Álbum

Magia Bruta

Un día nuevoFoehn, 2022

Allá por el cambio de milenio destacó en Getxo un cuarteto, femenino al 75%, llamado Electrobikinis, que publicó con el sello Subterfuge, con las Breeders y el riot grrrl en el retrovisor. Pero las sorpresas llegarían poco después con las distintas carreras en solitario de dos de sus integrantes. Dos proyectos absolutamente personales que mostrarían la posterior evolución de Miren Iza como Tulsa, desde Madrid, e Isabel Fernández Reviriego como Aries, desde Vigo. La historia se completa en realidad con un paso previo de Isabel por Charades, grupo mixto de pop de sentir garagero al principio, para derivar a algo más elaborado y delicado que el sello encargado de la edición japonesa tildó de “Spanish Stereolab”. Aquí inicia un aprendizaje en torno a levantar melodías, armonías y arreglos experimentales que le ocupa toda la primera década de este siglo. Así que para llegar a Aries y a Galicia, nos tenemos que situar ya en 2011 y con su álbum debut “La magia bruta” en el año siguiente.

Y es ahora, una década después, cuando recupera aquel título para una nueva aventura en forma de dúo junto a la multinstrumentista María Romero, si bien esta se incorporó cuando el álbum estaba ya finalizado por parte de Isabel. Magia Bruta se presenta como una deducción coherente y ampliada de Aries, si se quiere más precisa en un encuentro fascinante de dream pop y electrónica, música ciertamente tan onírica como ensoñadora a lo largo de once canciones cortas que levitan en media hora de pura abstracción astral. Isabel, que también ha compuesto para videojuegos o cortometrajes (aquel de Stella McCartney, hija de Macca y Linda), además de diversas remezclas, diseños gráficos o el libro “Un rayo ultravioleta” (2016) a modo de collage de trabajos, desveló “Un día nuevo” precisamente con ese mismo corte, un título redentor hacia la fuerza del amanecer continuo, quizá también una invitación a las oportunidades que da la vida para erguirse una y otra vez, para depurarse y crecer (“ya ni siquiera cuento las veces que me lastimé, cada día muero y vivo, me he vuelto a poner de pie”). “Lo merezco” busca ese sonido acuoso que parece conectar a The Beach Boys con la era Animal Collective/Sufjan Stevens en otra letra purificadora (“El futuro y el pasado si miro a donde estás tú. Siento que me arden las manos y lloro”).

Una miniatura como “Dos segundos” casi nos hace pensar en Vainica Doble envueltas en capas electrónicas, mientras que “Atardeceres naranjas” acentúa ese poder balsámico que proporciona la fantasía. “Pura niebla/mala hierba” alcanza probablemente el cenit del disco en su juego dual junto a “Cicatrices” (“Todo aquello a lo que me uní, ¿se ha marchado o está junto a mí? Todo pasa. Todo cambia”), hermosísimas odas etéreas, quizá próximas a eso que alguien llamó pop hipnagógico, palabro referido a la alucinación que se produce en el tránsito de la vigilia al sueño. “Porvenir” sería el epílogo y conclusión (“Veo el porvenir en rostros de animales, en coros silbantes, en mis padres, en el cielo gris. Todo, todo pasa. Todo me extraña. Me apena y me hace feliz”) de lo que ya no dudo es su designio como disco conceptual (¿confesional?), pretendido o no.

Mezclado por José Vázquez y Pablo Martín (Banana Bahia Music, Sweat Taste) y masterizado por Alan Duches (Sufjan Stevens, Fleetwood Mac o Damon & Naomi), la tácita intención (y quizá voluntad) de “Un nuevo día”, entendido como álbum de cisma emocional y confianza futura, se ha hecho realidad en una nueva demostración de que la vida tiende a imitar el arte. De aquí en adelante Isabel volverá a mirar alegrías y desdichas de la fragilidad humana con esa sensibilidad que reconvierte en belleza cargada de poesía sonora. Un sino que no depende de azares incontrolables, porque quizá residan ahí parte de los enigmas de la creatividad. ∎

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