Single

Jonathan Richman

YatasamarounBlue Arrow, 2023

03. 04. 2023

Volvemos al bueno de Jonathan Richman. El hombre de Massachusetts que no tiene computadora –ahora se llaman de otra forma–, ni teléfono móvil, ni consecuente presencia en redes sociales –ni siquiera por poderes como al fin Lawrence Hayward, una especie de renegado redimible en esta materia–. El cantante que canta solo lo que siente y que no canta lo que no siente. Lo hacemos periódicamente con gran deleite y por diferentes motivos. Creo que fue Woody Allen uno de los que dijo que la clave del éxito es la insistencia. Desde mediados de los años setenta, este desprejuiciado artista ha hecho lo que le ha dado la gana, y supongo que también lo que le han dejado.

Al menos desde “SA!” (2018), Richman pilotó un viraje –no sabría decir si hermético o en realidad bastante explícito– hacia algo todavía más místico que su propio estilo de vida natural, sin perder por el camino su clásico sentido del humor. El itinerario ético de Richman tiene un perfil similar al de personajes que solo América puede producir, como Eden Ahbez, el autor de “Nature Boy”. Acogido desde 2015 por Blue Arrow Records, el sello de Cleveland con el que Richman mantiene una especie de representación personal –la única forma de contactarle es a través de ellos–, el compositor de “Pablo Picasso” o “I Was Dancing In The Lesbian Bar” ha venido publicando discos-diario como “Just A Spark, On Journey From The Dark” (2021) –Munster Records lo sacó en España – o el más reciente “Want To Visit My Inner House?” (2022), con la ayuda desinteresada de Jerry Harrison en los teclados, viejo compinche en Modern Lovers y cuarta pata de Talking Heads.

En el contexto de este nuevo arreón creativo de Richman llega por sorpresa “Yatasamaroun”, un EP cuyo título en árabe traduce como “amantes hablando suavemente bajo la luz de la luna”. El recurso a otros idiomas ha sido habitual en la carrera de Richman, ya sea en títulos –su álbum “Ishkode! Ishkode!” (2016) significa “fuego” en ojibwe, una lengua nativa americana– como en las letras de unas canciones que chapurrea sin pudor bajo un principio filosófico universal: expresar sentimientos distintos a los que te capacita la lengua habitual. Esto es parte de lo que canta en el tercer corte, “En la discoteca reggaeton”, de su nuevo disco: “Con sus jóvenes nerviosos, se encuentran con estados ajenados y hermosos (…); mira que me quedo no sabiendo por la ciencia trascendiendo; a-reggaeton, reggaeton, a mí me gusta el reggaeton (…); bóveda, tumba, cripto, penumbra y oscuridad, entreme donde no supe y vi los huecos de la más allá; reggaeton, reggaeton, a mí me gusta el reggaeton”. Lo que es arriba es abajo, o todo está conectado, reza uno de los principios fundamentales del hermetismo. Harrison interviene al piano y seguro que a carcajada limpia –aunque sea en tecnológico mute–.

No esperen esta vez la lectura rock’n’roll que suele caracterizar a Richman. Su nueva “fusión” tiende a Oriente Medio y, por supuesto, (al) más acá. Vemos necesario abordar ya un informe sobre música y comicidad. Richman entraría en él con letras de oro damasquinado si no fuese porque su lectura de la zarzuela de la vida va completamente en serio. Si no, ¿de qué tanta resistencia? “En la discoteca reggaeton” no es sino una versión “latina” de “Yatasamaroun”, pieza de aromática cadencia que recuerda un poco a “Egyptian Reggae”. Celebra la naturaleza, el amor sensual y su cercanía insustituible a base de texturas indias y ritmos arábigos. En ella intervienen los misteriosos Anton Sheverjiev y Khalid El Boujami –percusiones y voces–, los ya conocidos Nick Augustine –bajo– y Tommy Larkins –batería–, así como Mehdi Zouhri en la voz principal, de quien sospechamos que es el propio Jonathan Richman, también a las guitarras acústicas. Las tamburas están a cargo de Nicole Montalbano, su esposa. Completan su breve “Extended Mix” de apenas un minuto adicional y una versión del reggae “I’m In A Dancing Mood”, del gran Delroy Wilson, de nuevo a ritmo libre de reguetón, según explica Richman al principio del corte, y que traduce al castellano richmaníaco llegado el final, cantándolo como si su mujer le estuviese agarrando del brazo para sacarlo del escenario: Estoy listo pa’ bailar, estoy listo pa’ comunicar, estoy listo, déjame bailar, déjame cantar, celebrar…” el drama de la vida que embriagados de ella como Jonathan Richman –mucho menos de lo que parece– nos la sirven mucho más digerible, feliz y, casi mejor, alegre. Todo desde Bandcamp. El CD saldrá en mayo. ∎

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