Bajo
Suscripción
Emoción y talento adaptando con imaginación y visceralidad piezas ajenas en un “granada” que hizo historia. La unión de Raül Fernandez “Refree” y Sílvia Pérez Cruz dio con la fórmula del éxito: guitarra y voz, voz y guitarra, y unas canciones clásicas vestidas con nuevos ropajes. Fue el mejor disco español de 2014 en las listas publicadas en el Rockdelux 335 (empatado con el “Rea” de Single). Gerard Casau lo comentó.
“El alma de una canción”. Te pasas media vida pensando que se trata de una expresión vacía (otra más), y entonces te topas con un disco como “granada” y se te desmontan los esquemas. Porque en él hay una verdad que pesa y que se palpa. Y te emociona aunque no creas en ella, igual que el desenlace de “Ordet (La palabra)” (Carl Theodor Dreyer, 1955) conmueve incluso al más ateo de los espectadores.
Voz y guitarra. Guitarra y voz. La desnudez alcanzada por Sílvia Pérez Cruz y Raül Fernandez Miró (abandonando el alias de Refree para equilibrar su nombre con el de la cantante) no es casual, sino fruto de un trabajo de ensayo y error, de casi una década tocando juntos, aprendiendo a comprender unos métodos y sensibilidades que debían alejarlos. Y es que la esencia de “granada” no se encuentra tanto en la armonía entre sus firmantes como en promover el verso libre entre la voz de Sílvia y la guitarra eléctrica de Raül. Ella reacciona a un instrumento que no le es habitual con un grito inédito, y él responde levantando arena y silencios, como el Neil Young más espectral. El resultado son quince versiones granulosas de temas ajenos, sin miedo a desbordar –“El cant dels ocells”, “Mercè” (Maria del Mar Bonet), “Hymne à l’amour” (Édith Piaf-Marguerite Monnot)– ni a adoptar un temple y un acento inclasificable –“Puerto Montt está temblando” (Violeta Parra), el popurrí de canciones de Albert Pla–.
Como Enrique Morente, cuyo “Despegando” (1977) inspiró el enfoque estético de los autores, “granada” atraviesa géneros e idiomas para convertirse en obra transversal. Y como esa “Abril 74” (Lluís Llach) en la que Sílvia se reencuentra con las voces de sus padres, uno imagina que la universalidad del álbum lo convertirá en una fuerza duradera, que echa raíces y es compartida en el hogar. ∎
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