Publicado originalmente en 1997 y actualizado en 2001, “Retratos de jazz” es una colección de textos breves sobre jazzmen relevantes escritos por Haruki Murakami (Kioto, 1949) para ilustrar los dibujos realizados sobre estos músicos por Makoto Wada (Osaka, 1936-Tokio, 2019). El procedimiento de este precioso volumen, editado ahora en castellano y catalán (Tusquets/Empúries), es inverso al habitual, donde los dibujantes ilustran textos escritos. La simbiosis, en todo caso, es modélica. Las líneas sencillas al pastel de Wada que capturan con precisión el estado de ánimo de cada músico –especialmente logrados los dibujos de Thelonious Monk, Lionel Hampton, Charlie Parker, Gene Krupa, Shelly Manne, Louis Armstrong, Dexter Gordon y los elegantísimos cuatro componentes del Modern Jazz Quartet– combinan a la perfección con las descripciones que Murakami hace de sus héroes del jazz clásico, fruto de su pasión desde que en la edad joven frecuentara locales dedicados al género. Antes de escribir sobre Chet Baker, Miles Davis, Billie Holiday, Django Reindhart, Eric Dolphy y compañía, el autor de “Kafka en la orilla” (2002; Tusquets, 2013) regentó con su esposa un pequeño club de jazz, de nombre Peter Cat, en el que, a mediados de la década de los setenta, pinchaba vinilos de su generosa colección personal. Cada artista recibe dos páginas en las que se pergeña la relación emocional que el novelista ha establecido a lo largo de los años con cada uno de ellos y se destaca una de sus obras, más otra página con la correspondiente ilustración de Wada y una cuarta con una breve nota biográfica del músico en cuestión.
De los cincuenta y cinco retratados, solo uno, Herbie Hancock, un autor que tiene buen olfato para captar las tendencias de cada momento, según Murakami, está vivo y en activo. Algunos más (Frank Sinatra, Tony Bennett, Oscar Peterson, Ornette Coleman, Herbie Mann, Lionel Hampton, el vibrafonista Milt Jackson del Modern Jazz Quartet) estaban vivos cuando el libro vio la luz en Japón. Los textos no responden a un canon concreto ni pretenden sentar cátedra alguna. Murakami se muestra humilde desde el prefacio y reclama que el lector no juzgue sus opiniones, que son las de un ferviente melómano jazzístico antes que las de un crítico o especialista. Esta libertad le permite, por ejemplo, que en las páginas dedicadas a Bill Evans hable tanto del pianista como del contrabajista Scott LaFaro (muerto a los 25 años en accidente de coche), convirtiendo al segundo en figura esencial para la música del primero: “La pasión febril de la época en que tocaba con LaFaro acabó disolviéndose hasta desaparecer, como un amor que parece eterno y se queda en pasajero”.
Cuando se centra en Charlie Parker, termina ensalzando a Buddy Rich, el batería con el que el saxofonista y Dizzy Gillespie grabaron el álbum “Bird And Dizz” (1950). Al referirse a Charlie Mingus asocia su disco “Pithecantropus Erectus” (1956) con el bar del mismo nombre en Shinjuku donde Murakami escuchaba jazz en 1970. Emparenta el tema “Jitterburg Waltz” de Fats Waller con el inicio al órgano de “Light My Fire” de The Doors. Escribe sobre Ella Fitzgerald, pero escoge uno de los dos discos que la cantante registró con Louis Armstrong, “Ella & Louis Again” (1957), y su fina prosa discurre sobre la versión de “These Foolish Things” que el dúo acometió con el trío de Oscar Peterson, al que define así:“Cual blusa de seda, se adapta a la piel de la canción, sin pegarse demasiado a ella”. Según Murakami, Coleman Hawkins tenía con el saxo tenor un fraseo temerario y ambicioso, mientras que el de Ben Webster era meloso y directo, además de equilibrado, y el de Lester Young poseía un lirismo suave y atrevido, de vuelos más libres. De la vocalista Anita O’Day asegura maravillado que todo lo que canta lo convierte en jazz. Esta es la tónica del libro: Murakami conecta con Wada, que es quien decidió la lista de músicos a retratar, porque todos los retratados aquí lo emocionaban, estimulaban y maravillaban. Seguro que siguen haciéndolo. Este es un libro sencillo, grácil, de prosa suave y aérea –como los fraseos de sus saxofonistas preferidos–, y muy ameno sobre historia del jazz y cómo la ha interiorizado –e influido en la composición de sus palabras– uno de los literatos vivos más importantes. ∎
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