Menuda reunión en la cumbre de talentos del rock de tintes norteamericanos se congrega en Riders Of The Canyon: los catalanes Joana Serrat, Roger Usart y Víctor “Partido” –líder y cantante de la extinta banda Partido– más el norirlándes Matthew McDaid. Una delicia de muchos quilates, en un ejercicio de maestría y reafirmación de lo que supone el género en Europa, que conecta con la esencia yanqui y perfila su excelencia allende las tierras de América del Norte.
“Riders Of The Canyon” arranca con pegada a través de “Master Of My Lonely Time”, con el arrebato característico de riffs y voces de Joana Serrat. Una canción de las que transitan por tus días y plasman estados de ánimo como el desarraigo, la independencia y la autosuficiencia. “Dirty Water” discurre por los caminos melódicos del melotrón y la luminosidad de la voz solista masculina de McDaid, adornada por coros y enfureciéndose por momentos con las guitarras. La magia que envuelve “Here In My Dreams” nos hace viajar en esas melodías libres, y esa voz principal sopla, alentando, mientras los coros nos agitan como el viento.
“Everything Blooms In Spring” brinda un paisaje musical hermoso, como queriendo representar musicalmente el esplendor natural y el colorido de la primavera, acústica y pedal steel mediante. Y esos susurros que acompañan. Todo idílico. Luego arremeten con el country alternativo de “Downtown” para levantar el pulso, con las eléctricas iluminando. Grandioso. Serrat preside la canción titular del disco, una preciosa balada de las que desarman y nos conectan con el entorno y nuestros sentimientos.
Con “Sunrising” vuelven a remontar: es una descarga rockera con aires AOR muy bien expuestos, sin el lastre de dicha etiqueta, presentada con un envoltorio elegante, fino y muy bien resuelto. Luego llega el aire vaquero de las armónicas y los teclados en “Wild River”, una de esas canciones que conectan con el curso vital y dan brillo al conjunto. En “Some Kinda Addiction”, Serrat vuelve a rasgar cuerdas y extrae acordes que atrapan e imponen su brío. Y el recorrido finaliza con “Sorrow Song”, una preciosa proclama a la vida vivida, un canto al tiempo pasado, a cómo martillea la memoria, y que sirve de remate a la presentación de esta superbanda, con un álbum que emerge de la gloria de The Jayhawks, Neil Young o Johnny Cash, entre muchos otros. Aquí hay una lección de un género que, aferrado a las raíces, expande todo su poder armónico, melódico y hechizante. Para amantes de esas guitarras que conmueven, que captan y transmiten la calma y la inquietud del alma. Ojalá haya secuela. ∎
Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.