Con 88 años de edad y, con este, cincuenta discos de estudio publicados, Loretta Lynn es uno de los indiscutibles epítomes del country femenino. Ella prefiere ese adjetivo, femenino, al de feminista. Porque aunque siempre ha sido demasiado atrevida, valiente y honesta para agarrarse al melodrama, debido a un insobornable espíritu combativo que no la abandona, le ha gustado más interpretar –y muy bien– el papel de esposa sufrida y sureña, de las que sabe amar, perder y sobrevivir, con un punto de rango romántico y con otro de real artista hogareña.
Como no podía ser de otra manera, en este álbum de trece canciones, solo una de las cuales, la que le da título, es nueva, mientras que el resto son revisitaciones y puestas al día del vasto legado de Lynn y de clásicos del género (entre estos, “Keep On The Sunny Side” de The Carter Family y “I Saw The Light” de Hank Williams), abundan ejemplos de lo dicho. Como el de “You Ain’t Woman Enough”, tema que Lynn popularizó en 1966, aquí cantado a medias con Tanya Tucker, una divertida advertencia para quienes se atrevan a echar una mirada errante a su marido. O como el de “One’s On The Way”, este de 1971, donde a dúo con Margo Price refleja, con humor satírico, esa crónica diaria de las penalidades y frustraciones de la maternidad proletaria, tan poco consideradas por la rebeldía aburguesada. Por cierto, no es casualidad que Margo titulase en 2016 su disco de debut “Midwest Farmer’s Daughter”, pues la canción más emblemática de Loretta es la autobiográfica “Coal Miner’s Daughter”, de 1970, que aquí se recupera, y además de una manera radical, reconvertida en un recitado de solo voz y banjo. La aparición de Reba McEntire y Carrie Underwood en el tema titular (que es el mismo con que Loretta tituló en 2002 su autobiografía) completa el apartado de las voces colaboradoras, que aporta a este autohomenaje un halo transgeneracional.
Más allá de comprobar lo estupendamente que, para ser casi nonagenaria, conserva su lustroso timbre de campo y sémola, y también de reconocer lo bien que los productores, su hija Patsy Lynn Russell y John Carter Cash, hijo de Johnny Cash y June Carter, han arreglado la grabación, de forma simple, casi sin amplificar, sin excederse en el ornamento, haciéndola pasar como suave whiskey de Tennessee, la lección final de este álbum, que no es cápsula del tiempo ni anacronismo, es recordarnos que sin mujeres como Loretta, que supieron plantar cara, al menos irónicamente, si no había otra manera, a infidelidades, acosos y discriminaciones, y tomarle la temperatura a sus décadas, tan duras, mucho de lo que hoy hace ruido sería silencio. Porque sí se trata de quién lo hizo antes. ∎
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