Iceage ha ido alejándose poco a poco de la corrosiva retórica noise-punk que se impuso en “New Brigade” (2010) y “You’re Nothing” (2013). Aquellos discos jovencísimos y urgentes, cercanos a la combustión espontánea, armaron jaleo pero apenas dejaron rastro. Costaba fijar alguna canción en la memoria a largo plazo. O sumarse al brindis generalizado por un repertorio con más pirotecnia que sustancia. En “Plowing Into The Field Of Love” (2014) relajaron los tempos, ampliaron el espacio narrativo y asumieron nuevas soluciones instrumentales. Pero el cambio de rumbo se tradujo en deriva hasta que “Beyondless” (2018) situó al grupo en los rieles de un discurso mucho más apetecible y enfocado.
“Seek Shelter” profundiza en ese proceso de apertura genérica y maduración compositiva. Los de Copenhague han interiorizado la esencia de cada partitura para atender sus demandas básicas o para explayarse en los detalles siempre que es necesario. Eso les permite integrar influjos muy variados en una obra sólida que por fin apetece escuchar del tirón, con la voz del cantante y letrista Elias Bender Rønnenfelt encontrando un tono –aproximación en lugar de alienación– que hasta ahora le había sido esquivo.
La aportación del productor Peter Kember (Sonic Boom), uno de los fundadores de Spacemen 3, se antoja crucial en este proceso de fijación y cohesión, aunque resulta curioso que varios pasajes del álbum suenen más floating in space que playing with fire. Es el caso de “Vendetta”, equilibrando rabia contenida con un acertado aderezo de metales. También el de la delicada “Love Kills Slowly”, a la que suman cuerdas y los coros de Lisboa Gospel Collective mientras Rønnenfelt reflexiona sobre el amor como fuerza redentora. O el de “Dear Saint Cecilia”, con su gozosa acumulación de guitarras y la alentadora interpretación del líder, moviéndose en coordenadas de eucaristía eléctrica y celebración de un espacio común en el que los acordes prevalecen sobre los desacuerdos.
El quinto álbum de los daneses se articula con dos piezas centrales de muy distinta naturaleza. El romanticismo agridulce de la trotona “Drink Rain” cede el paso a la sorprendente “Gold City”, que es casi heartland rock. Y está ligado por un diseño sonoro que realza expresiones e intenciones. Pero lo más importante de todo es que por fin tenemos unas cuantas canciones –ojo a la apertura con “Shelter Song” y la irresistible “High & Hurt”– capaces de asirse a nuestros recuerdos. ∎
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