Si alguien nos dice en 1995 que el inerte intérprete que opera como Smog acabaría grabando cosas como
“Too Many Birds”, no le hubiésemos creído o hubiésemos asumido que ello exigiría una transformación artística radical. Pero ni eso.
Bill Callahan graba hoy canciones agradables al oído y las guía con una ternura casi sensual, pero su inconfundible voz sigue vertebrándolo todo, así que es imposible no reconocer al autor de la inolvidable “Bathysphere”.
Su evolución ha sido más paciente y sigilosa que la de Cat Power, por ejemplo, pero varias de estas canciones ofrecen un atractivo similar: luminoso, relajado, como de nuevo amanecer. Son secas pero cálidas, como esa piedra al sol que proporciona un tacto agradable. Las estructuras todavía avanzan con aspereza (¿
“My Friend” no es krautfolk?), pero los juegos que propone con los instrumentos de cuerda y las percusiones desorientan y fascinan por igual. Los seis minutos de
“All Thoughts Are Prey To Some Beast” delatan una estratosférica imaginación y nos obligan a desempolvar todos los adjetivos que adjudicamos a la Joanna Newsom de
“Ys”.
Para no limitar las comparaciones a sus ex, habría que añadir que en esta progresiva humanización de su country-folk de esencia lo-fi y con esa voz tan inhumanamente grave, Callahan nos regala el disco que Lambchop ya no parecen capaces de inventar. Y no solo por los parecidos que sugiera la aterciopelada y abismal
“Jim Cain”, sino por el planteamiento conjunto.
“Sometimes I Wish We Were An Eagle” es hondo, seductor, siniestro y circunspecto. Tiene un punto de clasicismo pero siempre busca las cosquillas. Lo de Bill Callahan aquí ya es descomunal. ∎