La segunda venida de Suede, que comenzó con los conciertos de reunión en 2010, ha dejado un “Bloodsports” (2013) de transición, un puente que el grupo necesitaba para reencontrarse con su pasado, pero sobre todo una reinvención en forma de dos discos conceptuales que revitalizaron a Brett Anderson y los suyos, antes del salto inesperado que es “Autofiction”.
Lo de los de Anderson es un admirable ejercicio de supervivencia a la, y al negocio de, la nostalgia, además de al más que discutible, por no decir espeluznante, envejecimiento del britpop. Indiscutibles al igual que Pulp –aunque estos solo viviendo de rentas en sus idas y venidas–, Suede son capaces de girar celebrando los veinticinco años de “Coming Up” (1996) y readaptar simultáneamente, sin caer en la parodia, su particular romántico imaginario de mitos y leyendas de la juventud urbana.
Porque no escriben discos como si estuvieran en los veinte. Están en los cincuenta. “Night Thoughts” (2016), acompañado en directo con las imágenes de Robert Sargent –reencontrando al grupo con las proyecciones de Derek Jarman que nutrían los conciertos de la gira de “Dog Man Star” (1994)– fue un ejercicio de retrospección a la juventud e introspección a las incertidumbres de la madurez, que tuvo continuidad en “The Blue Hour” (2018), su disco más experimental, acompañados de la City Of Prague Philharmonic Orchestra.
“Autofiction” recupera parte del esplendor melódico del grupo tras su fase avant-garde. “Suede go punk”, dicen. Por iniciativa de Ed Butler, productor de cabecera. Ya no estaba ahí en los Suede de capa caída de “Head Music” (1999) y “A New Morning” (2003), pero Butler ha acompañado al grupo desde el minuto cero del regreso en esta nueva era.
El noveno álbum de Suede es su disco reciente más asequible, pero no por ello menos combativo. Se grabó en conjunto en el estudio –tras doce semanas de ensayos, eso sí– y transpira simplicidad. “La gente cree que escuchamos T-Rex todo el día, pero el punk siempre estuvo ahí”, en su imaginario, ha recordado recientemente Brett Anderson. Más los PiL que los Pistols, y especialmente Siouxsie, Wire, Magazine. Y The Fall. “That Boy On The Stage” es muy The Fall.
Así, “Autofiction” mantiene el ideal majestuoso y melodramático de los Suede de toda la vida, suenan impetuosos pero sobrios, pero sobre todo con la misma elegancia y ambición emocional, tanto en los momentos más urgentes (“She Still Leads On Me”, “Personality Disorder” o “Shadow Self”) como en los de más calma y templanza (“Drive Myself Home”), o incluso cuando Anderson se atreve con el falsete, del que casi nos olvidamos tras “She’s In Fashion”, en “Black Ice”.
Una célebre portada de ‘Melody Maker’ en abril del 92 proclamaba a Suede como “El mejor nuevo grupo del Reino Unido”. Quizá treinta años más tarde sea desmesurado dejarse llevar por el entusiasmo del momento y hablar del mejor viejo grupo del Reino Unido. Pero hace tiempo que Suede ya no forman parte del mainstream, y para ellos parece que ha sido liberador. ∎
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