Michael Jordan: el genio y sus sneakers.
Michael Jordan: el genio y sus sneakers.

Informe

Nombre, marca y mito: la historia de las zapatillas de Michael Jordan

Si no las has llevado, seguramente las has visto, y deseado, en algún escaparate. Son las Air Jordan, probablemente las sneakers más míticas de los 80, indisociables del jugador de básquet que les da nombre, Michael Jordan, y responsables directas del auge comercial de Nike. En este artículo, repasamos la historia de un verdadero icono.

13. 07. 2021

His Airness, el G.O.A.T., Aerolíneas Jordan, Air Jordan, J’s… Da igual si nos referimos a la persona, al atleta, al mito o a la zapatilla. En su figura, todo se entremezcla. Estamos hablando, cómo no, de Michael Jordan y sus sneakers. Espoleada por el estreno en 2020 de “The Last Dance” (la miniserie producida por ESPN y distribuida por Netflix) y, ese mismo año, por el documental “One Man & His Shoes” (dirigido por Yemi Bamiro y centrado en el fenómeno de Jordan desde el punto de vista de su calzado), la figura del baloncestista vuelve a estar más presente que nunca (aunque hayan transcurrido ya casi dos décadas desde su retirada). Posiblemente, esta última pieza sea de las que mejor explica el nacimiento de la marca Air Jordan, sin recurrir a sentimentalismos o mitos. Y lo hace porque da voz a la gente que estuvo allí: a Peter Moore o a Sonny Vaccaro (que ya mostró su descontento por no aparecer en “The Last Dance”).

La franquicia Jordan (que un deportista cuente con su propia submarca es una anomalía que nos debería indicar su grandeza) registró en el año fiscal 2020 ingresos por valor de 3600 millones de dólares, creciendo un 15% en plena pandemia. Para poder establecer una comparación de lo que esto supone, los ingresos de Nike en su conjunto en el último trimestre registrado en el momento de redactar este texto fueron de 10.400 millones de dólares (Nike no reporta datos de Jordan Brand desagregados por trimestre). No es casualidad que la lista Forbes establezca en 1600 millones de dólares la fortuna del baloncestista. ¿Qué ha pasado en todo este tiempo para llegar hasta aquí?

A mediados de los 80, Nike se encontraba en una posición compleja. En 1980, la compañía había llevado a cabo una IPO (oferta pública de venta, por sus siglas en inglés), comenzando a cotizar en el mercado. Esto había convertido a su núcleo duro –un grupo muy reducido que se hacían llamar a sí mismos los “buttheads” y que se caracterizaban por una combinación de trabajo, diversión y actitudes en ocasiones muy cuestionables, tal como explicaron J.B. Strasser y Laurie Becklund en “Swoosh” (1991) y el mismísimo fundador de Nike, Phil Knight, en sus memorias, “Shoe Dog” (2016)– en multimillonarios. Pero también llevó fricciones a la compañía y redujo su libertad de operar como hasta entonces. Nike se había caracterizado por un espíritu rebelde y una forma nada convencional de operar (y muy poco adecuada, según los estándares actuales). Sin embargo, al mismo tiempo, entendía bien a los deportistas y al público en general. O, por lo menos hasta esa década, ya que Reebok estaba comenzando a comerles terreno al introducirse en el negocio del fitness, que desde Nike descartaron –y ridiculizaron– por considerar que no se trataba realmente de un deporte.

En ese contexto, Nike quería replicar en baloncesto lo que ya había logrado en atletismo: ser la marca por excelencia. La compañía contaba con aproximadamente 120 baloncestistas en nómina (aproximadamente la mitad de la NBA), pero no representaba a ninguno de los grandes nombres. La estrategia futura pasaba por no renovar los contratos que vencían, rescindir el máximo posible de los restantes (animándolos a fichar por la competencia e incluso estando dispuestos a poner dinero para ello) y contratar con el dinero ahorrado a una superestrella que llevase el crecimiento sobre sus espaldas. El elegido fue, como no podía ser de otra manera, Michael Jordan.

Y lo fue gracias a la insistencia de Sonny Vaccaro, cuya descripción estaría más cerca de la de un personaje de una película de Martin Scorsese que de nada que tuviese que ver con el deporte. Vaccaro entró en la órbita de Nike a finales de los 70 y ayudó a la marca a desarrollar su presencia en el básquet, reforzando su posicionamiento en las ligas universitarias. En los 80, con su recomendación y su vehemencia, llevaría esta relación a un nivel jamás visto.

Las otras personas “culpables” de convertir a Jordan en un icono (al menos, inicialmente)  fueron Rob Strasser y Peter Moore. El primero era el director de marketing en aquellos años y el segundo era su diseñador de confianza. Formaron una de las duplas creativas más importantes de la historia del marketing deportivo; y el primero ha sido imprescindible para entender el éxito (y la salvación, en algunos otros momentos) de Nike. Aunque abandonaron la marca (acabarían tiempo después en adidas) y, como tal serían borrados de la historia oficial, juntos idearon el concepto de “Air Jordan” (basándose en una idea de David Falk, el agente de Jordan) y el logo inicial de un balón con alas. Ambos tenían claro que el éxito pasaba por hacer de Michael una marca en sí misma, dotándola de entidad, producto propio y recursos para promoción.

Esos fueron, de hecho, los ingredientes con los que intentaron ganarse a Michael Jordan en la presentación que le hicieron para convencerle de que fichase por Nike. Jordan se mantuvo impertérrito durante toda la reunión, incluso cuando decidió acudir al CEO Phil Knight. Jordan tenía claro que quería irse con adidas porque era su marca favorita. El problema es que al otro lado de la línea lo que se encontró fue el silencio: ni adidas ni tampoco Converse (las dos marcas que por aquel entonces podían ofrecerle un contrato interesante) estaban muy por la labor de realizar una inversión. Nike, por su parte, ofrecía cerrar un acuerdo que, según fuentes de la época, se cifraba en unos 2,5 millones de dólares y una duración de cinco años; pero que incluía cláusulas de royalties por ventas de zapatillas, tanto para la línea Jordan como la línea Nike Air (tecnología que saldría al mercado también en esos años y sería el otro gran salvador de Nike). Esta propuesta convertiría a Jordan en virtualmente multimillonario, un hecho que no le resultó especialmente llamativo, ya que Jordan llegó a intentar convencer a adidas de que le ofreciesen algo remotamente parecido a lo que Nike ponía sobre la mesa para irse con ellos.  

El diseño de las Jordan 3: el mito se desarrolla.
El diseño de las Jordan 3: el mito se desarrolla.

No fue así, y Jordan acabó en Nike. La rúbrica del contrato se haría con tan poco margen (con la temporada 1984-85 ya empezada) que la primera zapatilla que hoy conocemos como Jordan no llegaría hasta abril del 85. Esta eventualidad dio lugar a una de esas historias míticas por basarse casi en la pura fantasía. Para convencer a Jordan de ir a Nike, Peter Moore le había mostrado al deportista diseños de zapatillas con los colores de los Bulls (negro, rojo y blanco). Sin embargo, la NBA había establecido una regla de uniformidad, y esta elección de colores atentaba contra ella, haciendo que Jordan se arriesgara a una multa por usarlas en un partido oficial. La NBA llegó a avisar al jugador de este hecho en una carta (supuestamente emitida a principios de temporada, aunque recibida meses después). En Nike utilizarían esto como parte de su estrategia de marketing, promocionando las Jordan 1 como las zapatillas “prohibidas” (banned) por la NBA. En realidad esto nunca fue así, ya que, como hemos dicho, esta zapatilla no se comercializó hasta abril y no fue utilizada en un partido oficial de la NBA con esos colores. En todo caso, las zapatillas que hoy conocemos como “Banned” fueron unas Nike Air Ship (diseñadas por Bruce Kilgore), pero en el imaginario popular el relato es otro. Y el relato es otro también porque el impacto de Jordan en la liga y en Nike fue inmenso casi desde el comienzo. Las previsiones de Nike para las Air Jordan eran vender 100.000 pares. Apenas mes y medio después de iniciar la comercialización, ya habían producido un millón y medio de ellos.

El éxito de Jordan como franquicia de calzado se sustenta en múltiples motivos, intrínsecos y extrínsecos. Por una parte, Nike puso toda la maquinaria interna, y el capital creativo de la agencia publicitaria Wieden+Kennedy, al servicio de su atleta. La NBA se encontraba, además, en un punto de inflexión, recién estrenado el mandato de David Stern, que sería el responsable de modernizar y profesionalizar la liga. En Jordan encontraron una figura que representaba los valores necesarios para llevar a cabo ese proceso. El jugador, por su parte, encontraría resonancia en el público. Jugando en un mercado como al que daba acceso la ciudad de Chicago, Jordan tenía calidad, actitud ganadora y una imagen carismática y universal, capaz de conectar con grandes audiencias.

Todo ello fue acompañado de producto. Tras el éxito de las Jordan I vendrían las Jordan 2, que comercialmente no fueron capaces de seguir la estela. La idea detrás de esta versión era muy potente (de hecho, a nivel de códigos de diseño son las que más dignamente han envejecido) y a nivel de calidad de materiales fueron de las mejores Jordan (producidas, por cierto, en Italia), pero no terminaron de encajar a nivel de ventas. Algunas fuentes citan el precio –alrededor de 100 dólares– como causa de su menor éxito, pero las Jordan 3 se situaron también en esa horquilla, lo cual no fue óbice para su buen funcionamiento.

Rey del clutch, la carrera de Jordan estuvo plagada de momentos en los que el éxito de la misma se basó en decisiones tomadas en décimas de segundo en forma de tiros decisivos. Esos mismos puntos de inflexión también estuvieron presentes en su carrera en el mundo de las zapatillas. Por ejemplo, cuando tras lanzar esas Jordan II, Michael no se veía nada convencido sobre su futuro en Nike de cara a la finalización de su contrato. En parte porque las personas que habían sido su punto de referencia en la compañía (Strasser y Moore) ya no formaban parte de ella. Todo ello cambió con las Jordan III. Tinker Hatfield, que por aquel entonces no era el icono que es hoy, fue el encargado de firmar el diseño de las nuevas zapatillas Jordan. Hatfield acertó de pleno con la propuesta (en parte fruto de haber conocido y escuchado a Michael) y, como supuestamente comentó Phil Knight, el futuro de Nike se salvó ese día.

Seguramente, la responsabilidad de que hoy Jordan sea más un logo que un nombre no viene de Tinker Hatfield. Lo que sí sucedió es que, con las Jordan III, por fin se dio con un producto moderno e innovador, pero a la vez alineado con el gusto del público. Nike acertó arriesgándose (como solía hacer siempre, por otra parte) con la promoción de la figura de Jordan, especialmente por contar con Spike Lee y su personaje Mars Blackmon, que firmaron unas campañas publicitarias que todavía hoy son referencia. La carrera de Jordan a partir de ese momento comenzó a tomar forma y alcanzar nuevas cuotas, con hitos como su participación en el concurso de mates del All Star, en el que sus zapatillas fueron casi tan protagonistas como el propio atleta. 

Jordan y Spike Lee (Mars Blackmon): complicidad y promoción.
Jordan y Spike Lee (Mars Blackmon): complicidad y promoción.

Desde Nike también empezaron a tratar a su figura como eso: una figura completa; y a acompañar las zapatillas de toda una línea textil. De hecho, la intención de Rob Strasser antes de abandonar Nike era la de convertir la línea Jordan en una especie de Ralph Lauren, con el jumpman (el logo de Michael Jordan en el que aparece silueteado con las piernas abiertas hacia un mate) siendo una especie de caballo de Polo. Aunque hablar de Jordan como Polo sean quizá palabras mayores, la entidad con la que se empezó a tratar a Nike en Oregón fue mucho mayor que la que se le daría a una estrella del deporte.

Todo ello fue acompañado del desarrollo que la cultura popular estadounidense tuvo a nivel global por aquel entonces, así como la explosión de corrientes como el rap, con el que el básquet (y, por extensión, Jordan) tenía una cierta conexión estética y una presencia más o menos continuada a nivel de letras. A todo esto también ayudó, de forma tangencial, la explotación que otras marcas como Gatorade llevaban a cabo de la imagen de Michael Jordan.

Del mismo modo que pocos pueden presumir de gestas como los dos three-peats (tres campeonatos consecutivos) logrados por los Bulls capitaneados por Michael Jordan, tampoco muchos deportistas cuentan en su haber con una sucesión de modelos de zapatillas tan exitosas como las primeras Jordan. Con detalles y discusiones abiertas en función de gustos, hasta las Jordan 13 existe una especie de consenso generalizado de que nos encontramos ante grandes zapatillas (especialmente en materia de diseño), gozando del estatus de sold out con facilidad ante cada reedición.

En pleno 2021, las Jordan 1 vuelven a ser uno de los pares más codiciados por coleccionistas y fashionistas en general. Hasta 2016, desde Nike solo habían reeditado esta zapatilla en cinco ocasiones (1994, 2001, 2009, 2011, 2013 y 2016) y la fama de este modelo había pasado por épocas de luces y de sombras. Pero en 2020 perdimos la cuenta de las nuevas combinaciones de colores y versiones, entre las que podemos citar la colaboración entre Nike y Dior. En parte motivado por haber sido incluidas en la colección “The Ten”, en la cual Virgil Abloh modificó diez siluetas de Nike y Converse y dio lugar a una reexplosión de su popularidad, llevando con ello el mundo de las zapatillas a un nuevo nivel dominado por el hype y la reventa. El buen hacer a nivel comercial de Nike, que ha sabido revitalizar esta zapatilla jugando con los lanzamientos limitados, también ha influido, con un férreo control de las unidades comercializadas, lo que hace aumentar la deseabilidad de los mismos.

Mucho ha cambiado desde aquel abril del 85 en el que las primeras Jordan vieron la luz, rondando apenas los 60 dólares, hasta hoy, cuando ese mismo modelo ha superado los 40.000 dólares en plataformas de compra-venta como StockX. Jordan como nombre es sinónimo de uno de los atletas más famosos de todos los tiempos. Y también es la marca que revolucionó la industria de las zapatillas. ∎

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