El jazz vive hoy un nuevo momento de transformación y evolución tras haber dinamitado sus límites estilísticos en repetidas revoluciones. Y los artistas responsables de ese estado de cosas no solo se encuentran en Inglaterra y Estados Unidos, lugares a los que todo el mundo mira cuando utilizamos esa escurridiza etiqueta de “nuevo jazz”; también aquí contamos con jóvenes baluartes como Irene Reig, Rita Payés, los hermanos Casares o (entre otros) esta trompetista y cantante nacida en Avinyó en 1995 que tomó en su momento la ruta del “exilio cultural” que casi todos ellos se ven forzados a seguir para encontrar páramos más propicios para estudiar y crear música. En su caso fue en La Haya y en Ámsterdam, en cuyo prestigioso conservatorio consiguió el máster de trompeta jazz. Luego volvió a casa y nos sorprendió con “Origens” (2018), su primer trabajo, con el cual consiguió la debida atención hacia una propuesta que sonaba fresca y novedosa.

“Alades” (2020) fue su continuación, y la confirmación de que estábamos ante una artista sorprendente, versátil y con un sonido propio; esa es quizá su mayor baza, una rúbrica personal e intransferible, un sonido totalmente reconocible del que vuelve a hacer gala en esta fascinante y adictiva colección de cortes musicales que son como retratos sin maquillaje de una artista honesta y consecuente. “Mi intención no es innovar, sino encontrar mi propio lugar y desde donde digo las cosas”, nos aclara ella misma.

Ese lugar no es plano ni acomodaticio y la artista sabe jugar sus cartas para que su apabullante versatilidad no juegue en su contra, sino que le permita sumar enteros a su propuesta, tan recomendable en estudio como en directo. Por ello se permite trabajar al mismo tiempo en proyectos paralelos y junto a cómplices artísticos como Rodrigo Laviña y su Combo, Ulls Clucs, la Orquestra de Músiques d’Arrel de Catalunya, Sons d’un País (junto a su hermano Santi) o Las Albitas.

Además, una de las bazas más importantes de su propuesta personal es el tratamiento de escogidos ejemplos del cancionero tradicional catalán para dotarlos de su propio brillo; ya lo hizo con la estremecedora “Corrandes d’exili” de Joan Oliver/Pere Quart y Lluís Llach, y ahora vuelve a ello con “Un núvol blanc”, también de Llach y a la que Alba Careta le da una sorprendente deriva jazzística, y “A voltes en el cor”, original de Toti Soler y que aquí encontramos poderosamente desnuda y sustentada solo por la voz y el contrabajo.

Una vez más esta brillante figura de nuestro nuevo jazz se ha sabido rodear de cuatro excelentes músicos, con los que le une una gran complicidad, para entregarnos esta nueva muestra de su arte bajo el título de “Teia”, una madera resinosa que arde con facilidad, alegoría fiel de las emociones que su música despierta en todo aquel que se arrime a su fuego abrasador. ∎