Tierra Helena Whack sacudió el censo musical de 2018 con “Whack World”, la puerta de entrada a su universo. Un LP con extensión de EP, y conceptualización de corto audiovisual, en que condensaba las principales características de su identidad artística. Por un lado, una concepción de la canción y el single como un suspiro eléctrico que no sobrepase el minuto, muy pertinente en tiempos de TikTok y stories. Por el otro, dar cabida a una imaginativa luminosa y refrescante, muy acoplada a una imagen visual memorable, que rompiera con la dureza, el desinhibido sexual y el despilfarro material en que suelen ancorarse las artistas raperas. Además, en su inadaptabilidad ante un solo género, lograba desdibujar el R&B canónico con interferencias experimentales. En definitiva, una sólida miniatura de quince minutos repleta de hallazgos y por la que ser abrazada como nuevo talento de la música yanqui.
Regresa seis años después con otro trabajo en que vuelve a desprenderse de cualquier sujeción. Si la madurez pasaba por doblar la duración de las canciones e ignorar las limitaciones del tempo de las redes sociales, Tierra Whack la alcanza sin romper por ello con su compromiso por el minutaje reducido (solo un tema llega a los tres minutos). “WORLD WIDE WHACK” presenta a la estadounidense con otros ropajes, mutante, pero con el mismo afán por sorprender. La llama colorida, cartoonesca y despreocupada de los inicios asoma más apagada, bajo una luz ennegrecida. Ha cumplido 27 años (28 ya en la publicación) y los signos de fallidas emocionales, cuantificados en angustias y episodios de depresión, aparecen en su cancionero, y lo hacen bajo una honestidad brutal. En el caso del ejemplar “27 CLUB”, uno de los temas más demoledores del curso desde que ese órgano y el xilófono abren esta especie de canción de cuna entristecida. Se recomienda acompañar su escucha por un videoclip que potencia su ambivalencia emocional, la que se fabrica con ese contraste entre la quiebra anímica que expone la letra y el colorido de aire siniestro que le aporta Alex Da Corte en la retícula visual. Whack llega aquí el cenit expresivo dejando al descubierto, una vez se cae la máscara, toda su vulnerabilidad: “I can show you how it feels when you lose what you love (when you lose)”. Y vaya si lo enseña. No será la única descarga punzante del disco.
Abre el lote el teclado ambiental de “MOOD SWING”, un tema afable que lleva al engaño sobre el estado anímico que guía el álbum, especialmente en la segunda mitad. Así lo deja entrever en uno de los versos: “Might look familiar, but I promise you don’t know me”.
“MS BEHAVE” se define por una corpórea percusión tribal que no desentonaría en la discografía de Little Simz o Young Fathers. “CHANEL PIT” la acerca al rap de beats contundentes pero suavizado con esa forma de rapear juguetona con la que se la asocia(ba). Su pegada naíf asoma de algún modo en el cante distorsionado, como si realizara ejercicios en el logopeda, con el que despacha “BURNING BRAINS”.
En “X”, tanto la instrumentación como la producción y su forma de rapear remiten al rap norteamericano masculino, bajo la pista de sus dos principales apóstoles desde la llegada del nuevo milenio: Yeezus y Kendrick Lamar. Le sigue otro cambio de tercio sonado, ese “MOOVIES” que la aproxima al R&B caramelizado.
Sigue con su particular terapia emocional en “DIFFICULT”, otro corte donde inspecciona su psique para extraer conflictos emocionales y depresiones bajo cierta cobertura sonora sombría.
Su faceta más funky y colorista de su anterior álbum se presenta en la contagiosa “SHOWER SONG”, un tema atravesado por una arrolladora línea de bajo. Una vez entra en el rango de visión, cuesta aislar su escucha del complemento visual que le aporta Alex Da Corte.
Los bajos atronadores y las zonas oscuras se van apoderando del último tercio del álbum. Ahí sobresale “SNAKE EYES”, con fuertes vínculos con el trap de Atlanta, y se despide en lo más alto con la inconmensurable “27 CLUB”.
Alguien le podrá achacar cierto descontrol con respecto a la unidad estilística o, lo que es lo mismo, un exceso de esquizofrenia en su movilidad por géneros, o incluso cierta pérdida de adhesión en algunos tramos del disco, la verdad es que “WORLD WIDE WHACK”, en su cómputo global, eleva las prestaciones sonoras y el flujo lírico ya demostrado por la artista de Filadelfia. Su sonido evoluciona, muta con destreza, y no tiene reparos en convertir su vulnerabilidad en una arma emocional arrojadiza de potente estruendo. ∎
Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.