El Loco y J: amor por las canciones. Foto: Alfredo Arias
El Loco y J: amor por las canciones. Foto: Alfredo Arias

Entrevista

Loquillo vs. J Planetas: el mito y la leyenda

Una charla exclusiva entre Loquillo y J (Los Planetas), líderes musicales de sus respectivas generaciones, a raíz de la exposición sonora “El poder de las canciones. 60 momentos pop del siglo XX”, comisariada por Santi Carrillo, director editorial de Rockdelux, que se inauguró el 29 de enero de 2015 en la madrileña Casa del Lector. Como pistoletazo de salida de la muestra, se celebró un coloquio con Loquillo y J. A lo largo de la jornada, el barcelonés y el granadino no solo compartieron micrófonos: también mesa y mantel, bebidas y conversaciones. Esta es la crónica del encuentro entre dos tótems del pop español.

Rockdelux 337

(Marzo 2015)

“Cuando en 2007 dedicamos la portada de Rockdelux a Los Planetas, que acababan de sacar su álbum ‘La leyenda del espacio’, decidimos titular con ‘Camino de la leyenda’. Días después, Loquillo me envió un SMS: ‘Vamos a ver, Santi, si Los Planetas son leyenda… ¿yo qué soy?’. Entonces le respondí: ‘No te preocupes, Loco, tú eres un mito’… Así que hoy tenemos aquí a una leyenda y a un mito”. Así introducía Santi Carrillo, director de esta revista, el coloquio con que se inauguraba el 29 de enero la exposición sonora “El poder de las canciones. 60 momentos pop del siglo XX” en la Casa del Lector, en el Matadero de Madrid, y que se podrá visitar hasta el 4 de octubre.

Sobran más presentaciones. La leyenda es Juan Ramón Rodríguez Cervilla, J (Granada, 1969), vocalista de Los Planetas, Grupo de Expertos Solynieve y Los Evangelistas. El mito es José María Sanz Beltrán, Loquillo (Barcelona, 1960). Entre ambos han escrito algunas de las páginas más gloriosas del pop-rock en castellano, y de su confluencia surgieron los esperados chispazos de genio, lucidez y, también, claro, humor y algo de desbarre. En las siguientes líneas reproduciré algunos de los momentos más destacados, extraídos tanto de la mesa redonda como de la rueda de prensa anterior, una entrevista que mantuve con los dos entre bastidores y algunas otras frases captadas al vuelo durante la jornada.

El poder (y el misterio) de las canciones

(J): Nunca tienes control sobre tus canciones, en realidad, ni antes ni después de hacerlas. Vienen de alguna parte y están resonando en tu cabeza, dando ahí vueltas, hasta que las sacas y las haces.

(Loquillo): Y después está lo que la gente cree que es la canción. Un caso cercano que recuerdo es “Cruzando el paraíso” (2008), que era la historia de un amor entre un hombre adulto y una adolescente y resulta que acabó siendo la banda sonora de una serie de televisión –“Crematorio” (Canal+, 2011)– que hablaba de la corrupción en Levante. Cada uno las interpreta como le da la gana. Sería muy divertido un libro con anotaciones de lo que piensa el público sobre una canción, porque seguro que nos dejaría medio lelos.

(J): También es muy curioso en la composición el hecho de que ni tú mismo eres consciente de lo que estás diciendo, y luego, con el tiempo, te das cuenta de lo que decías, y se corresponde con lo que pensabas, aunque no lo sabías en ese momento. El de la canción es un mundo muy abstracto que tiene miles de posibilidades, miles de ideas, que con letras mínimas y muy poco específicas dejan muy abierta la interpretación.

“Es muy curioso en la composición el hecho de que ni tú mismo eres consciente de lo que estás diciendo, y luego, con el tiempo, te das cuenta de lo que decías, y se corresponde con lo que pensabas, aunque no lo sabías en ese momento” 
J

La primera canción

(J): Me acuerdo de que yo no sabía tocar la guitarra todavía y mi madre tenía un teclado de estos tipo Casio o así, y compuse “Mi hermana pequeña” ahí. Creo que esa fue la primera –apareció en el EP de debut de Los Planetas, “Medusa”, editado por Elefant en 1993–.

(Loquillo): En mi caso, la primera fue una declaración de principios. Entonces escribía en la revista ‘Popular 1’ y era mánager de una banda de rockabilly, la primera en España, Los Rebeldes. Su líder, Carlos Segarra, que era amigo mío, me dijo: “¿Por qué no nos escribes algo?”. Compuse una canción titulada “Eres un rocker”, que era una especie de decálogo del rocker de verdad. Lo más gracioso es que la volví a grabar hace unos días para mi nuevo álbum. Justo después de aquello, escribí con Carlos “Esto no es Hawaii”, pero ya sabiendo claramente que era para un disco –saldría en “Los tiempos están cambiando”, editado por Cúspide en 1981–.

J: “Loquillo y yo generamos un valor... Si das tu opinión, el público monetiza el valor de esas opiniones”. Foto: Alfredo Arias
J: “Loquillo y yo generamos un valor... Si das tu opinión, el público monetiza el valor de esas opiniones”. Foto: Alfredo Arias

Indicios de arrepentimiento

(J): A mí no me gusta casi ninguna de las canciones que he escrito, pero si le gustan a la gente estarán bien, tío (risas).

(Loquillo): Cuando eres más joven cometes errores de principiante. Haces canciones que forman parte del momento y luego, al cabo de dos años, ves que eso se ha quedado obsoleto por todas partes. Entonces, cuando han pasado diez años, ya las miras mal, con veinte las quieres echar de tu repertorio, y con treinta haces lo que hice yo, que se vuelven a plastificar en reediciones y eliminas esos cortes y los mandas a tomar por el culo porque ya no quieres que se escuchen.

El falso mito del creador solitario

(Loquillo): Yo no sé tocar ningún instrumento, así que siempre necesito el apoyo de alguien para componer las canciones. Lo que hago es escribir, traspaso la idea y el guitarrista o quien sea mueve eso a su antojo y después yo voy dándole vueltas. Es muy necesario para cualquiera que escriba el abrir las puertas, colaborar con otros autores, porque si no se agota la fórmula.

(J): En mi caso es exactamente igual. Yo tampoco soy un músico diestro, soy muy torpe y necesito de otros que me aporten ideas. El trabajo conjunto es muy necesario, imprescindible. Cuando era más joven componía en casa, en solitario, pero ya apenas lo hago.

(Loquillo): No voy a meterme en el discurso ese de ser humilde, porque en esto el que es humilde es idiota, eso está claro. Aquí te lo tienes que creer. Si no te lo crees tú, ¿cómo se lo va a creer la gente cuando te ve? Pero entre los músicos siempre tiene que haber un código de respeto y, sobre todo, una palabra que no debe existir nunca, que es “soberbia”. Si la evitas, puedes colaborar con quien quieras. A mí me encanta reunir a talentos distintos y mezclarlos, porque aprendes un huevo. Las veces que no he podido conseguirlo ha sido por la soberbia.

(J): El ego es el infierno y yo también intento evitarlo para no sufrir, aunque es difícil en esta profesión. Una increíble experiencia fue cuando Manuel Ferrón y yo adaptamos al castellano las canciones de “Apriti Sesamo” (2012), de Franco Battiato. Es uno de los artistas más grandes que hay, uno de mis favoritos. Trabajar las letras y luego grabar con el colega fue fascinante. Eso es mucho más agradecido aún, porque disfrutas con la labor de otra persona e intentas ayudar a mejorarla.

Adaptar, versionar

(J): Te voy a contar una anécdota de Enrique Morente, tío. Él hacía algunas veces letras suyas, muy pocas, porque casi siempre eran de otros autores. Y cuando hacía sus propios textos decía: “Esto es del Perico de los Palotes de Cádiz, que lo escuché yo un día”. Y luego lo justificaba diciendo: “Si le gusta a la gente será la gloria, y si no le gusta, al menos no nos pegarán”.

(Loquillo): Piensa que cualquier versión que hagamos en castellano de un tema en otro idioma, de entrada va a ser una canción nueva. Entonces, lo que hay que buscar es, primero, que la puedas vestir con tu propio estilo, y segundo, que esa letra se pueda adaptar, en cierta manera, a la realidad de aquí. Lo que es terrorífico es hacer literalmente una versión de algo y que no sea desde tu propio marco.

(J): Cuando yo las hago es porque se trata de una canción que me gusta mucho, y lo que intento es provocar la misma emoción.

“No voy a meterme en el discurso ese de ser humilde, porque en esto el que es humilde es idiota, eso está claro. Aquí te lo tienes que creer. Si no te lo crees tú, ¿cómo se lo va a creer la gente cuando te ve? Pero entre los músicos siempre tiene que haber un código de respeto y, sobre todo, una palabra que no debe existir nunca, que es ‘soberbia’”
Loquillo

La mutación como estrategia necesaria

(Loquillo): En el año 92 percibí que todo el lenguaje que provenía de los ochenta iba camino de convertirse en una especie de círculo nostálgico. Había que renovarse. Cuando conocí a Gabriel Sopeña hablamos de la posibilidad de hacer algo así como un “break”, así que grabamos dos discos musicando poemas –“La vida por delante” (Hispavox, 1994) y “Con elegancia” (Picap, 1998)–, luego un álbum de jazz y swing con orquesta –“Nueve tragos” (Zanfonia, 1999)–. Después, la banda sonora –“Mujeres en pie de guerra” (DRO, 2005)– y el disco con Luis Alberto de Cuenca –“Su nombre era el de todas las mujeres” (DRO, 2011)– me abrieron otros caminos. Tenía claro que la banda que no se reciclara iba a quedar perdida. En 2006 se disolvieron Los Trogloditas, pero yo ya tengo un “background” de siete discos imprescindibles en solitario. Y también me gusta cambiar el personaje. Cuando veo que empieza a cansarme, lo cambio. Ya no podría grabar un disco de rock’n’roll sin hacer antes dos giras de poesía contemporánea o con big band.

(J): Mi incursión en el flamenco tiene mucho que ver con haber conocido al maestro Enrique Morente; él me familiarizó mucho con los clásicos del género. Fue nuestro referente, capaz de transmitirnos conocimiento e inquietudes. Me siento más representado por esa vertiente, por mis canciones más recientes. Me cuesta recordar cómo me sentía antes.

Loquillo: “Somos unos personajes muy particulares, y ambos tenemos fama de bordes”. Foto: Alfredo Arias
Loquillo: “Somos unos personajes muy particulares, y ambos tenemos fama de bordes”. Foto: Alfredo Arias

Contra la corrección política

(J): Con esto que ha sucedido con ‘Charlie Hebdo’, yo digo: “Quién fuera como Mahoma, que 1500 años después de muerto venga alguien y diga: ‘¿Te has metido con mi colega? Pues te mato’”. Como artista es imposible que yo llegue a conseguir eso.

(Loquillo): Yo tuve una experiencia con una canción que se llama “Los ojos vendados” –incluida en “Mientras respiremos” (Hispavox, 1993)–. Se explicaba solamente con un vídeo sobre el caso GAL. No me censuraron de forma directa: simplemente me dejaron sin trabajo y Hacienda me investigó y me reclamó cuarenta millones; ya está. Ahora te diría que me autocensuraré solamente si eso va a afectar a terceras personas. Este es un momento muy difícil y muy cercano a la situación del 78. Piensa en una canción como “Ayatollah!”, de Siniestro Total (1982), o en aquel titular de Ilegales en Rockdelux (1986) que decía “Todas las mujeres son unas putas”, o en su tema “¡Heil Hitler!” (1982). Si ahora haces eso, te vienen cincuenta asociaciones y no paras de tener demandas el resto de tu puta vida. Ya no es el hecho de la censura, sino que cada vez se está complicando más el poder hablar de lo que sea.

(J): Los artistas como Loquillo y como yo generamos un valor. Ahora mismo, si das tu opinión, el público monetiza el valor de esas opiniones. Yo digo esto aquí, la gente lo retuitea y transforma este pensamiento en algo que genera millones de euros y que luego las operadoras usan para financiar sus medios de comunicación. Hay que tener mucho cuidado con lo que dices, sobre todo porque tus ideas las puede usar tu enemigo.

El rock es cultura

(Loquillo): El hecho de que esta exposición se pueda hacer aquí, y me encantaría que se pudiese llevar a otras ciudades de España, me parece absolutamente necesario. En otros países es diferente: Tony Blair tenía un grupo de pop que ensayaba al lado de The Jam, un tipo como Nicolas Sarkozy está con una cantante de pop, Carla Bruni. Eso quiere decir que la cultura pop está ya metida en todo, pero en España es muy difícil tragar con un Presidente del Gobierno que la entienda. Eso marca la diferencia. Cuando conocí a Zapatero y le pregunté qué música le gustaba, me dijo que Paco Ibáñez. Yo le respondí que eso era imposible, porque es una persona de mi edad. Cuando él tenía 18, 19 años, en los bares a los que iba con su novia no podía escuchar a Paco Ibáñez. Ahí tenían que sonar Alaska, Radio Futura y Loquillo. Hay un miedo tremendo a que te guste el rock, como si fuera cultura de segunda.

“Con esto que ha sucedido con ‘Charlie Hebdo’… Quién fuera como Mahoma, que 1500 años después de muerto venga alguien y diga: ‘¿Te has metido con mi colega? Pues te mato’. Como artista es imposible que yo llegue a conseguir eso”
J

No mates a tus ídolos

(J): Todos los artistas que me gustaban cuando empecé me siguen molando ahora. Bob Dylan, Leonard Cohen, Nick Drake, Syd Barrett, Scott Walker, Carlos Berlanga y Nacho Canut, Antonio Vega…

(Loquillo): Yo tuve la suerte de vivir los setenta. Nadie ha hecho discos tan buenos y tan diferentes en una década como David Bowie. También estaban Lou Reed, The Clash… Viví una adolescencia plagada de rock’n’roll. Me acuerdo cuando, de pequeño, mi padre me llevó a ver una sesión continua. La primera película era “2001: Una odisea en el espacio” –Stanley Kubrick, 1968– y la segunda que ponían era la de Elvis en Hawaii –se refiere a “Blue Hawaii”, dirigida en 1961 por Norman Taurog–. Relacioné eso con las naves espaciales que salían antes, vi a Elvis como un marciano y me di cuenta de que eso era lo que quería ser yo.

Lo próximo

(Loquillo): Empecé haciendo rockabilly y, treinta y seis años después, vuelvo a reiniciar el proceso con mi nuevo álbum –“Código rocker” (DRO-Warner, 2015)–, que he grabado con la banda Nu Niles. Me hacía falta, porque venía de tres discos muy particulares –“Balmoral” (DRO, 2008), “Su nombre era el de todas las mujeres” y “La nave de los locos” (DRO, 2012)–. Tenía que volver a recoger la energía y plantarla. No es que cierre el círculo, pero el cuerpo me pedía volver al origen, y a partir de ahí seguro que voy a avanzar dos pasos hacia delante.

(J): Estoy en varios proyectos. Grupo de Expertos Solynieve saca el single “Lucro cesante”. Con Los Planetas tengo canciones medio grabadas. Y estoy trabajando en el nuevo disco de Soleá Morente. ∎

El ritmo del motor de un autobús

“Los dos somos unos personajes muy particulares, y ambos tenemos fama de bordes”, dice Loquillo acerca de las conexiones que pueda haber entre J y él. Su primer encuentro fue, también por mediación de esta revista, en los camerinos de La Riviera, en el concierto The Rockdelux Experience en 2004. “Yo soy muy fan de Loquillo de siempre, mi disco favorito suyo es ‘El ritmo del garage’”, confiesa el líder de Los Planetas, mientras que El Loco destaca de los granadinos que siempre le gustó que no cantaran en inglés, frente a la tendencia predominante en la generación indie de los noventa.

Sus personajes son visiblemente diferentes: con toda su envergadura, perfectamente peinado y trajeado, y con unas incipientes canas que generan aún más respeto, Loquillo habla por los codos intentando sentar cátedra en cada frase. J, con gafas y un gorro cubriendo su cabello, lleva una pose más arrastrada y desenfadada. Es mucho menos hablador, pero suelta cuchillos. Ambos muestran tener en común bastantes cosas (en especial, su apreciación del oficio de músico y su inquietud cultural), aunque también se deja notar la distancia generacional. “Aprendimos muchas cosas de vosotros, Loco, pero una de ellas fue que no debíamos caer en los mismos errores que vosotros a finales de los ochenta. Nosotros nacimos reaccionando contra eso”, le dijo J en un momento de la comida. Al final de la jornada, los dejé intercambiándose los teléfonos. Quién sabe lo que deparará el futuro. ∎

“Qué puedo hacer”


“Qué puedo hacer” (1994) es la más reciente de las canciones españolas incluidas en la muestra. Y una apuesta controvertida, ya que no hay pleno consenso en que sea el tema más representativo de Los Planetas. En el concierto de The Rockdelux Experience de 2004, por ejemplo, la canción que interpretó J fue “Segundo premio”, pero el granadino se siente congratulado con la decisión, reconociendo que sus favoritas son esta y “Santos que yo te pinte” (2000).

“Teníamos hecho entero nuestro primer álbum –“Super 8” (RCA-BMG, 1994), rememora J. “Habíamos hablado con Luis Calvo para sacarlo en Elefant, que nos había editado nuestro primer EP, ‘Medusa’, pero tras quedar segundos en el concurso de maquetas de Rockdelux, llegó Javier Liñán –que luego sería mánager del grupo– y nos dijo: ‘Yo estoy en RCA, esperad un poco, que os lo quiero sacar’. En el tiempo que estuvimos esperando nos cambió la perspectiva, porque vimos que podíamos acceder a otro tipo de público masivo, el de las radios comerciales, así que decidimos que teníamos que hacer una canción que en ese medio causase un impacto. Yo pensaba en algo así como ‘Chica de ayer’, de Nacha Pop. Esa era una referencia superclara”.

El músico reconoce, además, otras influencias. “Hay muchas cosas mezcladas. También está basada en una canción de The Lemonheads, que era otro grupo que nos gustaba y que sonaba mucho en la radio comercial entonces. Teníamos esa intención: ‘Estamos en una multinacional y vamos a entrar en ese circuito al que jamás pensamos que íbamos a tener acceso’”, evoca. ∎

“Cadillac solitario”


La canción de Loquillo incluida en la exposición es “Cadillac solitario”, hoy en día considerado, de modo incuestionable, como su gran himno. En noviembre de 2004 fue el tema con que cerró de modo apoteósico el concierto The Rockdelux Experience en la sala La Riviera, conmemoración del 20º aniversario de esta revista, y también suele ser el colofón en los directos del catalán desde hace veinticinco años. Pero no fue así en principio. Compuesta por Sabino Méndez e inicialmente incluida en “El ritmo del garage” (Tres Cipreses-DRO, 1983), pasó desapercibida en su primera versión.

“Grabamos el álbum en los estudios Doublewtronics, en Madrid, y aquello era una fiesta continua”, recuerda él. “Salía de los Apartamentos Marcenado, casi siempre sin haberme acostado, y me iba al estudio, y en medio de toda aquella jarana cantaba. Pasó algo que me ha recordado hoy Santi Carrillo: que la letra dice ‘bajo las palmeras luce solitario’ y yo digo ‘cruce solitario’. Y así ha quedado”.

Loquillo y Trogloditas no la interpretaban en directo hasta que, en 1985, se presentaron en la Sala Clangor, en Santiago de Compostela. “Vimos que la entrada tenía impresa la letra entera de la canción. Me dijeron: ‘Es que esto peta aquí’, y nos la tuvimos que aprender porque no teníamos ni puta idea. Ahí fue cuando empezamos a tocarla”.

Pero su impacto definitivo llegaría en 1989, cuando fue lanzado como primer sencillo de su álbum de directo, “¡A por ellos…! Que son pocos y cobardes” (Hispavox, 1989), y se convirtió en número 1 y traspasó barreras generacionales y sociales. “Las canciones buenas terminan llegando. Pueden tardar cinco, diez o veinte años, pero al final siempre encuentran un lugar y salen”, concluye. ∎

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