“La cumbia es el nuevo punk”, dice este sexteto jienense en el corte siete de su nuevo álbum, mientras que en el segundo, “Mejillón tigre”, se autodefinen con frenesí mientras hablan de una “mutación yeyé”. Iñaki Blázquez, Daniel Garvín, Fiti Esteban, Ramón Rodríguez, José Cruz y Luis María Galán van, en este segundo largo, un paso más adelante de “Tropical y salvaje” (2020) en su acercamiento entre el garage, la psicodelia y los ritmos latinos (ya sea cumbia, guajira o bugalú). A cambio, tiran menos del imaginario del fantaterror y la serie B, aunque eso se mantiene todavía en “Vacaciones en Jonestown”, que suena como si Carlos Santana estuviese infiltrado en la infame secta de Jim Jones.

Todo es puro divertimento, música para mover las caderas con sustrato de rock sesentero y lo ígneo como concepto común y polisémico. Está en la luz de los ojos de la persona deseada y la calentura rítmica y amorosa de “Dale candela”, en el amor insolador de “Radiación”, en la oda a las bebidas espirituosas de “Agua de fuego” o en el ardor de la calle en “40 grados (o más)”, que, inevitablemente, me hizo recordar dos temas de Radio Futura (“Escuela de calor” y, claro, “37 grados”). Los Mejillones Tigre conectan, tal vez inconscientemente, con la idea de rock latino de Santiago Auserón, aunque cambiando todo su poso intelectual por una consagración a la pura diversión, y a una música que parece pensada para festejar en directo sin pretensiones mucho mayores.

Aunque no todo es buen rollito aquí. El tema que más llama la atención del álbum es “La fábula del promotor y el trovador”, certera disección de lo que les sucede a muchas bandas en la actual industria musical española: “¿Qué puedo hacer? Organizar un festival / Vamos a hacer muy fuerte la promocion / Mondosonoro ha mandado confimación / ¿Qué puedo hacer para que vengáis a tocar? / Que no sea pagar, que no sea pagar / No os va a faltar de nada, será un fiestón / Va a ir toda la gente guapa del rock and roll / Vais a flipar cómo os dará visibilidad”. ∎