Álbum

Shellac

To All TrainsTouch And Go-Popstock!, 2024

22. 05. 2024

Resultará inevitable que la reciente y repentina muerte de Steve Albini proyecte una dolorosa sombra de expectativas confusas sobre el esperado sexto álbum del veterano trío de Chicago (que justo el año pasado celebraba sus tres décadas en activo), sumándose al ya enrevesado proceso de realización del disco, cuyo lanzamiento sufrió diversos retrasos por motivos varios (problemas derivados de la pandemia y la manufactura física del producto), razón por la cual diversas de estas nuevas canciones llevaban ya tiempo paseándose por sus directos. En realidad, poco sentido tendría esperar un impepinable magnum opus o categórico testamento final de un proyecto cuyo genio y consistencia poco han radicado en la grandilocuencia discográfica, especialmente en su etapa post 1000 Hurts” (2000). Lo que aquí tenemos es, sencillamente, un buen puñado de canciones de pura factura Shellac.

La seminstrumental “WSOD” (“World Series of Dick Sucking”), quizá la pieza más socarrona del set, es una apertura cien por cien idiosincrásica, tanto en lo musical como en lo temático: arranca con un riff albiniano típicamente afilado al que se le suman con elegancia la sección rítmica y finalmente las letras/chillidos, que tratan sobre la entrega de una medalla de plomo en una competición mundial de chupadura de penes. “Girl From Outside”, retrato de una trivial noche de karaoke con compis de trabajo, adopta una cadencia cercana al vals, deleitándose en una monotonía interrumpida cromáticamente por las escaleras melódicas del bajo de Bob Weston. Este y Albini se reparten las tareas vocales en la locomotora punk “Chick New Wave”, sablazo de furia que nos ofrece delicioso un surtido de patrones de batería cortesía de Todd Trainer, y un contundente cierre matemático.

Diversas de las piezas se instalan en un tempo medio, anclándose en riffs de guitarra embriagados y un bajo tajante que, de tan minimalista, a menudo es reducido a las dos o tres notas. “Tattoos”, ácido alegato contra las conductas incívicas durante la pandemia que causaron la muerte de muchos, destaca por sus estimulantes momentos de jugueteo e interacción entre los tres instrumentos. “Scrappers”, narrada desde la perspectiva de un niño que idealiza fantasiosamente la vida de los chatarreros de Chicago, contiene una muy memorable línea melódica guitarrera (según su autor, una interpretación defectuosa del tema musical de un vídeo infantil italiano), así como característicos momentos de aceleración métrica y un fragmento-escaparate para el siempre bienvenido lucimiento de Trainer a las baquetas.

En “Wednesday”, la pista más lenta del disco, la sección rítmica flirtea con el sludge mientras Albini ofrece su vertiente más lóbrega, arrastrándose con un dramatismo poético cercano al spoken word. Análogamente, una infraestructura musical poco destacable queda subordinada a las palabras en “Days Are Dogs”, cuyo contenido lírico, tras iniciarse con la peculiar observación “los días son como perros, distraídos por sus propios anos”, filosofa sobre el ágil discurrir del tiempo, con un conjunto de imágenes abstractas donde lo cómico se mezcla con lo desagradable (la sífilis o “cadáveres putrefactos”) y lo profundo (la frase “sin remordimientos, no hay progreso”, quizá plenamente autorreferencial). Por su parte, Weston proporciona una reflexión posmoderna sobre el proceso creativo en “How I Wrote How I Wrote Elastic Man (Cock And Bull)”, la canción más alargada del disco y, a pesar del somero guiño a The Fall, quizá también la más descafeinada, junto a la simpática “Scabby The Rat”, una especie de tema musical de regusto sesentero para la rata inflable utilizada por los sindicatos americanos como símbolo prohuelga (así como breve tributo al fallecido activista Rob Warmowski).

El disco termina con la canción más típicamente Shellac que uno podría imaginarse, que además sobrecoge por sus fatídicas letras. En “I Don’t Fear Hell”, Albini anuncia que “cuando todo esto haya acabado, me abalanzaré sobre mi tumba como si fueran los brazos de una amante / si hay un infierno, ahí conoceré a todo el mundo”. La pieza es un excelente ejercicio en contención y deconstrucción rítmica: avanza erráticamente, como si estuviera averiada, siempre al borde del colapso, con momentos minimalistas de parón y casi silencio, así como un inspirador feedback guitarrero a modo de despedida.

El último ofrecimiento del grupo de Chicago, que llega a su conclusión extrañamente pronto, antes de alcanzar la media hora de duración, es una ejemplar y sucinta muestra de su tradicional creatividad orgánica y honestidad sin artificios. Igual que en obras anteriores, contiene momentos realmente memorables, y otros que podrían resultar más insustanciales. Sin ser una obra maestra tardía de la formación (algo que en absoluto pretende), sí captura la genialidad individual de cada una de las piezas de la maquinaria Albini/Weston/Trainer, y sus lubricadas e inimitables dinámicas en conjunto; se alza, además, como digno compendio de sus múltiples facetas. La irreverencia, la banalidad, la oscuridad, el estrépito, la reiteración, la angulosidad, la exploración, el desafío: elementos que, sin duda, perdurarán en la memoria colectiva de nuestra generación de rock alternativo. ∎

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