Moby acaba de realizar el único giro que le faltaba por dar como estrella de la electrónica: publicar un disco de versiones orquestales de sus canciones, editado por un sello de tanto prestigio como Deutsche Grammophon. En esta entrevista, el músico habla sin tapujos de los aciertos y limitaciones de una trayectoria quizá irregular, pero indudablemente honesta.
El autor de hitos del muzak moderno como el televisivo “Porcelain”, artificiero techno en los 90 decantado luego por el patchwork electrónico posmoderno, se pone más serio de lo habitual en “Reprise” (Deutsche Grammophon-Universal, 2021), un álbum en el que reconstruye temas de toda su trayectoria con la Budapest Art Orchestra y numerosos invitados. Richard Melville, Moby, luce como un superviviente de las adicciones y los desórdenes emocionales, encontrando la palabra justa a cualquier pregunta y hablando sin tapujos, como en “Moby Doc” (Rob Gordon Bralver, 2021), el documental en el que exorciza sus fantasmas.
¿Te habías imaginado alguna vez que un día grabarías un disco con Deutsche Grammophon?
¡Nunca! Recuerdo haber visitado tiendas de discos con mi madre cuando yo tenía seis o siete años y percibir que había algo elegante y sofisticado en los álbumes que lucían ese sello. A los 19 años trabajé en una de esas tiendas. Era una época en que vivía en una fábrica abandonada, tocaba en una banda punk y hacía de DJ en un garito, y me veía desempaquetando esos discos tan respetados de Deutsche Grammophon. Entonces ni siquiera imaginaba que algún día firmaría un contrato con una discográfica. Crecí pensando que quizá me haría maestro de escuela y que me encerraría en mi sótano para hacer música que nadie escucharía.
¿Te intimida compartir catálogo con Herbert von Karajan, Luigi Nono o Philip Glass?
Cuando escribía los arreglos orquestales me sentí un poco avergonzado al pensar que eran bastante simples. Incluso llegué a pedir disculpas a la orquesta con la que hice el concierto de Los Ángeles. Son orquestaciones sencillas en comparación con la música clásica compleja de Brahms o Wagner.
Las orquestas tuvieron mala prensa durante años en el contexto del pop y el rock. Se las asociaba a la pretenciosidad.
Lo que adoro de los elementos orquestales es que pueden ser poderosos y ampulosos, pero también muy vulnerables. Estoy familiarizado con los músicos de pop y rock que han usado orquestas en un buen sentido, y también con los ejercicios más genéricos. Pero mi objetivo no era trabajar con una orquesta, sino tratar de hacer algo con propiedades emocionales.
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