El tercer álbum de Tronco se cierra con un tema titulado “Con las manos en la masa”. No es una versión del clásico de Vainica Doble, pero sí un claro homenaje a un grupo de cuyo influjo nunca han querido escapar. Se nota, por ejemplo, en la deslumbrante enumeración de palabras, absurdas y bellas al mismo tiempo, de “Piropos”. También en su capacidad de fabulación, especialmente brillante en “Un documento” y “Rumba veraniega para tiempos oscuros” (esta última, con texto del ilustrador Dídac Rocho).

Las canciones de Conxita y Fermí Herrero también tienen un algo que las coloca en las coordenadas de muchos de los grandes heterodoxos del actual indie español (bastantes de ellos, procedentes de su mismo sello, Elefant): de La Bien Querida –a quien recuerda mucho la forma de contar de Conxita– a Single, Hidrogenesse, Espanto, La Estrella de David, Alexanderplatz o incluso Soleá Morente, con quien conecta en una parecida visión de la rumba pop.

No todos los textos funcionan igual de bien: los dos hermanos catalanes dominan las metáforas y la capacidad de sorpresa, pero la estructura temática de “Volveré”, “Menos contigo”, “Me iré” o “Qué gusto verte” es demasiado convencional para lo que de ellos se espera. Han perdido un poco el encanto más espontáneo de “Abducida por formar una pareja” (2017) o “Tralará” (2018), aunque Eloy Bernal aporta una producción imaginativa y compleja, sin complejos a la hora de flirtear con los géneros musicales más inesperados. Hay un par de colaboraciones lustrosas (Laura Antolín, de Doble Pletina, y Ryan McPhun, de The Ruby Suns) y una adaptación con la que consiguen llevar a su universo “I Am A Rock”, de Simon & Garfunkel. Mención aparte merece el cuidadísimo diseño del disco, con letras, acordes e ilustraciones de Andrea Ganuza y Lucas Naranjo, tipografías manuales de las abuelas de los autores y todo ello cargado de intencionalidad y homenajes: de las obras infantiles de Arnold Lobel a la película “La edad de la inocencia”, de Martin Scorsese. ∎