Así que dicho y hecho: Michel Cloup –principal fuerza motriz de Diabologum y Expérience, líder del visceral Michel Cloup Duo– se puso manos a la obra y, más de dos años después, a principios de 2022, coronó el proceso que hoy nos permite disfrutar de “Backflip au-dessus du chaos” (Ici d’ailleurs-Gran Sol, 2022). Un álbum estrictamente en solitario –como los discos que grabó entre 1992 y 1994 tras la máscara de Peter Parker Experience: tanteos lo-fi de adolescencia con Lou Barlow en el escapulario– que le permite revivir algunas sensaciones de antaño mientras aplica todo el oficio adquirido a lo largo de su fecunda trayectoria. Este fin de semana inicia una gira por España en la que presentará estas nuevas canciones en formato trío, secundado por el batería Julien Rufié y la guitarrista/bajista Manon Labry. Tocará en Zaragoza y Castellón los días 29 y 30 de enero, respectivamente. Y en febrero pasará por el ciclo Encaja2 de Gijón (1), León (2), Vic (4) y Valencia (5).
“Necesitaba reencontrarme con cierta candidez, algo más juvenil”, admite por videoconferencia desde su casa en Toulouse. “De hecho, en 2020 hicimos una reedición de los primeros discos de Diabologum y estuve obligado a volver a escuchar esa música”. Lo dice con una sonrisa, neutralizando la gravedad que su música –siempre incisiva y emocionante– puede llegar a transmitir. Es más, durante esta larga conversación con Rockdelux se muestra divertido y cercano incluso cuando toca abordar asuntos nada risueños: “En principio no me apetecía volver a escuchar aquello, la verdad. La música a priori no me parecía gran cosa y efectivamente no era tan buena, ¡pero sí que era excitante! Quizá porque me estaba acercando a cumplir los cincuenta quería reencontrarme con esa manera de hacer las cosas de los noventa, cuando empecé a grabar con Diabologum, con un cuatro pistas, enchufando la guitarra y haciendo no recuerdo muy bien qué. Me llevó tres años porque estaba trabajando en otros proyectos a la vez. Y también porque quería tomarme tiempo para hacer muchas canciones y probarlo todo, como hacíamos con Diabologum. Y a veces, cuando haces eso, te puedes perder”.
En el texto promocional del disco explicas que tenías dudas sobre si querías seguir haciendo canciones. ¿Fue algo serio, te planteaste dejarlo?
No, no. Cada vez que hago un disco pienso en estas cosas. En aquel momento estaba aburrido de la dinámica de Michel Cloup Duo, aunque todavía lo disfrutaba. Pero no tenía dudas sobre seguir con la música. Lo que pasa es que a veces tienes que inventarte tu propio futuro y no siempre es fácil, a veces lleva tiempo hacerlo. Pero nunca he pensado en dejar de hacer música. Quizá ese día llegue, pero de momento no.
Te lo preguntaba porque en tu perfil de Twitter te defines como “obrero del espectáculo”.
Eso se lo robé a un escritor francés, Jean-Patrick Manchette, que fue un escritor del neopolar, un movimiento que en los sesenta y setenta en Francia planteó una nueva forma de escritura policíaca. Muy interesante, algo así como John Carpenter pero no en plan sci-fi, sino con mucha carga política, muy popular, como la serie negra. Él se definía así en sus diarios, como “obrero del espectáculo”, lo cual era una referencia a Guy Debord. Para mí era una especie de broma, pero descubrí que en la música y en las artes en general también hay clases sociales. Y yo estoy en la parte de los currelas.
¿Y esa percepción sobre ti mismo dentro del ecosistema del espectáculo ha sido siempre así, incluso cuando las cosas con Diabologum o Expérience iban razonablemente bien?
No, creo que cuando era más joven, en los tiempos de Diabologum, y aunque había algo en el aire, no era tan fuerte esa conciencia. Fue poco a poco y se hizo más fuerte a partir de Michel Cloup Duo. Siempre estuvo ahí, pero, conforme maduraba y me hacía más mayor y cambiaban un montón cosas, me di cuenta. Me descubrí a mí mismo, por así decirlo. Y hoy es algo muy fuerte; antes no tanto.
¿Y qué implica ser un obrero del espectáculo en Francia en 2023?
Nada ha cambiado demasiado para mí en particular. No soy un artista novel, ya son treinta años haciendo música y la gente sigue estando ahí. Soy una especie de héroe de culto (vuelve a reír), lo cual es divertido. No me voy a comparar con Jean-Luc Godard, evidentemente, pero, bueno, la cosa es un poco así: este tío sigue haciendo su música, cada vez que saca un disco las críticas son buenas, tiene su público aunque no es muy grande y toca en clubes. ¿Funciona para mí? Sí, aquí sigo. No soy muy exitoso, pero me gano la vida con la música, que en Francia es algo más fácil porque tenemos ayudas del gobierno. Me funciona porque puedo seguir haciendo lo que quiero y tengo un sello que me apoya. De hecho, con el último disco en el sello me dijeron que sí, que hiciera algo más radical. Y eso mola. Mis discos son baratos de hacer y suenan bien, puedo ganarme la vida. Para mí es perfecto porque me da libertad para hacer lo quiero.
Acabas de mencionar un asunto, el de las ayudas gubernamentales a la cultura en Francia, que algunos artistas españoles que han trabajado allí y conocen tu país siempre sacan a colación cuando se abordan estos temas.
Entiendo lo que dices, pero voy a hacer de poli malo: este sistema es guay cuando lo usas bien, pero a veces hay peña jodiéndolo. Porque cuando se convierte en una manera fácil de seguir ganándote la vida, te puedes dormir en los laureles. Es como el éxito: tienes un gran éxito y para mantenerlo sigues haciendo la misma música todo el rato, haciendo el mismo tipo de propuesta artística. Te acomodas. No digo que este sistema no sea bueno, pero tiene una parte perversa. No me estoy quejando, para mí es guay. España mola mucho. Recuerdo hacer giras en Estados Unidos y Reino Unido en las que trataban a los músicos como la mierda. Llegabas al garito, no podías probar, no te daban priva, no te daban comida, no había un sitio para dormir y, dependiendo de la noche, podías ganar cincuenta dólares. En Francia es más fácil y en el resto de Europa un poco más complicado, pero Estados Unidos y Reino Unido son los peores sitios para ganarse la vida como músico. Ahí la palabra “entretenimiento” encaja a la perfección: su principal preocupación es vender birras y whisky.
Has contado que los últimos tres años han sido difíciles en lo personal para ti. Aunque sea un topicazo, ¿te ha aliviado de alguna manera hacer este disco?
Ha sido más una manera con la que sentirme mejor y por eso el disco es tan potente y directo. Quería algo con mucha energía pese a que las letras no sean muy luminosas. En el escenario, lo mismo. Después de tres años de mierda no solo para mí, sino para todo el mundo, en este momento quiero girar estas canciones en conciertos muy intensos, muy divertidos, sudar en el escenario y sentirme bien y gritar (chilla, de hecho). Quizá las letras no sean muy divertidas, pero la energía te va a emocionar.
Quería comentar algunas canciones, empezando con “En attendant demain”, que para eso es la primera. En ella cantas: “He intentado atrapar la poesía, solo eso, perderme en vastos paisajes, pasar horas mirando al mar, desde el amanecer hasta el ocaso”. ¿Lo has conseguido con estas canciones?
Esta canción era perfecta para empezar porque de verdad que odio el período del que vengo. Va de eso la canción, que es muy esquemática. Ese es el comienzo: a tomar por culo, me voy a la montaña, contemplo el mar, espero que mañana sea mejor, así que voy a descansar y mañana vuelvo. Era una buena forma de empezar porque tiene cierta lógica interna la secuencia, teniendo en cuenta las canciones y las letras. Es eso: ahora mismo no estoy, volveré en la séptima canción (se ríe con ganas).
Me gustan mucho estos versos de “Mon ambulance”: “Giro a la izquierda, giro a la derecha, en el limbo de nuestro tiempo, en su infierno reaccionario al que saludamos con el dedo corazón levantado, a través de toda su miseria intelectual, que retrocede por encima del caos”. Me hacen pensar en por qué nos cuesta tanto prestar atención a las cosas sencillas, volver a situarlas en el centro de nuestra vida diaria.
Ya, la verdad es que no lo sé. Creo que soy bueno planteando preguntas, pero se me da mal responderlas. Creo que, si es difícil responder para mí, es probable que también lo sea para los demás. Quizá no conteste a lo que planteas, pero pienso que durante el primer año de COVID, con todo parado, tuvimos tiempo para ello. Era el mundo después del primer confinamiento, después de ese primer año de pandemia, en el que todo iba a ir guay… pero fracasamos. No tengo respuestas, solo preguntas. Si tuviera esas respuestas, ¿quién sería?, ¿Elon Musk, quizá?
“Introspection”, con ese ritmo sencillo y esas guitarras ruidosas muy en consonancia con las letras, es una de mis favoritas. ¿Dirías que a todos nos vendría bien mirarnos más a menudo al espejo para ver quiénes somos realmente?
Sí, sin duda, pero no es fácil, para mí el primero. Sí, mirar al espejo y no solo a la pantalla o al iPhone. “Introspection” es una especie de broma, porque se refiere a una App, pero quizá esa supuesta App podría funcionar como un espejo. Pero sí, nos vendría bien mirar hacia dentro, porque con las redes sociales todos nos sentimos obligados a decir nuestra verdad y a juzgar, y eso solo añade confusión. Quizá no estamos haciendo las preguntas adecuadas, yo el primero. No quiero poner a parir a todo el mundo, porque formo parte de él. No me siento diferente al resto, cometo los mismos errores. Quizá largarse al monte una semana y mirar al cielo y pensar un poco nos vendría bien, pero es que es muy difícil porque todo está ideado para que se nos pongan en blanco los cerebros.
Háblanos de “Lacher prise”, una canción que habla del tedio, un asunto que ya ha estado presente en otras composiciones tuyas y que es pecado capital en nuestros días, aunque da la sensación de que en realidad es imposible escapar de él.
Esta canción es especial porque llegó de la improvisación, partiendo de su loop. Y fue la primera que grabé para el disco. Pillé el loop, enchufé el micro, tenía algo de la letra y me puse a improvisar. La grabé en una toma y no añadí más letra, improvisé, se nota en la interpretación. Lo cual es divertido, porque me ha obligado a improvisar más en el escenario. Es el núcleo del disco, que en conjunto va un poco de “¡venga, p’alante, p’alante!” después de toda la mierda de los últimos años. Ese fue mi punto de partida y también lo fue para el álbum. En ella digo: “Siempre es la misma canción”. Tengo cincuenta años y así es, aunque las letras y las músicas cada vez sean distintas. Es como un pintor, que un día pinta una cosa en blanco y negro, al día siguiente la misma cosa en negro y azul, otro día la pinta en rojo y verde… Siempre estoy haciendo el mismo tipo de canción y de música, lo cual en cierta forma es guay porque me gustan ese tipo de artistas que siguen una línea aunque a veces hagan saltos mortales. Y el aburrimiento ha sido siempre un asunto especial en mi vida artística desde el principio. El sentirme aburrido y triste y tratar de hacer algo por mí mismo y que la gente pudiera escucharlo. Sé que es algo pequeño, pero para mí es importante y me hace sentir bien y espero que a los que escuchan también les haga sentir bien.
“Dix ans” es una canción muy emocionante, quizá de las más emocionantes que hayas escrito nunca.
Es un eco de una canción del primer disco de Michel Cloup Duo, de “Cette colère”. Empecé mi etapa con el Duo con esta canción y diez años después estaba yendo hacia otro lugar y para mí fue importante. Una parte de este disco tiene que ver con que paras, piensas qué quieres hacer con tu vida y qué has hecho hasta ahora. El primer disco de Michel Cloup Duo estaba basado en la muerte de mi madre y diez años después era importante hacer esta canción. También es interesante porque “Notre silence” (Autoeditado, 2011) fue un disco muy orgánico: guitarra, voz y batería. Y hacer esta canción con esta nueva forma de trabajar, con el ordenador y todo lo demás… aunque al final todas se pueden tocar solo con la guitarra. Esta canción es muy personal, pero necesitaba hacerla. Hay dos o tres momentos así en este disco.
Hablemos también de esa nueva versión de “La Internacional” que es “L’Internationale 2022”, en la que actualizas ese himno pero que en el fondo llega a la misma conclusión que hace ciento cincuenta años. No parece que haya habido mucha mejora.
Me di cuenta cuando mi amigo Joseph Ponthus (cuya novela “Desde la línea” adaptó en el álbum “À la ligne. Chansons d’usine”, obra firmada junto a Pascal Bouaziz y Julien Rufié que vio la luz en 2020), que era escritor y que murió en 2021 de una manera muy dramática y al que dedico “Ciao bye bye”, me mandó la letra de “La Internacional”. Me di cuenta de que no había escuchado realmente la canción, porque en Francia hay una gran tradición en torno a ella, se tararea, forma parte del folclore de la izquierda y de los sindicatos. El caso es que leí bien la letra y fue como ¡guau, increíble! Porque es muy poderosa, muy violenta, mucho más violenta de lo que imaginaba, porque aquí es una canción que cantas en las protestas y tal, que queda muy guay, pero lees la letra y ¡guau! Lo que resulta deprimente es que una canción de 1871 pueda ser perfectamente una canción hecha hoy en día, que diga lo que está pasando ahora. Quise hacerla a mi manera. En Francia ha habido gente que la ha escuchado y me ha dicho que nunca se habían dado cuenta de su violencia, que no es una canción solo para tararear en las protestas. Cuando la grabé, tuve dudas de meterla en el disco. No lo tenía claro. El disco empieza con el “que os jodan, ya volveré” de “On attendant demain” y al final está esta canción en plan “he vuelto, con todos vosotros”. No tengo demasiadas esperanzas con el futuro, veo que no hay mucha diferencia entre 1871 y 2022, pero creo que necesitamos esperanza, que necesitamos reacciones y que aunque esto no cambie las cosas al menos nos hace sentir mejor. Subir al escenario, sudar y gritarle al micro me hace sentir bien y espero que a la gente también le haga sentir así. Es lo que puedo hacer. ∎
Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.