La carrera de Manic Street Preachers ha sido una contradicción permanente desde que incumplieron la promesa inicial de editar un primer disco (“Generation Terrorists”, 1992), vender veinte millones de copias y separarse. Aquello no sucedió, pero permitió que se desarrollase la carrera de uno de los grupos más apasionantes y apasionados de la música británica (global, en realidad) de los últimos treinta años.
La fina línea entre el éxito, el compromiso político, el riesgo y una particular visión intelectual de la música rock ha dado como fruto una personalidad absolutamente única: ajena a modas y tendencias, pero siempre tratando de resultar contemporánea. Huyendo de la nostalgia y combatiendo por seguir siendo relevantes en un entorno ultracompetitivo. Con la sensación de tener un legado único que cuidar y buscando que cada disco sea especial. Por el camino, obras maestras como “The Holy Bible” (1994), “Everything Must Go” (1996) y otros trabajos más que estimables: Desde su debut, ya comentado, hasta “Journal For Plague Lovers” (2009), pasando por “This Is My Truth, Tell Me Yours” (1998), “Rewind The Film” (2013) o “Futurology” (2014). La desaparición en 1994 en misteriosas circunstancias de Richey Edwards, letrista, guitarrista e ideólogo, añadió un extra de leyenda a la formación.
En ese sentido, “Critical Thinking”, su decimoquinto trabajo de estudio, suena energético, épico, casi joven. Si no se supiera la historia de los galeses sería imposible adivinar que están cerca de cumplir las cuatro décadas de vida. Las piezas de rock eufórico que componen la colección están ejecutadas con máxima intensidad, llenas de melodía e intención. Temas como “Decline & Fall” o “Hiding In Plain Sight” tienen marcados el marchamo de clásicos y serán garantía en los directos del trío formado por James Dean Bradfield, su primo Sean Moore y su amigo de la infancia Nicky Wire.
En la titular “Critical Thinking”, que sirve como apertura del disco, canalizan el espíritu de los primeros INXS, resultando abiertamente pop y con la novedad de que la voz de Wire pasa de ser anécdota a presencia habitual. Canta: “It’s OK to not be OK / Live your best life / Be kind”. Los roles tradicionales del combo se mezclan aquí: James también escribe letras, espacio habitualmente reservado a Nicky. En general, lidian con el paso del tiempo y con esa creciente dificultad para entender el mundo que nos rodea a medida que nos vamos haciendo mayores. La ausencia de un concepto en las últimas entregas de los Manics –aquí tampoco lo hay– los aleja indefectiblemente de sus cimas artísticas, pero quizá no sea justo pedírselo a un grupo de rock formado por cincuentones millonarios.
El ímpetu en la composición se ve un tanto frenado en la parte central del trabajo, pero consiguen añadir nuevas aristas en las letras, como cuando Wire relata en “Dear Stephen” haber recibido una carta de Morrissey cuando era joven. “My Brave Friend” suena sincera, sin gota de cinismo. Quizá sea su victoria definitiva: nunca haber renunciado al entusiasmo, a la pelea, a entender su carrera musical como una manera de transmitir ideas y educar a su público. El vínculo con sus fans, que una vez fue tremendo e incondicional, se ha ido matizando con los discos, ley de vida. Pero es imposible no sentir un pellizco cuando cantan “I prefer the mirror to the screen / It helps me understand the way I feel” en “Deleted Scenes” y no pensar que está dirigida especialmente a cada uno de sus seguidores. “OneManMilitia”, que sirve como títulos de crédito del elepé, es uno de sus cortes fundamentales. Cantada por Wire e inspirada en el funeral de Isabel II, contiene uno de los versos fundamentales del conjunto: “I don’t know what I am for / but I know what I am against”. Únicos, especiales, necesarios. Que sea por mucho tiempo. ∎
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