.0kHz 4109.09kHz)”: “El alfabeto militar (cinco ojos, todos ciegos)”–. Aseguran que el disco es “sobre nosotros esperando el final”, y las campanas que suenan al final de “GOVERNMENT CAME / Cliffs Gaze / Cliffs’ Gaze At Empty Waters’ Rise / ASHES TO SEA Or NEARER TO THEE” (que en su Bandcamp dura veinte minutos y en Spotify se presenta en dos temas, uno de once minutos y otro de ocho) nos dicen que así es.
“Estos son tiempos de muerte”, advierten, después de haber lanzado sus demandas para un nuevo principio: 1) vaciar las cárceles; 2) quitarle el poder a la policía y dárselo a las comunidades a las que aterrorizan; 3) acabar con las guerras eternas y todas las restantes formas de imperialismo, y 4) gravar con impuestos a los ricos hasta empobrecerlos.
El modo de transmitir ese mensaje instrumental son sus característicos riffs lentos, que surgen como susurros y terminan en fabulosos crescendos que nunca llegan a cacofónicos: ira y miedo evocados a través de una forma refinada de rock de cámara instrumental, cuya rabia resulta aún más poderosa por no tener voz.
Los dos momentos más relajados del álbum son los dos más cortos: los casi seis de hermosa psicodelia fúnebre de “Fire At Static Valley”, que (lo digo como halago) podría haber formado parte de “Así duele un verano” (1998), imprescindible álbum de nuestros Migala; y los seis y medio de “OUR SIDE HAS TO WIN (For D.H.)”, de calma casi ambient. Las circunstancias de su creación y su escucha se convierten, quizá, en la experiencia más mística de toda su discografía (y en uno de los “discos de pandemia” más interesantes y que más empuja a la reflexión de los surgidos en los últimos y distópicos meses). ∎
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