John Zorn es un habitual del Jazzaldia. Esta fue su tercera visita al festival en formato maratón, pero en 2015 actúo con el Bladerunner Trio formado junto a Bill Laswell y Dave Lombardo. En la edición de 2013 presentó Masada Marathon, el único de los conciertos en este formato estelar que realizó en Europa aquel año. Fue una única sesión con doce grupos. Repitió en 2019 con Bagatelles Marathon, dividido en dos días y con catorce grupos. En esta última ocasión, la furia ha combinado bien con la calma, pero el reparto ha sido más relajado: tres conciertos dobles en tres días, con seis bandas y diez músicos rotando de unas a otras. Todo más tranquilo, menos grupos, menos músicos, más días y algo más de tiempo para cada actuación. Si en los anteriores maratones cada banda, solista o dúo tocaba entre 20 y 25 minutos, en este tercer encuentro menos maratoniano han podido explayarse desde los 35 hasta los 55 minutos. No ha sido tanto un maratón, sino más bien una panorámica de su actual obra dividida en seis partes.
Abrieron el fuego la tarde del viernes 26 en el Auditorio Kursaaal el delicado dueto acústico de los guitarristas Julian Lage y Gyan Riley y el trío liderado por el pianista Brian Marsella, con Jorge Roeder al contrabajo y Ches Smith a la batería. No son las formaciones en sí, sino la obra o concepto zorniano que interpretan en directo. En el caso de Gyan Riley y Julian Lage se había anunciado en su momento que tocarían “Quatrain” (2023), la obra para guitarras que Zorn compuso bajo el influjo de la formidable novela de aventuras iniciáticas “Huracán en Jamaica” (Richard Hughes, 1944), pero al final lo que ejecutaron fueron los temas de “Teresa de Avila” (2020), disco en cuya grabación participó un tercer guitarrista, Bill Frisell. El entendimiento (supremo) y la digitación (fascinante) entre Riley y Lage es tan preciosista en directo como en estudio. El misticismo que puede evocar la obra de Santa Teresa de Jesús se mezcla en la cabeza de Zorn –y en las doce cuerdas conjuntadas– con pausas alegres, atmósferas sefardíes y duetos delicados sin vencedores ni vencidos. Una introducción pausada y cauta para lo que vendría después, porque “Suite For Piano” (2022), la obra ejecutada por el trío acústico de Brian Marsella, Jorge Roeder y Ches Smith ya penetró en tierras más volcánicas. El punto de partida es Arnold Schönberg y el Johann Sebastian Bach de “Las variaciones Goldberg”, pero, transmutado todo ello en la lectura de Zorn y la visceralidad de los tres músicos, lo que hace es llevar la música clásica por derroteros inclasificables con momentos sumamente delicados, reminiscencias hard bop y arrebatos de puro free jazz en los que las teclas de Marsella, las cuerdas de Roeder y la variedad de platos y parches de Smith se compenetraron de una forma tan trabajada como aparentemente natural. Pura alquimia.
En la segunda jornada, el sábado 27 en el mismo escenario, al trío de Marsella se sumó Julian Lage para interpretar “Incerto” (2022), seguidos del aquelarre de órgano (John Medeski), guitarra eléctrica (Matt Hollenberg) y batería (Kenny Grohowski) que representan en la reciente obra de Zorn el trío Simulacrum. La única diferencia reside en la electricidad, ya que los dos combos tocan con una furia desmedida. Solo la guitarra (ahora eléctrica) de Lage indujo a cierta calma en Incerto (cuatro discos ya a nombre de este grupo), pero los juegos malabares entre Smith (es un espectáculo verlo en directo) y Marsella, con Roeder como figura totémica en el centro del escenario, resultaron hipnóticos y agitados por igual. Zorn dijo en la presentación que el formato guitarra-piano-contrabajo-batería era uno de sus preferidos, y se notó. Simulacrum adapta al estilo Zorn el clásico trío jazzístico de órgano-guitarra-batería. Medeski es el dominador y demiurgo del grupo, pero lo que hace Grohowski (otro espectáculo físico en vivo) es de otro mundo, tocando tan duro y rápido como un batería de hardcore y thrash metal, pero con infinidad de matices a los platos, mientras que Hollenberg aporta a la música de Zorn el mismo rasgueo denso y pesado que realiza con su banda de metal de vanguardia Cleric. Jazz-metal titánico sin dejar de lado el groove.
Si Lage hizo de enlace entre el primer y el segundo día sumándose al trío de Marsella, este hizo lo mismo del segundo al tercero acoplándose, con el piano eléctrico, al trío formado por John Medeski, Matt Hollenberg y Kenny Grohowski. En esta última actuación, el domingo 28, hubo importante cambio de escenario, ya que la liturgia del Kursaal dio paso al escenario al aire libre de la Plaza de la Trinidad, que genera una atmósfera distinta, más cercana entre músicos y público. En su unión con Marsella, Simulacrum pasan a llamarse Chaos Magick y también tienen registrados varios discos desde 2021. Como su nombre indica –tomado por Zorn de una variación de la magia del caos auspiciada en los años setenta a partir de las teorías del pintor, escritor, mago y ocultista Austin Osman Spare, influencia también visible en distintas bandas de black metal–, el grupo se adentra por uno de los meandros zornianos más habituales a lo largo de su discografía, la ilustración sonora de magia, ocultismo, brujería y esoterismo. Una actuación breve, de altos vuelos y voltaje, telúrica, en la que el órgano de Medeski pasó a un segundo plano ante la avalancha de recursos del piano eléctrico de Marsella, una fuerza centrífuga de la naturaleza.
En todo caso, y eso lo sabían todos los asistentes, Chaos Magick –que emplearon en un tema un sample de voz del gran alquimista de lo oculto, Aleister Crowley– fue el aperitivo para el fin de fiesta protagonizado por New Masada Quartet, la única de las seis formaciones presentes en el festival donostiarra en la que tocó Zorn. ¡Y cómo lo hizo! Con sus fraseos largos y cortos habituales, la forma de colocar su viejo saxo alto sin abrillantar sobre una de sus piernas, la sensación permanente de juego y disfrute, el entendimiento con Lage, Roeder y el batería Kenny Wollesen y ese otro espectáculo que es verlo enzarzado en un solo abrasivo mientras, al mismo tiempo, está dando indicaciones a los otros músicos sobre como entrar o salir del tema. Tocaron el repertorio de los dos discos grabados hasta ahora por este nuevo cuarteto, con algún guiño al anterior Masada Quartet y unos pasajes de blues a cargo de Lage y de boogie-woogie recibidos con estruendosos aplausos. Porque aunque parezca mentira, Zorn es humano y crea ritmos contagiosos y melodías nada disruptivas; todos los temarios de Masada representan su vena más “comercial”, que no convencional. Eso sí, cuando el cuarteto se enfrascó en temas repletos de cambios, giros infecciosos y cortes bruscos en apenas cinco segundos, música para un gran cartoon de los años cuarenta, el resultado fue sublime. La técnica y el placer perfectamente conjuntados. Y la gente como loca tras otra demostración de que para Zorn, siempre dispuesto a regenerarse a través de nuevos músicos ejecutando similares ideas, el paso del tiempo es una motivación antes que un acicate. ∎
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