Perdimos un imperio sobre esto: el título parece definitorio. A finales de los noventa, Anthony Reynolds saboreaba las mieles del olimpo mediático al frente de sus Jack con el sobresaliente “Pioneer Soundtracks” (1996) y el notable “The Jazz Age” (1998). Optando a jugar en la liga de Tindersticks o The Divine Comedy. En 2002, La Muñeca de Sal daban un imponente concierto en el FIB ante miles de personas tras haber teloneado varias veces a Yo La Tengo y publicado un disco como “El objeto inexistente” (2002) en Everlasting Records, por fin con potente distribución. Por múltiples avatares del destino, ni el uno ni los otros llegaron tan lejos como apuntaban. No al menos en cuanto a reconocimiento popular, porque la banda valenciana siguió inmersa en proyectos tan meritorios, aparentemente quijotescos pero saldados con solvencia, como aquel concierto y disco de 2013, “La Muñeca de Sal y Los Profetas”, que reunió a Nacho Vegas, Javier Corcobado, Senior i el Cor Brutal, Tórtel, Sr. Chinarro, Josele García (Elle Belga, ex Manta Ray), Fernando Alfaro y otros músicos de renombre estatal para abordar junto a ellos clásicos del pop español y foráneo: Radio Futura, Serge Gainsbourg, Sisa o Gabinete Caligari eran revividos en un disco que se vendió con el número de mayo de 2013 de Rockdelux (RDL 317) y que tuvo en La Rambleta de Valencia una imborrable traducción al escenario. Un órdago al alcance de muy pocos, en absoluto incentivado por el postureo. No sé hasta qué punto Anthony Reynolds y La Muñeca de Sal piensan que han podido perder algún imperio en su imaginación, pero en caso de ser así, este álbum al menos restituye el poderío de una alquimia que quedó en un limbo a principios de los dos mil diez tras publicar el EP conjunto “Blues For Bobby Solo” (2010), en el que destacaba una versión del “Wonderful Life” de Black. Este “We Lost An Empire Over This” , publicado el día de la pasada Nochebuena (hasta para eso son inusuales), realmente debía haber salido en 2014. Lo bueno es que no suena desfasado porque sus autores pasaron siempre olímpicamente de las modas. Han seguido publicando discos desde entonces, pero pocos se enteraron.
Hay en algunas de estas diez canciones (nueve inéditas: solo “Luto” se rescata de aquel lejano EP) un encomiable equilibrio entre el pop de cámara que se gastaban Jack hace tiempo (y Jacques, su otro proyecto) y el post-rock con algún resabio corcobadiano que siempre singularizó a La Muñeca de Sal. Y Anthony Reynolds canta estupendamente. En (casi) todo momento. Ocurre en “Soft Revolution” y en las sensacionales “Junk” y “For When You Were Young” (que remite al indie británico de los primeros noventa). Se puede decir que son gemas en la discografía –ocho álbumes– de los valencianos. Totales. Más o menos del mismo calibre que “Rosie Jones”, dotada de un halo de alucinación que realza la dulce voz de Lettie London, quien fuera telonera y corista de Peter Murphy allá por 2009, cuando estas canciones empezaron a gestarse. Hay menos pop, y más desgarro, en “It’s Never Over”, mientras que “Against Nature” es la única que se permite esos pespuntes electrónicos que tuvieron presencia en otros tramos de la obra de La Muñeca de Sal conforme pasaba el tiempo, y “Jemasaca” es la única que se amolda con fidelidad a ese canon de rock después del rock que es tan propio del grupo. Es un disco repleto de momentos notables (versión incluida del “Wicked Game” de Chris Isaak), pese a parecer algo inconexo o deslavazado, y que, ojo, se verá prolongado este año –avisan en sus RRSS– por seis canciones añejas pero inéditas y un EP de tres cortes recientes. ∎
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