Una cosa es fusión y otra integración. Entre flamenco y rock casi siempre ha primado lo primero, a excepción de Smash, que metieron tangos, bulerías y tarantos en su rock psicodélico (con el blues le abrieron el camino a Veneno), o Lagartija Nick, que en
“Omega” (1996) introdujeron a Enrique Morente en su descarga eléctrica. Desde el otro lado se ha hecho más y el emblema es “La leyenda del tiempo” (1979), donde Camarón expandía el flamenco. Cuando corrían peligro de agotamiento,
Los Planetas se han atrevido a inyectar el alma jonda del flamenco en su sonido sin modificar nada más allá de la estructura y el ritmo, que de todos modos siempre ha tenido presente algún compás flamenco (el batería Eric Jiménez estuvo en “Omega”).
Buscando definir una identidad propia en el lenguaje universal del rock, adaptan palos tradicionales del flamenco sin palmas ni guitarras españolas. Ni siquiera J aflamenca su voz en letras que recuperan la imaginería clásica del folclore, aunque consigue transmitir más emoción que nunca. Las guitarras eléctricas cobran nueva vida, inspiradas en esa intensidad para ganar volumen y ruido, muros de sonido para acompañar la pasión, el pellizco del flamenco. El resultado es un torrente emocional con tientos que sangran electricidad, verdiales convertidos en tormentas de ruido, fandangos que son erupciones volcánicas y soleares que lloran en oscura psicodelia. Escalofriante. Además, resucitando la frescura noise pop de
“Super 8” (1994) con mucha más sustancia, inventan una nueva psicodelia pop en clave de alegrías, cantiñas, caracoles, mirabrás o granaínas. Fascinante. La rúbrica la pone Enrique Morente cantando de manera espeluznante una caña envuelta en una siniestra y narcótica tensión eléctrica. Se trata de un disco importante por lo que pretende, pero mucho más si cabe por lo que consigue. ∎