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Firma invitada / Vitafonías

Vitafonías nº 3

Por Remate

31. 03. 2021

A

rcade Fire y Owen Pallett musican el color rojo Pantone 186 C en “Her”, esa historia de amor artificial sobrehumana. Jason Hill decora con su música sintética anticlimática las escenas del crimen con la misma maestría que todo lo que acontece en “Mindhunter”. Cliff Martinez dispara sus electrocardiogramas hechos partituras por un Nueva York de principios del siglo XX reinterpretado por Steven Soderbergh en “The Knick”.


“Her”
(2013; Amazon Prime Video)
Director y guion: Spike Jonze
Música: Arcade Fire y Owen Pallett
Minuto: 00:14:50. Noche. Interior. Luz artificial. Theodore está solo en su casa frente al ordenador. El rojo predomina: la lámpara, el fondo de escritorio y la camisa.

Las instrucciones del OS1, el sistema operativo, vienen en un libreto escrito en rojo Pantone 186 C, ese color que tiñe toda la película de Spike Jonze. Theodore (Joaquin Phoenix) se dispone a instalarlo en su ordenador de sobremesa. Tan solo dos preguntas de la computadora al usuario: una acerca de si es social o asocial, y la otra para decidir si quiere que la voz del sistema sea de mujer o de hombre. Por favor, espere a que se inicie su sistema individualizado”. Estamos a tan solo un audiólogo (sonido/micromelodía identitaria de la marca) de que el sistema se inicie... Hola, estoy aquí”, dice Samantha. (Scarlett Johanson) Suena sumamente humana. Sobrehumana. Jamás se pensaría que es una voz sintética, computerizada. Usuario y sistema operativo se presentan y empiezan una conversación. Su primera conversación. Se ríen. Conectan. ¿Puedo examinar tu disco duro?”, pregunta Samantha. Theodore se siente bien por primera vez en mucho tiempo. Y suena la música: un Si bemol muy agudo, repetitivo, como si rebotara contra el teclado suavemente por casualidad más que premeditadamente. La melodía se va armonizando, se unen más pianos, diferentes tesituras, más graves, barítonos. Unos sintetizadores aparecen por debajo de la melodía principal, sube la dinámica. Se hace de día. La sugerente música de Arcade Fire y Owen Pallett ha sido una elipsis y una revelación al mismo tiempo. Si fuera un color sería el rojo Pantone 186 C.


“Mindhunter” Temporada 2. Episodio 3 (2017; Netflix)
Director: David Fincher
Guion: Joe Penhall, John Douglas, Mark Olshaker, Joshua Donen, Phillip Howze y Courtenay Miles
Música: Jason Hill
Minuto: 00:07:10. Exterior, temprano por la mañana. El agente especial Bill Fench investiga una escena de un crimen cometido en una casa cercana a su propia casa.

Casas vacías. Las propias vidas domésticas de los asesinos en serie en escenas supuestamente anodinas. Una cena de un día cualquiera con su filete seco y su guarnición deshidratada. Unos “buenos días” a un vecino sin nombre propio en el reparto. El vaho de la ducha matutina. Cómo dispone uno de los psicópatas su anorak sobre la cama junto a unos guantes de plástico y la cinta adhesiva. Todos esos momentos de interludios, de tensa calma ante hipotéticos clímax, son claves en esta prodigiosa serie muy conscientemente anticlimática. Realmente no se producirán esos estruendos, sino que son estos prólogos el principio y un poco el fin de las historias. Se musica con sumo cuidado hasta cómo un carrito repleto de cartas rueda por un pasillo cualquiera y el repartidor dispone una carta rosa en un pupitre. Fin del pasaje, fin de la partitura. Sublime música efímera adherida a las ruedas del carro. Estos y todos los microscópicos detalles son los que hacen de esta serie una cúspide casi inigualable. Pero si hay un subgénero donde el compositor Jason Hill (sin duda, de mis favoritos, y quizá el aspecto de “Mindhunter” menos laureado/conocido cuando se trata de una obra maestra absoluta del score contemporáneo) es un gurú es en el de musicar las escenas del crimen. No hay nada comparable. Aquí, el agente especial Bill Fench visita una escena del crimen en una casa donde se produce una terrible casualidad: su mujer, agente inmobiliario, es quien la está intentando vender. Este preludio sucede entre unas líneas musicales sintéticas mínimas, aunque terriblemente eficaces. Se te meten en el estómago, se enredan en tu intestino, y hacen un nudo casi tan endiablado como los que practica uno de los psicópatas mientras su mujer, ajena a la condición de su marido, plancha sus camisas. La banda sonora de Jason Hill es el mobiliario de esas casas vacías, de esas escenas de crímenes nauseabundos que retumban sin haberlas visto. Nos las imaginamos, y eso es mucho peor. Y es la música las que las “recuerda”. Sucede lo mismo que con cualquier habitación vacía: si la decoras con los muebles adecuados paradójicamente no parece más pequeña o con menos espacio sino más GRANDE y de dimensiones desconocidas.


The Knick” Temporada 2. Episodio 2 (2015; HBO)
Director: Steven Soderbergh
Guion: Jack Amiel y Michael Begler
Música: Cliff Martinez
Minuto: 00:00. Exterior. Nieve. Nueva York de principios del siglo XX. Dos hombres se acercan al río con gestos graves, parece que alguien les haya avisado: descubren un cadáver flotando en las orillas del Hudson.

La banda sonora del Nueva York de principios del siglo XX es electrónica. Esa es la perspectiva con que reinterpreta la historia Steven Soderbergh para contarnos no tanto qué pasó en un hospital llamado The Knick, con médicos ilustres y adictos a las innovaciones científicas y otras drogas. Sino por qué pasó esta historia increíble y dramática. Los cortocircuitos arpegiados de Cliff Martinez son la historia emocional de la trama, vertiginosa, peligrosa, de vida y de muerte. El electrocardiograma. En el capítulo 2 de la segunda temporada antes de ver imagen alguna oímos unos arpegios en Do menor, muy graves, casi como si sonaran en algún lugar remoto. Hay más golpe percusivo que pura nota, al principio. Paulatinamente se va convirtiendo el sonido en más melódico y se despega de las profundidades. Notas académicas aunque heterodoxas, un juego clasicista distorsionado, ruidismo quirúrgico. Cada vez más y más cercanas. Según se acercan al cadáver que flota en el río, el del inspector Jacob Speight, las notas resuenan encima de nuestra cabeza. Por el eco de las frases musicales rebotan otros pasajes paralelos. La dinámica es un clásico in crescendo. Es un agujero negro que sobrevuela la secuencia. Un minuto exacto y la música cesa con un efecto de desagüe. (Esta sensacional pieza no está incluida en la banda sonora publicada. Tendréis que ver la serie para encontrarla. Dejo una parecida adjunta).

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