Escrito durante los meses pandémicos de 2020, “Dream Requiem” es la nueva incursión del incansable Rufus Wainwright en los campos de la llamada música “culta” –recuerden las óperas “Prima Donna” (2009; Deutsche Grammophon, 2015) y “Hadrian” (2018)–, al margen de su ya amplia trayectoria en los terrenos del pop y el folk.
Para llevar a buen término el proyecto se han unido varios de los más prestigiosos centros culturales del planeta: la Orchestre Philharmonique Radio France, la Filarmónica de Helsinki, la Royal Opera House de Londres, Los Ángeles Master Chorale, la Dublin Symphony Orchestra, el Palau de la Música Catalana –donde sonará el próximo 25 de enero, con Wainwright como narrador tras la cancelación de la anunciada Sharon Stone– y L’Auditori de Barcelona.
El estreno mundial –que se puede ver aquí– tuvo lugar en París el pasado 14 de junio con Meryl Streep como recitadora y la soprano Anna Prohaska como voz principal, con Mikko Franck como director de orquesta. Esta premier es la que ahora se presenta como registro discográfico.
Con una duración de casi ochenta minutos y dedicado a Verdi y a Puccini (ojo, no al músico, sino al perro de Rufus, muerto violentamente durante el confinamiento), “Dream Requiem” entrelaza la canónica “Misa de difuntos” –en latín e inglés– con un poema de Lord Byron, “Darkness” (1816), inspirado en la erupción un año antes del volcán indonesio Tambora, una de las más violentas registradas que se recuerdan –70.000 muertos estimados–, y que, debido al cambio climático que produjo, convirtió 1816 en lo se conoce como “el año sin verano”. Inquietud ecológica y la incertidumbre por un futuro desconocido se entrelazan con la desolación por los fallecidos por COVID en un responso que surfea por el intimismo impresionista y el apocalipsis orquestal, con un papel fundamental de la masa coral en el segundo apartado.
Devastación y tragedia, pero también esperanza, van de la mano en un conglomerado clásico que no busca romper moldes: su ambición parece ser la de infiltrarse en el canon clásico y alcanzar –el paso del tiempo lo dirá– el estatus de obra “de repertorio”.
La Streep está divina dando vida a las palabras byronianas –“Tuve un sueño, que no era del todo un sueño / el brillante sol se apagaba, y los astros vagaban diluyéndose en el espacio eterno / sin rayos, sin senderos, y la helada tierra oscilaba ciega y oscureciéndose en el aire sin luna / la mañana llegó, y se fue, y llegó, y no trajo consigo el día / y los hombres olvidaron sus pasiones ante el terror de esta desolación / y todos los corazones se helaron en una plegaria egoísta por luz”– y todo el conjunto rezuma un aire de austera gravedad que probablemente alejará a los admiradores del autor “Poses” (2001), “Unfollow The Rules” (2020) o “Folkocrazy” (2023) pero que indudablemente es otra notable muestra de la inquietud de un artista que no se conforma con retozar en los laureles de lo ya logrado. Y aviso para viajeros: el 4 de mayo concierto en Los Ángeles (con Jane Fonda) y el 20 de junio en Ámsterdam (con Rufus de narrador again). ∎
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