El Primavera Sound se convirtió rápidamente en una cita de referencia gracias a una línea argumental basada en un criterio muy sólido y a sus constantes sorpresas. En pocas ediciones consiguió el respeto que otros festivales tardaron años en lograr. Una amplia corriente general de reconocimiento crítico expresada desde diversos ámbitos engrandeció la leyenda del Primavera. Quizá porque, hasta entonces, no era usual imaginar carteles con música sin ataduras en el mundo de los certámenes indies. Pasada y presente, clásica y moderna, electrónica y rock, folk y pop, étnica y hip hop, americana y europea, radical y heterodoxa… La suma de nombres con historia y pequeños grupos del momento con proyección convirtieron el Primavera en uno de los mejores grandes festivales a nivel mundial, sí.
En cada edición se hacía un barrido con lo mejor de cada temporada y se ofrecía el contrapunto de viejas leyendas que explicaban el porqué de determinadas modas. Fue la base del éxito que asentó las directrices a seguir por el Primavera, directrices que después otros festivales incorporaron a su programación con mayor o menor acierto.
Hablamos de un evento prescriptor con espíritu inquieto que amamanta a unos seguidores entusiastas (locales, nacionales e internacionales) y entusiasmados con lo que es, significa y sugiere el festival. Todo un modelo a seguir que ha transitado la senda de lo excepcional reinventándose desde sus inicios. Como espectadores, ha sido imposible no verse afectado emocionalmente con tantos instantes extraordinarios vividos en el festival a lo largo de sus (casi) veinte ediciones.
De los 19 artistas del primer cartel en 2001 a los 295 del cartel de 2019, de los 7700 espectadores de ese primer año a los más de 220.000 de la última edición celebrada, de los 1672 m2 de superficie ocupada en su debut a los 316.000 m2 utilizados en el último festival, con una afluencia de público que ha llegado de todo los rincones del mundo, incluyendo territorios tan alejados del circuito de conciertos como Nepal, Bahamas, Groenlandia, Islas Caimán, Costa de Marfil y Madagascar, todo ha confluido para convertir el festival en un acontecimiento internacional de primer orden.
Antes de que arranque la aplazada (por dos veces; maldita pandemia) edición de su vigésimo aniversario, nos atrevemos a seleccionar de todos los carteles unos cuantos nombres entre lo relevante, lo inolvidable y lo gloriosamente histórico. Porque, entre sorpresas, confirmaciones, regresos, hypes y alguna que otra decepción, hemos podido hacernos un itinerario perfecto de momentos –que ya son recuerdos disfrutados a conciencia– con algunos de los mejores carteles de la historia de la música en vivo en España, y con propuestas que difícilmente se hubiesen podido ver juntas en un mismo programa. Repasamos la avalancha de artistas –más que significativos, trascendentales– que han ido definiendo el núcleo de un festival único que en 2019 alcanzó la cifra de más de 3600 conciertos celebrados en sus 19 ediciones.
Todo tiene un inicio. Y la génesis de Primavera Sound tal y como hoy lo conocemos arrancó motores el 28 de abril de 2001 en el Poble Espanyol barcelonés con una (discreta pero esperanzadora) edición que inauguró Sr. Chinarro y contó con Armand Van Helden como cabeza de cartel (fiasco), además de la presencia de, entre otros, Los Planetas, Manta Ray (los triunfadores con su rock intenso, experimental, fantasioso), DJ Godfather, The Gentle People, Le Hammond Inferno, UNKLE, el acid-jazz trasnochado de unos Faze Action nada house y la gamberrada sin sustancia de un Yasuhari Konishi recién escindido de Pizzicato Five intentando provocar con un gabber-pop más que regular: Julio Iglesias a 250bpm…
Para el recuerdo quedó la atropellada y proteica sesión, también dispersa y desconcertante, más allá del eclecticismo, de una Leila lanzando ráfagas de italo disco, funk, soul, electro, pop y electrónica abstracta. En cualquier caso, parecía claro que lo mejor, lo mejor del festival, estaba por llegar.
El modelo se afianzó en 2002 (17 y 18 de mayo). Ahí estuvieron Clem Snide (entre el rock y la emoción), la especial pero siempre problemática Cat Power, Pulp (vendiendo la efigie Jarvis Cocker: sobreactuado y encantado de haberse conocido), Camera Obscura (efecto calco a Belle And Sebastian), Giant Sand (formación de campanillas: Gelb, Burns y Convertino juntos), The Delgados (probando la receta Dave Fridmann), Nosoträsh (popemas tristes cantados con una sonrisa), Dar Ful Ful (modestia amateur), Nacho Vegas (aplacando la lluvia y pidiendo perdón por existir), Gonzales (ejerciendo de lo que le gustaría ser: chuloputas), J Mascis (acústico y a pelo), Artist Unknown (temperatura en estado de ebullición), además de Tindersticks, Spiritualized, Echo & The Bunnymen, Astrud, La Buena Vida, entre otros muchos nombres más.
La edición de 2003 –23 y 24 de mayo– tuvo un prólogo de lujo el día 22 en la sala Apolo con dos piezas de resistencia: Godspeed You! Black Emperor y su post-rock de escuela de arte, y el (fallido) estreno por aquí de The Streets, con un Mike Skinner entonado de brandy y con una banda a la búsqueda del sonido orgánico de su costumbrista e ingenioso debut, “Original Pirate Material”.
Un listado que contó con perlas como Arab Strap (sonido acústico con caja de ritmos para sus confesiones a media luz), Yo La Tengo (el negocio familiar, bien, como siempre), Teenage Fanclub (sonrisas al cielo), Future Bible Heroes (con un desganado, as usual, Stephin Merritt), John Parish (ambicioso pero desapercibido), Julian Cope (que llegó solo a Barcelona, sin mánager ni acompañante, y desapareció por la montaña de Montjuïc tras un concierto en el que tuvieron que cortarle la electricidad para que lo finalizase), Peaches (ejerciendo de lo que es: Peaches), más Belle And Sebastian, The Go-Betweens, Nacho Vegas, Antònia Font, Beef y Mary Gauthier, entre otras luminarias. Sin olvidarnos de The Montgolfier Brothers, de Mia Doi Todd, de Soledad Brothers, de Christina Rosenvinge, de la sesión del sello Def Jux (con aportaciones de El-P, Mr. Lif y RJD2) y de la de DJ Dexter. Y atención a la descomunal serie de Television, Sonic Youth, Mogwai y The White Stripes (con lluvia, además) seguidos en el mismo escenario, el Nitsa-Apolo.
Además del Poble Espanyol y Apolo, la propuesta de 2004 (del 27 al 30 de mayo) añadió el Mercat de les Flors para una retahíla de 107 nombres rutilantes y desprejuiciadamente variados estilísticamente y de todas las generaciones posibles –comprueben y asómbrense: Fernando Alfaro & Nacho Vegas, Benjamin Biolay, James Chance & The Contortions, Chicks On Speed, Lloyd Cole, Julie Delpy, The Divine Comedy, Dominique A, Edison Woods, Electrelane, Matt Elliott, Experience, The Fall, Michael Gira, David Holmes, The Hidden Cameras, Dayna Kurtz, Liars, Matmos, Mudhoney, Nina Nastasia, Ruper Ordorika, Dizzie Rascal, Scissor Sisters, Sun Kil Moon, Swell…–. Entre ellos, la disfuncionalidad emocional de Xiu Xiu pudo aliviarse un poco con un James Murphy al alza, quien pinchó disco-house y hits recuperados de la memoria histórica para que los chicos de !!! (Chk Chk Chk) le bailaran en primera fila. Para que se hagan una idea de la magnitud dance, hubo ritmos al límite con Kid606, techno minimal con The Modernist, ruido entrecortado con B. Fleischmann, UK garage con Dizzee Rascal, IDM agitada con Plaid. Por su parte, Ascii.Disko se dedicaron a invocar al fantasma de Giorgio Moroder, y los oscuros Black Strobe esgrimieron gimnasia industrial para que los chicos duros sudaran. Pero los sensibles de turno se refugiaron en la sencillez y la emoción de Owen Ashworth, el hombre Casiotone For The Painfully Alone. Del que huyeron los maduros y correosos fans de los Mudhoney de Mark Arm y Steve Turner. Otros prefirieron la esencia fina y sabia del minimalismo rock de (Smog). En fin, una barbaridad, a la que habría que añadir el momento Franz Ferdinand en su año de gloria y la presencia de Lluís Llach (superen eso).
Pero, aun así, con todo ese despliegue, nos quedamos con dos momentos epifánicos. El achuchón de dance-punk de madrugada de unos !!! (Chk Chk Chk) en pleno viaje supersónico con su batidora de rock, punk y baile y un Nic Offer vomitando (literalmente) sobre las primeras filas en pleno subidón “extático”. Y los malabarismos folk de un Devendra Banhart con “Rejoicing In The Hands” fresco; con la ayuda de Andy Cabic (Vetiver) y con Michael Gira como atento observador desde un lado del escenario, el de Houston convocó con su magia (¡esa voz sobrenatural!) los mejores espíritus del folk más ancestral reinventado desde parámetros contemporáneos, sobreponiéndose a unos inesperados (y molestos) problemas de sonido.
Por cierto, el mosqueo del festival llegó con el malhumorado Scott Herren de Prefuse 73 (cuatro y el apuntador en su show, que coincidió con la esperada reunión de los Pixies en su vuelta). Era el último año en el Poble Espanyol, pero entonces no lo sabíamos, y quizá por ello nos aprovechamos de la situación: la suma de Pixies + Wilco (por primera vez en España), un día, y PJ Harvey + Primal Scream, otro día, arrasó Montjuïc y casi la hizo desaparecer del mapa. La suerte estaba echada. Se acabó el encanto de la “montaña mágica” y sus problemas de infraestructura. La amplitud del mar se divisaba a lo lejos.
Los problemas de aforo en la edición anterior llevaron a la organización del festival a buscar un nuevo emplazamiento. La apuesta para 2005 fue la gran explanada del Fòrum, un espacio prácticamente olvidado desde la finalización del Fòrum Universal de les Cultures en el verano de 2004. Sede principal de Primavera Sound hasta el día de hoy, en su estreno al lado del Mediterráneo, entre el 26 y el 28 de mayo, se desplegó un diorama múltiple ya casi inabarcable con nombres como American Music Club, Steve Earle, Sonic Youth, Gang Of Four, Maxïmo Park, The Human League, New Order (fatal: mejor no recordarlo), The Wedding Present, Gravenhurst, Kristin Hersh, Isis, Jesu, Mercury Rev, Piano Magic, Parker & Lily, Los Planetas, Psychic TV, Radio 4, Tortoise, Ron Sexsmith, Richmond Fontaine, They Might Be Giants, Micah P. Hinson, Art Brut, Vetiver, Xavier Baró, Christina Rosenvinge (que se agenció a Steve Shelley)… Gran presencia francófona –Bertrand Betsch, Françoiz Breut, Coralie Clément, Don Nino, The Married Monk, Dominique A, Experience…– con dos instantes ya irrepetibles: la comparecencia de Daniel Darc, resucitado después de años de silencio (y con Taxi Girl archivados para siempre) por medio de “Crèvecoeur”, y la imponente performance de la iconoclasta Brigitte Fontaine, mito viviente de la chanson menos acomodada. Acompañada por su inseparable Areski, la diva encandiló a los pocos valientes que permanecieron en el Auditori con su pop-funk torcido y delirante.
Asimismo, 2005 fue el año de la inmaculada estampa de un Vic Chesnutt tan frágil como poderoso en una actuación, también en el Auditori, para enmarcar en la que hiló temas de todo su repertorio y de “Ghetto Bells”, su (entonces) último disco; fue su única aparición en solitario en el Primavera Sound. Y en el mismo Auditori se pusieron de largo Antony And The Johnsons: entre “My Lady Story” y la versión de “Candy Says” de Lou Reed –también recordó a Leonard Cohen con “The Guests”–, confirmación en toda regla de la exquisitez del sentimentalismo depurado de su pop de cámara, entre el cabaret, el jazz y lo imprevisible.
David Thomas & Two Pale Boys, por cierto, dieron una lección de personalidad contracorriente: impagable el genial Pere Ubu, ajeno a todo, con su delantal rojo, su voz raspada y sus tragos de cerveza. También fue el año en el que debutaron Arcade Fire entre nosotros: épica comunitaria con división de opiniones. Y, por supuesto, llegaron los primeros grandes clásicos canónicos del rock en la historia del festival: Iggy And The Stooges.
El Auditori explosionó en 2006 con la descarga de Shellac. Steve Albini, Bob Weston y Todd Trainer intoxicaron las gradas del teatro con una porción de rock en modo hardcore tan matemática como visceral. Uno de los talismanes de Primavera Sound –desde entonces, han tocado trece veces a lo largo del festival; en todas sus ediciones menos en la de 2007– en una de sus prestaciones más crudas y dinámicas, que ya es decir.
Y las históricas ESG (en el CD Drome), una de las piedras preciosas de la Nueva York más aventurera, abrieron su vivificante funk minimalista con sus percusiones en hueso y su bajo en estéreo. Las hermanas Scroggins reclamaron su legado como auténticas pioneras del avant-funk, una línea imaginaria que, escaneada, forma parte del ADN de todos los aplicados alumnos de DFA.
Más historia en el Auditori: la elusiva Vashti Bunyan de nuevo sobre un escenario, casi cuatro décadas después de “Just Another Diamond Day” (1970), esa imperecedera gema folk grabada bajo los auspicios de Joe Boyd. Sutileza sobreviviendo con hermosura a los pliegues del tiempo.
Son tres muestras (¡pero qué muestras!) de un cartel (del 29 de mayo al 4 de junio) por el que se pasearon, entre otros y otras, Animal Collective, Richard Hawley, Dinosaur Jr., Akron/Family, No-Neck Blues Band, Deerhoof, Boredoms, Babyshambles, Big Star, Lambchop, José González, Mick Harvey, Stereolab, Violent Femmes, The Flaming Lip, Killing Joke, Anari, Surfin’ Bichos… También Undertow Orchestra (Mark Eitzel, Vic Chesnutt, David Bazar, Will Johnson y Scott Danbom: supergrupo en el Auditori), The New Christs (Rob Younger y el mojo del mejor rock australiano), Yeah Yeah Yeahs (Karen O y su rock fashion bajo el sol), Tender Forever (freakismo naíf, el de esta francesa de origen español asentada en K Records), Jens Lekman (el crooner sueco, con broma final a José González) y Ferenc (la puesta de largo de DJ Fra y Maxi Ruiz, devotos del minimal techno alemán).
La performance de I’m From Barcelona fue como un karaoke chispeante de Viva La Gente al que se unieron, desde el escenario, los miembros de Why? (collage indie de sonidos multidisciplinares también presente en el cartel) y, entre bambalinas, el alcalde Joan Clos, suplicando hacerse la foto de rigor: los políticos son así, y Barcelona también. Nada raro en un festival en el que –ole– coincidieron en su cartel Mortörhead (forajidos del metal al borde del mar) y Sisa (placentera sobremesa galáctica en el Auditori). Y vino el más clásico de todos los rockeros con enjundia: Lou Reed. Yeah.
El podio de 2007 (del 31 de mayo al 2 de junio) fue para Lisabö y su lección de furia post-hardcore. Un torbellino de electricidad tensa e intimidante que los de Irún bordaron entre crescendos espectaculares y precisión quirúrgica. El escenario CD Drome tembló con la física invasión de estos vascos ganadores en un cartel en el que también pudimos escuchar a, por ejemplo, Barry Adamson, Black Lips, Blonde Redhead, Built To Spill, Buzzcocks (decadentes; maldita sea), Kimya Dawson, The Durutti Column, Hot Chip, Melvins, múm, Elvis Perkins, Pelican y Ted Leo & The Pharmacist.
Problemas para The Dirty Three (Warren Ellis luchando contra las inclemencias del viento y del sonido de otro escenario cercano) y The Good, The Bad And The Queen (“comidos” por el estruendo de Lisabö, pero ahí estuvieron un Clash, Paul Simonon, y el inventor del afrobeat, Tony Allen), aunque no para una imponente y fibrada Kim Gordon abanderando el sonido madre de Sonic Youth al revivir “Daydream Nation”, disco de 1988 que sonaba a gloria bendita en 2007: el volumen y la improvisación eran esto, claro. Slint hicieron lo propio con su mítico e influyente “Spiderland”, de 1991. Clásicos fin de siglo, como, por supuesto, la gran Patti Smith y, ya, quizá, Wilco.
Convencieron a lo grande Billy Bragg, The Fall, Ginferno y Los Planetas. Así como las sesiones con duende de Diplo, DJ Yoda y Kid Koala. Igual que las extravagancias con enjundia de Battles, Fennesz & Mike Patton y Grizzly Bear. Debutaron en España Band Of Horses, Modest Mouse y Beirut (esa fanfarria cool de bodas y funerales que causó impresión). Hubo momentos especiales, ¡orquestados!, con Matt Elliott y Spiritualized.
¿Recuerdan eso que se llamó afro-indie? Vampire Weekend llegaron a la edición de 2008 (del 29 al 31 de mayo) con su debut homónimo todavía lozano para ilustrarnos y, de paso, convertirse en uno de los highlights de la edición. Pop saltarín y pluscuamperfecto para mover la cabeza o los pies (o ambas cosas a la vez: cómo no hacerlo cuando suenan “Oxford Coma”, “Cape Cod Kwassa Kwassa” o “A-Punk”). Frescos, en su punto y en el momento perfecto.
Momento perfecto también para Portishead, presentando “Third” tras una década de inactividad. Y por partida doble: al aire libre (29 de mayo) y con cameo de Chuck D –y es que Public Enemy habían llegado para deleitarnos con su revisión del mayestático “It Takes A Nation Of Millions To Hold Us Back” de 1988– durante la interpretación de “Machine Gun”, y en el Auditori (30 de mayo) entre el delirio del público que invadió el escenario al ritmo de “We Carry On” y con una Beth Gibbons, brindando y embriagada, contagiada de la euforia que el trío bristoliano consiguió transmitir.
“Omega” (1996) también revivió este 2008 con Morente & Lagartija Nick lanzando rayos y truenos de rock catártico y soflamas flamencas. Uno de los pilares de la revolución jonda materializándose por derecho y ensamblando con sabiduría a García Lorca y Leonard Cohen. Tradición y modernidad que no caducó y que aún hoy es un cuaderno de bitácora para los navegantes más osados. Interpretaron “Hallelujah”, claro, como también lo hizo en el festival Rufus Wainwright.
Otro as de esta edición fue el debutante Bon Iver, que llegó en formato trío a un Auditori que no se llenó (la hora: cuatro de la tarde) y que tan solo los que habían quedado hechizados por “For Emma, Forever Ago” (2007) no se quisieron perder. Mimbres acústicos y el falsete de Justin Vernon en su etapa más pura y directa, todavía alejado de los barroquismos que llegarían años más tarde.
Estas medallas de oro ex aequo tuvieron escoltas de lujo: ahí ficharon, por ejemplo, The Bug, Magnolia Electric Co., Andrew Bird, The Drones, Jay Reatard, Ezra Furman And The Harpoons, The Pains Of Being Pure At Heart, Dan Deacon, Bat For Lashes, Ariel Pink’s Haunted Graffiti, Fucked Up, The Horrors, Bloc Party, Phoenix, The Jayhawks, Spiritualized, The Jesus Lizard, Jarvis Cocker, Saint Etienne, Joe Henry, Los Punsetes, DJ /rupture, Spectrum, Sunn O))), Ghostface Killah, El-P, La Bien Querida, The Tallest Man On Earth…
Y más madera: lo de Crystal Antlers fue hardcore a la californiana, y lo de Vivian Girls se aproximó; salieron, gritaron “Visca el Barça y visca Catalunya!” y se pusieron manos a la obra: punk pop del libro Ramones. Jeremy Jay jugó a ser el tipo que cae bien gracias a su retrovisión de los 50 hecha como si todavía viviésemos en los 80. Y Alela Diane fue un primor que nos sirvió, con la ayuda de su padre a la guitarra y mandolina, el concierto folk, vertiente esencia primitiva, del festival. Unos dubitativos Magik Markers, con problemas de sonido, perseveraron en la imitación de su modelo sagrado, los sospechosos habituales Sonic Youth. Los vintage Kitty, Daisy & Lewis demostraron que les faltaba rodaje de verdad y que les sobraba pose. Y por increíble que pareciese, Throwing Muses debutaron en España en 2009: hola a la vieja escuela del indie de Boston. Los escoceses The Vaselines, por su parte, nos hicieron vivir otra ineludible cita amateur con la historia: this is pop. Pero en el festival también tocaron Michael Nyman y The Bad Plus. ¿Pop?
Y llegó 2010. Un día antes de que arrancase el festival, Los Planetas actuaron en el Castillo de Montjuïc en una fiesta privada, ante unas ochocientas personas, para celebrar los diez años de Primavera Sound. Habló el socialista Ferran Mascarell, uno de los políticos que más creyó en el festival en sus inicios. En ese instante todavía no se sabía nada de su posterior incorporación al gobierno de CiU. Soplaba viento esa noche.
Ya en el Fòrum, apoteosis con Pet Shop Boys con la multitud embobada y levitando mientras el show no paraba y Neil Tennant y Chris Lowe hacían trucos de magia (estética y musical) al ritmo de “It’s A Sin”, “Being Boring”, “Go West”, “New York City Boy”, “Suburbia” y “West End Girls” hasta completar un set de veinte temas que convirtió la noche en una fiesta multicolor de tecnopop para todos los públicos.
De la euforia a la delicatassen que supuso poder ver en acción al gran Van Dyke Parks. Presentado por Clare Muldaur (Clare And The Reasons), su respaldo musical (violín, guitarra, chelo), como “lo más grande del festival”, el genio de Misisipi se colocó frente a su piano y nos acompañó en un viaje por el tiempo de la mejor tradición musical americana. Una verdadera pieza de historia haciendo honor a un currículo que lo ha llevado de Randy Newman a Harry Nilsson, de Ry Cooder a Joanna Newsom (y nos quedamos cortos, cortísimos).
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