Reedición

Paco de Lucía

Discografía esencialUniversal, 2014

Rockdelux 332

(Octubre 2014)

Poco más de medio año ha pasado desde que el funesto 25 de febrero de 2014 se fuera Paco de Lucía. No es mucho para recuperarse de la pérdida, pero ha sido suficiente para que su discográfica apañe la primera del rosario de reediciones y antologías que seguramente saldrán al mercado en los próximos años. Esta caja con cinco álbumes es solo una de las posibles de una obra gigantesca, con casi una cuarentena de discos en solitario o junto con otros artistas, y otra cuarentena de apariciones en títulos ajenos en la que cuesta trabajo no perderse. El criterio es tirando a simple: desde los años setenta, un disco por década (dos de los noventa), con una noticia buena y una mala. La buena es que “Siroco” (1987) y “Zyryab” (1990) se cuentan entre los preferidos del guitarrista; la menos buena, que “Concierto de Aranjuez” (1991), aunque muy celebrado, es un trabajo casi anecdótico en una carrera marcada por la búsqueda constante de nuevos espacios y lenguajes para la guitarra flamenca; el “Concierto” (con la Orquestra de Cadaqués dirigida por Edmon Colomer) no deja de ser una reinterpretación clasicista, aunque elegante y sentida, de la obra de Rodrigo.

“Siroco” y “Zyryab” son discos de grupo. En el primero, parido en un paréntesis del Sexteto, participan sus hermanos Ramón de Algeciras y Pepe de Lucía, además de Rubem Dantas. En “Zyryab” aparecen Manolo Sanlúcar, Chick Corea, Carles Benavent, Jorge Pardo, El Potito y Joan Albert Amargós. Son discos vertebrados a partir de palos clásicos, de los muchos con los que Paco rubricó su clase y su escuela. En cualquier caso, los dos primeros títulos trazan con claridad la pisada fuerte del algecireño.
“Fuente y caudal” (1973), su quinto trabajo en solitario, exhibe una complejidad compositiva que le hace a una preguntarse si ya nació maduro: tenía 26 años cuando escribió “Entre dos aguas”, el pelotazo que lo catapultó a la fama, que además tiene la guasa de que entró a última hora como relleno y brilla por su ligereza en un disco hasta cierto punto granítico. Cuatro décadas después, suena emocionantemente nueva y titubeante, y remite al álbum que un año antes publicaba Toti Soler, “El gat blanc”, con el que comparte más de lo que podría parecer a primera vista.

En cuanto a “Cositas buenas” (2004), es una obra de madurez y espíritu libre en la que, al fin, se atreve a dar alas a su frustrada vocación de cantaor, y a invocar el espíritu de Camarón.

Cualquiera de estos álbumes permite comprender a Paco de Lucía. Quedarán, se supone, para futuras entregas discos capitales como “Solo quiero caminar” (1981, con el Sexteto) y “Luzia” (1998), que recogen mejor el legado del maestro de guitarristas, padrino de cantaores y catedrático de mezclas. ∎

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