Los de “Goriri” fueron, al menos para el abajo firmante, los seis minutos y medio más reveladores de 1995.
Tortoise, única banda americana (blanca) en “Macro-Dub Infection”, entregaban un
remix tajante y brutal de “Gamara”, single para Duophonic y, a su vez, vampírica elongación de “His Second Story Island”, un momento especialmente inquietante de su homónimo álbum de debut. En ese corte –el mejor, por otra parte, de una compilación de referencia– abrazaban el dub como se abraza algo que no se quiere dejar escapar, digitalizando sus continuas citas a King Tubby, Scientist o Lee Perry y despejando las dudas de quienes los reducían a meros estilistas de la era post-Slint.
“Millions Now Living Will Never Die” no solo camina por esa misma senda, hábilmente desbrozada con los injertos incluidos en
“Rhythms, Resolutions & Clusters” (1995), sino que se interna en un territorio más rico y permeable. La estructura molecular de
“A Survey” –tres bajos solapados midiéndose las distancias– o la tensión interna –improvisaciones más o menos controladas con el vibráfono a su libre albedrío– de
“Glass Museum” o
“The Taut And Tame” abogan por una concepción elástica e “instrumental” del estudio que llega a sublimarse en
“Dear Grandma And Grandpa”, una llamada telefónica enmarañada entre fogonazos de graves y apócopes de ambient plástico.
En efecto, lo que ha hecho de Tortoise el emblema del post-rock y, probablemente, uno de los
ensembles –por cierto, el ex-Slint David Pajo, también en los últimos Stereolab, cubre la baja de Bundy K. Brown– más respetables del planeta es su asombrosa capacidad para hacer reconocibles en la práctica sus presupuestos teóricos, o sea, para lanzar la piedra sin que sea necesario esconder la mano. Y así, mientras
“Along The Banks Of Rivers” reivindica desde sus hechuras cinematográficas –fácil imaginar (¡vivir!) una trama a lo Barry Gifford adaptada por John Dahl– la narratividad que, por naturaleza, le está vetada, la soberbia suite inaugural se adivina como una auténtica obra maestra de escultura musical. Simulando las técnicas de mezcla de los DJs,
“Djed” es un engranaje perfecto, una concatenación de sonidos en sinalefa que preserva un solo elemento –una insinuación jazzística, una andanada percusiva; un riff, un ritmo– en las transiciones, creando un crescendo continuo de apariencia reptil y efectos devastadores. ∎