Álbum

Lisasinson

Un año de cambiosElefant, 2023

16. 06. 2023

Los Fresones Rebeldes suenan en la publicidad de Walmart y el punk pop chispeante y veloz, ese que de tonto no tiene ni un pelo, recupera posiciones gracias a discos como este. Doce canciones, treinta y tres minutos, y el pie siempre pegado al acelerador. Amor y desamor con el turbo puesto, “ch-ch-ch-ch-changes” que quizá no lo son tanto (pero que lo parecen), y estribillos que se doblegan y estiran como coloridos bloques de plastilina. “Si tú no estás conmigo todo es aburrido”, cantan. Y si de algo saben Míriam Ferrero y Paula Barberán, centro de mando de Lisasinson, es de espantar el aburrimiento a base de guitarrazos, baterías veloces y coros a la carrera.

Los mismos ingredientes que ya se intuían en el mini LP “Perdona mamá” (2021) pero con la receta mejorada. ¿Mucho? Bastante. En algo se ha de notar que “Un año de cambios” es su estreno de largo en Elefant, casa grande del pop gomoso y desprejuiciado a la que las valencianas entraron derrapando y haciendo trompos.

En el menú, lo normal en estos casos: ardor juvenil, urgencia y desconcierto generacional. Unas gotas del candor de Cariño, una pizca de la mala uva de Pantocrator (“sería genial que mi gato no oliese a muerto como tú”, cantan en “Últimamente”) e infinidad de guiños, bien agitados, a Nosötrash, Juniper Moon, Axolotes Mexicanos, Undershakers, The Breeders y las riot grrrls originales.

El secreto, una vez más, está en la mezcla, y en la manera que tienen Ferrero y Barberán de estirar la masa madre y construir sus canciones a partir del estribillo, el burbujeo adhesivo y el pop instantáneo disfrazado de punk. Es ahí donde la supuesta inocencia de la supersónica “Se me ha muerto una flor” hace buenas migas con la electricidad desbocada de “Los que se pelean no se desean” y el despecho airado de “Ya me da igual”.

Produce Carlos Hernández, habitual de Carolina Durante y Triángulo de Amor Bizarro, entre muchos otros, y todo suena más limpio y ordenado. Y sí, también algo menos arrebatado que en “Volverte a enamorar” o “Atasco”, pero, incluso así, “Un año de cambios” es todo frescura, puro desparpajo. Lozanía atropellada y servida entre viajes, mudanzas, corazones magullados y rotundos guantazos al mansplaining musical. De ahí salen himnos como “Mira chico”, “Mochi”, “Cuchillos”, “Turquesa marquesa” y “No sé muy bien”, canciones que crean adicción y con las que Míriam y Paula ponen frenética e irresistible banda sonora a esa centrifugadora emocional que son los veintitantos. ∎

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