Mariola, bendecida.
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Entrevista

Mariola Membrives: “La vida es siempre una contradicción”

Extemporánea, ajena a los códigos y las leyes de los mercados, Mariola Membrives lleva cosiendo su discurso desde hace décadas y solo cuando percibe en él un nudo destacable se atreve a darle luz y voz. “La Babilonia” es su tercer álbum, veinte canciones llenas de memorias y futuros.

21. 06. 2022

Mariola Membrives ha estado probándose los vestidos que guardará mañana en el baúl de las Américas. Estamos en una Córdoba sofocante, su ciudad, por más que naciese en Andújar. En dos días viajará a Brasil, donde va a cantar un repertorio que incluye “El amor brujo”, de Manuel de Falla, algunas de las canciones populares de García Lorca y “La oración del torero”, de Joaquín Turina. Dueña de una voz excepcional y de una sensibilidad gaseosa y noble, Membrives –de 44 años– ha redefinido la aventura de ser artista en este siglo inasible.

Conversamos con ella a propósito de “La Babilonia” (La Reyna Music, 2022), un álbum extenso e inspirado en la mitología sumeria en el que todas las composiciones llevan su firma. Un trabajo importante, que amplía su frondosa paleta expresiva incorporando sonidos, rítmica y arreglos que combina con el sustrato flamenco que siempre ha dominado en su obra.

Estamos ante una obra que me parece excepcional, abrumadora, inmensa… pero soy incapaz de interpretar la portada.

Teníamos muchas portadas, muy diferentes, pero elegí esta porque creo que era la más inquietante. Yo lo que veo es una especie de barbie en el desierto, con tacones, totalmente desubicada y retocada… Una mezcla de artificio y naturaleza. Para mí representa la obligación de estar siempre manteniendo una pose, pero enfrentándose a esa exigencia.

¿Cómo surge “La Babilonia”?

Cuando me encontré con los textos violentos y radicales del código de Hammurabi empecé a entender muchas cosas y a quitarle importancia a muchas otras. He entendido los matices del infierno y del cielo, del descenso y de la ascensión. Hay un montón de situaciones, pero al final solo importa el lecho. Por eso “El lecho” es la última canción del disco. La vida no es vida si no es fértil, abundante. “El lecho” no está ni afinado, porque es salvaje, es real.

Creo que es muy valiente hacer un álbum que puede ser clasificado de conceptual, en un momento donde todo es breve, pequeño, fugaz, inmediato.

Mi objetivo no es no hacer concesiones. Ojalá pudiera hacer una canción con la que todo el mundo moviese el culo y fuese feliz, pero ahora eso no es coherente con lo que estoy pasando. Sí, me sirvió de inspiración leer el código de Hammurabi. Lo que me reconforta es que, gracias a esa lectura, han salido cosas muy interesantes.

“Mi objetivo no es no hacer concesiones. Ojalá pudiera hacer una canción con la que todo el mundo moviese el culo y fuese feliz, pero ahora eso no es coherente con lo que estoy pasando. Sí, me sirvió de inspiración leer el código de Hammurabi. Lo que me reconforta es que, gracias a esa lectura, han salido cosas muy interesantes”

Y has pasado de ser intérprete a ser autora. Me encantaría poner en esta entrevista la música que escuchabas mientras grababas “La Babilonia”.

Siempre estoy trabajando en muchos proyectos paralelos, así que es difícil saber qué interviene en uno o afecta a otro. Para mí tocar con músicos como Javi Pedreira o Vincent Pérez es una fuente constante de aprendizaje. Tengo varias playlists en Spotify que quizás muestran el acompañamiento que tuve durante ese tiempo. Muchas canciones de Mary Halvorson, Tomasz Stánko… Cosas muy contemporáneas, aéreas, y también otras muy densas.

Mientras tanto, estaba aprendiendo a trabajar con el Logic y de repente descubría un beat que me reclamaba un poema. Eso me pasó con “Las guardianas”: sobre una base muy básica, valga la redundancia, vi cómo encajaban los versos de Carilda Oliver, una de mis poetas favoritas: “Me desordeno, amor, me desordeno / cuando voy en tu boca, demorada / y casi sin por qué, casi por nada / te toco con la punta de mi seno. / Te toco con la punta de mi seno / y con mi soledad desamparada; / y acaso sin estar enamorada; / me desordeno, amor, me desordeno”.

Adecué este poema a ese ritmo y me fui calentando, me calenté mucho. Y, al principio, hice como 500 voces distintas, voces de todas las mujeres, pero al final, en la edición, solo dejé una. Creo que grabé los ecos del confinamiento para luego destilar la aventura de salir a pelear sola.

Somos contradicciones.
Somos contradicciones.

Lo has hecho todo: las letras, la música, la empresa, el logo, la comunicación…

Es demasiado pastel para estar sola. Un proyecto como este es muy difícil. Pero de momento está yendo bien, se está escuchando, no sé si mis canciones se compran, pero sé que se escuchan, y eso es lo que quiero.

No te importa, pero hace unas semanas me dijiste que igual ya no hacías más discos. No sé si quieres hablar de la industria.

Hemos vivido un cambio muy fuerte… Sientes que quieres hacer algo real, pero ya no sabes qué es la realidad. Está claro que sin un músculo de marketing no hay nada que hacer. Hoy todo es algoritmo, y el algoritmo es siempre errático, sospechoso, irreal. Por ejemplo, parecía evidente que “Las guardianas” era una bomba, pero no, el vídeo que está funcionando es el de “La cantaora”.

“La cantaora”.

Durante muchos años declaraste que solo buscabas el momento del directo, que casi despreciabas la captura del momento.

Claro, y he tenido que reconsiderar eso que pensaba de que lo real era el directo y que los vídeos y los discos eran algo artificial. Dentro de mis posibilidades, he intentado que este disco sea una vivencia artística y verdadera. Y me tengo que agarrar a una cosa: que los pocos que responden, me responden muy bien. Yo he hecho una inversión real –económica, material– en mi trabajo. Pero eso hay que devolverlo. Y, llegados a ese punto, lo único que sé es que tengo que hacer lo que me sale de… Tengo que hacer lo que me sale.

Yo te redescubrí en La Térmica, en Málaga, en aquel ciclo de Héctor Márquez que comenzó con una revisión profunda y emocional del “Omega” de Enrique Morente y Lagartija Nick.

Sí, ya había hecho esa interpretación de “Omega” en Barcelona. Fue un encargo de la Sociedad Flamenca El Dorado, pero cuando fui a Málaga no podía imaginar que iba a estar frente a todos los padres de ese discazo, excepto Enrique. Estaba Borja Casani, Antonio Arias, también Bruno Galindo… estaban todos. Y además luego falló todo: los monitores, las luces, el ruido. Estaba la cosa tan mal que Marc Miralta no quería ni tocar. Pero hablé con él, lo convencí de que era nuestro momento y comenzó con un solo de batería que reclamó toda la atención del mundo. A partir de ahí vi la reacción de la gente y empecé a confiar en mí.

Artista buscando su imagen.
Artista buscando su imagen.

Estuviste muchos años preparándote, aprendiendo, asimilando, pero llevas ya una década de acción impresionante. Teatro, vanguardia y flamenco, con Masa Kamaguchi, La Fura dels Baus, con Chano Domínguez, con Pep Tosar, Marc Ribot…

Creo que todo lo bueno me ha pasado casi por casualidad o por atrevimiento. Desde que empecé todo han sido regalos. Masa Kamaguchi fue el primero que me ofreció todo. Le conté lo que quería hacer y me dijo: “Bien, vale, vamos a hacerlo”. Estuvimos cinco días ensayando y ni me miró a la cara. Porque para él no hay más mundo que el de su contrabajo. Y yo pensaba que no le gustaba nada, que no me soportaba, que no sabía por qué estaba allí, conmigo, pero al final de la quinta sesión me atreví a hacer algo raro en “La milonga” y me fui de una nota a otra, alterando la melodía, y en ese momento dejó de mirar las cuerdas, torció la cabeza y me miró. Ahí me di cuenta de que estaba pendiente de mí, de que me escuchaba. Y publicamos “Llorona” (Whatabout, 2014).

Un día llamas a Masa Kamagushi y otro a Marc Ribot para grabar “Lorca, Spanish Songs” (Nuba, 2019).

Sí, fue igual de simple, de fácil, y volví a tener mucha suerte.

¿A quién llamarías para el siguiente?

A Rosalía. En serio, me gustaría tener una charla con ella, porque trabajamos juntas y compartimos muchas cosas.

Pero, aparte de a ella, ¿llamarías a alguien para tu cuarto álbum?

¿A alguien vivo?

Tendrías más posibilidades…

No sé, hay tantos artistazos…

¿Llamaste a Gina Piccirilli?

Sí, con ella he preparado “La reina Toro”, pero creo que no es el momento.

“Claro que hay contradicciones, porque así vivimos. La vida es siempre una contradicción: lo de la imagen más sexy y tal es… más que otra cosa, es una intención de deformar el espejo, no sé si soy capaz de argumentarlo… Es un impulso y una intención de jugar con algo que me ha traído muchos líos”

También tienes un repertorio brutal de “Yerma”…

Sí, son cosas que se han hecho pero aún no se han expuesto. No hay prisa. Yo ahora tenía que publicar “La Babilonia”. También tengo dos discos de versiones, con Jordi Bonet y David Soler, con todo el repertorio de “La enamorada”. En todo lo que he ido haciendo hay una especie de relato, un amago nada más, pero luego vino Lorca y rescató a la niña que fui. Me sacó la memoria.

Y luego llegó esa mujer total, ajena al falso empoderamiento.

¿La mujer total? Sí, no sé. Es como decir “está esto, pero también está esto otro”. Eran como revelaciones. Creo que algunas letras de “La Babilonia” podrían haber sido mejores, más cuidadas, pero es que quería que fuesen de verdad, reales, inmediatas. Y me salían del tirón. El ejemplo más claro es “Las guardianas”. Todo lo que cuento ahí está vivido, y quizás no tenga sutileza, pero es real.

Percibo contradicciones entre tu discurso postfeminista en canciones como “Las guardianas” y la celebración del amor enfermizo, adictivo, sumiso. También veo contrastes entre tu mensaje y algunas demostraciones de tu parte más sensual, o sexual.

Claro que hay contradicciones, porque así vivimos. La vida es siempre una contradicción: lo de la imagen más sexy y tal es… más que otra cosa, es una intención de deformar el espejo, no sé si soy capaz de argumentarlo… Es un impulso y una intención de jugar con algo que me ha traído muchos líos. Me he pasado la vida diciendo: “Yo no soy esto, yo no soy esto, yo no soy esto”. Y al final me he dado cuenta de que sí, de que entre otras muchas cosas también soy eso. Es algo que, de una u otra manera, forma parte de mí. ∎

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