Como si se tratara de un
spin off del
“Stress” de Romain Gavras en el que los chicos conflictivos de la
banlieue parisina hubieran sido sustituidos por argelinos de las barriadas de Argel, los franceses
The Blaze (Jonathan Alric y Guillaume Alric) capturan en un estilo semidocumental el regreso a casa de un joven tras cruzar el Mediterráneo en el sentido inverso al de aquellos que perecen en sus aguas, y con un equipaje emocional sin descifrar. Como un viaje para recuperar el sosiego espiritual tras un período de turbulencias sin aclarar, en fuera de campo. Una cura redentora cerca de sus allegados, alejada del ardid religioso y canalizando el ruido y la furia con baile, música y hedonismo, en la que se aborda el sentimiento de pertenencia, la masculinidad o el trasiego anímico.
A medio camino entre el cine social feísta de los bajos fondos de Jacques Audiard y el mencionado estilo visual punzante e impactante de Romain Gavras o de Daniel Wolfe, la pieza es arrastrada por la lava que expulsa ese volcán activo que es el joven actor Dali Benssalah mediante un
tour de force interpretativo que descubre un abanico de registros amplio, pasando de la explosividad física a la ternura en cuestión de segundos. Y es precisamente en su rostro cambiante y expresivo, espejo de una alma intranquila e incendiaria, donde se apoya la dinámica cámara de The Blaze, que, con la ayuda de la velocidad ralentizada, una fotografía realista y un apoyo actoral con la presencia mayoritaria de intérpretes no profesionales, logra estampar ese broche perdurable a un clip que estremece y arrebata con su equilibro entre el abrazo emocional y los arranques de furia animal. ∎