Jane Weaver ha trazado un camino virtuoso que conduce a las afueras de la industria, pero su obra nos toca bien dentro desde hace mucho tiempo. La cantante, compositora y multinstrumentista de Liverpool lleva algo más de media vida –cumplirá 50 el año que viene– construyendo un discurso en sutil mutación que se nutre de lenguajes como el folk etéreo, la electrónica vintage, el rock ácido, la motórika germana o el score de carácter ambiental. Su potente personalidad artística, el discreto encanto de una voz siempre versátil y la determinación con que ha administrado su singular carrera –en solitario, con Fenella, al frente de Misty Dixon o en colaboraciones de muy diverso cariz– invitan a reconsiderar aportaciones tan valiosas como “Cherlokalate” (2007), “The Silver Globe” (2014) o “Modern Kosmology” (2017), puntales de una discografía tan amplia como elocuente.
En “Flock”, Weaver realiza un sorprendente ejercicio de síntesis, incorporando muchos de los elementos que configuran su expresión desde una perspectiva pop –canciones cortas, melodías transparentes, estructuras más sencillas de lo que suele acostumbrar– que entronca con sus primeros pasos musicales, los que dio en Kill Laura durante la eclosión britpop. Eso no significa que abjure de las esencias kraut ni que renuncie a los ingredientes psicodélicos con que siempre se ha identificado. Canciones como “Heartlow”, “Modern Reputation” y “Flock” están completamente vinculadas a esos principios. Pero el grácil barniz funk de “The Revolution Of Super Visions”, el riff à la Prince de “Pyramid Schemes” o el infeccioso pulso house de “Solarised” confirman su disposición a navegar por otras aguas en un viraje tonificante. ∎
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