Una Galicia global.
Una Galicia global.

En portada

Baiuca

Electrónica libre para llevar Galicia al mundo y dejar al mundo entrar en Galicia

Fotos: Alfredo Arias

05.11.2024
Tras su revolucionario álbum conceptual “Embruxo” (2021), el proyecto de Alejandro Guillán regresa tres años después con una propuesta más global pero igual de idiosincrática llamada “Barullo”. Baiuca llevó la Galicia tradicional a la música electrónica. Pero este nuevo proyecto se revela como otra vuelta de tuerca. Un visionario equilibrio entre el folclore y una libertad asumida para arrimarse a estilos contemporáneos con menor presión. Charlamos con él sobre los orígenes de su firma, sus mecanismos de creación, su perfeccionismo y el espacio que ocupa hoy la electrónica.

Bajo

Suscripción

B

uena parte de la música electrónica consiste en el gran build-up manipulador y un drop tan distinguible y euforizante como un lúbrico guiño de Julio Iglesias a una colegiala en los años ochenta. Son trapicheos de sonidos refritos, con bajo contenido en originalidad por mucha proteína nocturna que generen. Aunque una buena parte de los temas que rebotan en los altavoces de los clubes no llegan ni a esa sublimación. Se quedan atascados en una introvertida melodía neurótica que hace de la metanfetamina la llave de su goce. Limitan el gusto presencial al chapoteo en una gelatina neuronal densa. A uno de esos antiestados marcianos en los que la conciencia se ha despedido a la francesa: yéndose a bote pronto, sin avisar. Se llenan así los espacios de cuerpos tozudos, de hare krishna sumergidos y gimoteantes dándole a la sinhueso como si llevaran un abrigo de pana: ¿Qué pasaaaa, tío? Flipas lo a gusto que estoy, cariño. Si meneas más el brazo te va a quedar la mantequilla finísima, pana”. Esa movida.

Hasta hace poco, gracias a Dios, han empezado a escalar hasta la parte alta de la colina artefactos de manufactura menos industrial. ¿Hace poco? Bueno, yo llevo como cinco años temiendo arrancarme por muiñeiras en el metro, danzando como un gnomo eufórico. Todo por culpa de Baiuca. O de Alejandro Guillán Castaño (Catoira, 1990), como prefieran verlo. Un tipo que ya ha enterrado los nervios de novata, habiéndose coronado como una referencia indiscutible en esto del folclore-techno, electro-folclore, folko-tech… ¿techno-folk? Bah, como sea; eso que tan bien ha sabido cabalgar el tsunami de lo neotradicional, convirtiendo el eclecticismo de estilos en un ubérrimo manantial de éxitos.

Publica pues Baiuca (¿Alejandro?) su tercer álbum: “Barullo” (raso., 2024). Y, de primeras, decepción ninguna. Las damas gallegas con recetas secretas de queimadas se sentirán igual de conectadas a muchos temas que el zurumbático de piños largos y andrajosas amígdalas anestesiadas con licor café. Se asomaba a un peligroso abismo Alejandro (¿Baiuca?), porque a la tercera va la vencida. Podía haberle sonado el hijo a aborto desfasado. A ajolio musgoso de la parte trasera de la nevera al que se le da un tiento como al brik de leche añejo, pero con la luminosa intuición de que se va a repetir en paladar hasta la arcada. No ha sido así. A mí, en fin, ¡me suena de fábula! Quién sabe, a lo mejor tengo el cerebro lavado, casi adicto, a los berridos agudos en la lengua vernácula. Pero creo que el músico ha abierto un macizo paraguas frente al potencial cataclismo, brindando algo fresco, siempre dentro de su tradicional novedad.

“Barullo” (feat. Felisa Segade), tema que da nombre al tercer álbum de Baiuca. Vídeo realizado por Adrián Canoura.

Buscando la tranquilidad

Será por eso por lo que, de nuevo en Madrid (ahora habita Barcelona), la tierra donde se le iluminó la bombilla de este estilo, y apostado en un taburete frente a una efímera ensaladilla rusa, Alejandro confiesa que considera este su mejor álbum. ¿Qué va a decir?, pensarán ustedes. Raro sería que entrase a promocionar al recién nacido con balbuceos de destrozo e indiscutibles autocríticas. Afirmo, no obstante, que traduce gestos de convencimiento. No maquilla la impostura con potingues de drag queen. Es verdad, vaya, lo considera el mejor. Dejando de lado un rictus de monolito seco, de desconfiado norteño, Alejandro no reprime su simpatía cuando le confieso mis nerviosos arranques folclóricos en los espacios públicos.

Esa era precisamente la idea. Yo con este disco estoy muy orgulloso de poder seguir mi camino”, dice, moldeando ese acento gallego que se le desliza a tientos. “También de haber podido hacer un disco diferente al anterior. No estoy pendiente de lo que va saliendo. A mí lo que me ha colocado donde estoy es tener la mente abierta. Desde luego, no se puede ser del género cabezón y cenizo y ponerse a mezclar música tradicional gallega y electrónica. Mi limitación es no hacer un proyecto hortera”, prosigue el músico. “No dejarme llevar por modas. No dejarme arrastrar por éxitos. Al final, si puedo hacer la música que a mí me encanta y a la vez que la gente la escuche sin perder mi camino, para mí es lo ideal.


“No estoy pendiente de lo que va saliendo. A mí lo que me ha colocado donde estoy es tener la mente abierta... Mi limitación es no hacer un proyecto hortera. No dejarme llevar por modas. No dejarme arrastrar por éxitos. Al final, si puedo hacer la música que a mí me encanta y a la vez que la gente la escuche sin perder mi camino, para mí es lo ideal”


Alejandro se mantiene erguido. Controlado. Está lejos de ser de los que se desparraman. Mi aspiración principal es la libertad, afirma después de que le pregunte por sus horizontes artísticos. No estar condicionado. Ni musical ni humanamente. El disco no tiene el objetivo de entrar en el ambiente club o discoteca. Fue un álbum en el que estuve muy encerrado en casa. Desde que me fui de Madrid he perdido la presión de tener que estar socializando, quedando con gente. Eché todo eso por la borda y quise disfrutar de la tranquilidad, concluye, igual que si quisiera dar una exclusiva.

Resulta un tanto irónico que el artífice de sonados hitos jubilosos tenga el mismo argumento vital que el niño-molla de Teruel, quien, bien clavado en el canto de una piscina, aseguraba desear solo lo mismo: Disfrutar de la tranquilidad. Claro, Alejandro no cita como el joven purista a los latinos, ni tira el argumento por lo racista. Para nada. El compositor, como mucho, quizá destile una ligera misantropía o un aura un poco flemática. Aunque él asegura ser simplemente alguien muy tranquilo. Quienes me conocen lo saben. O, mejor dicho, quienes de verdad me conocen saben que no, que también se me va la cabeza. Pero para eso requiero de una enorme confianza. El proyecto me llevó a cansarme de las ciudades, de estar fuera de casa. No de la soledad, entiéndase. Estoy con mi pareja, mi familia, amigos, pero un grupo muy reducido. No es lo mío estar en el ojo de la farándula. Quien lo vivió, lo sabe. La intensa catarsis de la juerga es absorbente y antagónica a una rica producción artística.

Alejandro Guillán Castaño: un folclore sin límites.
Alejandro Guillán Castaño: un folclore sin límites.

Dejándose llevar

Centrando los tiros –metafóricos, entiéndase– en su nuevo álbum, le pregunto a Alejandro por el instante decisivo en que se decidió por este viraje en su nuevo disco hacia un sonido más… global. Gallego, sí, pero como si habláramos de un gallego de Erasmus. Cuando empecé con Baiuca hice mil pruebas, y nunca sentía que era realmente el momento, hasta que me lancé. Lo mismo con este disco. Aunque lo tenía en la cabeza: acelerar los bpms, jugar con géneros más globales y meterlos dentro de mi música… Tuve como una inercia, porque viniendo de hacer ‘Embruxo’, que era un disco muy conceptual... Ahora quería pasar a una etapa donde me dejara llevar. Me di cuenta de que tenía varias canciones donde las bases eran más electrónicas, las percusiones tradicionales estaban más integradas y no eran tan protagonistas de las bases, pero no como algo buscado. Me quería divertir y dejarme llevar.

En vista de esto, me intereso vivamente por el sentimiento de presión que pudiera sentir Alejandro a la hora de parir el disco. Tenía bastante presión con lo de hacer un tercer disco, sí. Como no quería boicotearme, me dejé llevar. Hice música sin pensar en si sería un disco o no. Sin pensar en el público, en el directo… Hasta que, finalmente, entendí que había material. Y, en fin, la confirmación de que tenía buena intuición es que a la gente le está gustando mucho. Afirmación de la que, servidor, se hace parte.

Intermedio de ganchada a la ensaladilla rusa mediante, le pregunto al músico para quién crea. ¿Cuál es su jerarquía de importancia? Primero compongo para mí”, afirma con rotundidad. Soy la barrera que hay que pasar. Si yo no lo quiero escuchar todo el rato, ya no me vale. Tengo la sensación de que hay muchos artistas que están entrando al estudio y ya lo están sacando al día siguiente. La escucha no puede ser tan inmediata. Hay que dejarlo madurar. Cosa que suena, vaya, a un ramalazo perfeccionista.

Sí, soy perfeccionista, prosigue Alejandro. Me gusta darle mucho tiempo a cada tema, un mes más o menos, para volver a él. En octubre de 2022 es cuando empecé este disco. El anterior lo acabé un año antes de la salida. Intento no trabajar cuando me siento colapsado. En esos momentos, me dedico a investigar, escuchar otras músicas o no hacer nada, vaya. No sé, son épocas. La solución para la inspiración es pasar una semana sin hacer nada. Y hay épocas en que no necesito la presión de trabajar por trabajar. Este año sí ha sido muy activo con el asunto del disco. Pero cuando digo no hacer nada, es no hacer nada. No tener ni necesidad de culturizarme ni nada por el estilo. Es un proceso que va alimentando en una parte de tu cabeza las ganas de crear. Y al final, acabas volviendo con hambre y energía.

Inspiración activa.
Inspiración activa.

Sin miedos

Lejos de procrastinaciones, este nuevo proyecto de Baiuca sí cuenta con inspiraciones activas, que su autor declara. Con este disco volví mucho a música de toda la vida. Por ejemplo, Skrillex. Curiosamente, me flipa mucho lo que está haciendo ahora. Y también música muy ‘mainstream’, cosa a la que le he tenido siempre mucho respeto porque no he querido nunca abandonar mi mundo. No quería dejar de sonar a Baiuca. Y precisamente en este disco no he tenido esos miedos. No he temido sonar como a quienes escuchaba en ese momento. Aunque, claro, pongo en marcha mi firma. Cambio las cajas de sonidos por ‘samples’ gallegos, corto el ‘loop’ con unas cunchas, meto un saxo... Al final aprendes a adaptarlo para que suene a ti. Pero no me he forzado tanto en esta ocasión.

La electrónica está totalmente integrada, responde el músico tras una ligera meditación, cuando le pregunto qué piensa del lugar de su género en el panorama. Diría que ahora hay electrónica o rock. Porque pop es todo lo ‘mainstream’, todo lo que se pueda cantar… La evolución de los sonidos electrónicos tampoco es que sea una locura, ¿no? Por eso quise conectarlo en su día con los sonidos gallegos. Yo siempre tuve claro que quería contar esta historia para el mundo. Y es cierto que la electrónica es muy global.

Una globalidad que, para los que vampirean en garitos a horas crepusculares, está altamente dominada por el minimal techno. Una línea a la que Alejandro dice no adherirse por razones orgánicas. Mi música es muy barroca, asegura. Tiene muchísimos elementos y detalles para que no te aburras. Estábamos grabando una vez con un productor y me dijeron ‘pero, hombre, hazlo más simple, que pareces Aphex Twin’. A mí me gusta esa complejidad. Eso te permite escuchar las canciones sin una repetición obscena.


“Mi música es muy barroca. Tiene muchísimos elementos y detalles para que no te aburras. Estábamos grabando una vez con un productor y me dijeron ‘pero, hombre, hazlo más simple, que pareces Aphex Twin’. A mí me gusta esa complejidad. Eso te permite escuchar las canciones sin una repetición obscena”

Mi vida es mía

Aunque Baiuca pueda compararse antes con Golpes Bajos o Califato ¾, me tienta abrirme a Alejandro y sorprenderlo diciéndole que –salvando mucho las distancias– su ambición por mezclar esa tradición celta y la novedad me recuerda a la valentía de The Pogues. Con mejor dentadura que Shane MacGowan, claro. “Me encantan, sí, responde animoso. “Lo que pasa es que yo con cuatro meses no bebía whisky. Mi padre los escuchaba mucho. Vi el documental y me pareció impactante. Esa gente de verdad tenía una vida tremendamente desordenada. Yo pienso en mi vida, que es muy tranquila aunque esté consiguiendo algo muy chulo, y me parece otro mundo. Otra vida musical totalmente distinta.

¡Y tanto!, le digo a Alejandro. Para empezar, no existía la necesidad opresiva de exhibirse sin interrupción, ni nadie te podía grabar instantáneamente si cometías una estupidez. El Gran Hermano del smartphone no existía y eso, bueno, te mantenía algo libre. “A mí no me gusta que mi vida privada esté al descubierto. Este rollo de publicar todo lo que haces nunca fue conmigo y solo quiero mostrar los procesos artísticos en que estoy integrado. Por suerte mucha gente conoce Baiuca, pero creo que poca gente me conoce a mí. Quiero decir: se reconoce el proyecto pero no a mí. Y eso también me liberó muchas veces de que la música hablara por mí como Alejandro.

Y otro de los temas es, sin duda, la asiduidad con que hay que alimentar la maquinaria digital. “Claro”, responde Alejandro como si viera venir el interrogante. “Parece que si no estás sacando música todo el rato las plataformas se olvidan de ti. Aunque yo debo admitir que mi música siempre funcionó muy bien ahí. Y entramos en ellas en un momento en el que empezaba a ser su bum.

Profeta en su tierra.
Profeta en su tierra.

Profecías folktrónicas

Porque, hablando de bums, le pregunto si se siente más cómodo en sala o en festival. “Me flipan las salas y los festivales. Ambos cada cual en lo suyo. Por ejemplo, las salas permiten alargarme mucho más y darle una continuidad total al bolo. Yo no soy de los que hablan entre tema y tema. Nunca lo he hecho ni lo haré. A mí me gusta que se enlacen directamente y con poca pausa. Le doy además una gran importancia al directo porque es lo que me da de comer. Comprendí, hará unos años, que tenía el potencial de meter más cosas en el directo. Poco a poco lo estamos haciendo más grande, lo cual en festivales queda genial. Y si un día va mal, ojo, pues puedo volver yo solo. No quiero que la gente piense que si el proyecto con los músicos no puede salir, se acabó. No, el proyecto lo puedo llevar yo solo si se da el caso, confirma en tono no bronco pero sí algo airado. Como si se hubiera puesto anteriormente en duda su valor en solitario.

Pero Alejandro Guillán tiene poco por lo que enervarse. Le va bien. De lujo, si nos ponemos. Y, es más, con treinta y pocos años ya puede colgarse la medallita de haber sido profeta en su tierra. Lo que no es poca cosa. “Sí, a ver, creo que algo profeta en mi tierra soy, responde asertivamente a mi declaración. “Antes de mí no había propuestas de este estilo. Así que algo hemos contribuido. La gente cuando empezó a escuchar a Baiuca creo que vio que había todo un universo por explorar, y ahora hay nuevas generaciones que lo están haciendo, y lo están haciendo muy bien.


“Sí, a ver, creo que algo profeta en mi tierra soy... Antes de mí no había propuestas de este estilo. Así que algo hemos contribuido. La gente cuando empezó a escuchar a Baiuca creo que vio que había todo un universo por explorar, y ahora hay nuevas generaciones que lo están haciendo, y lo están haciendo muy bien”



De vuelta al disco y sus pormenores, interrogo ahora a Alejandro por las carencias. Parecer, parece que ha tocado todos los palos de Galicia, pero seguro que alguna asignatura le queda pendiente. “La gaita”, afirma meditabundo. “Es un instrumento muy complicado que he tratado de introducir, pero siempre con resultados poco prometedores. Me gustaría lograr en próximos trabajos meter algún ‘sample’ de gaitas gallegas. Quizá, le planteo, esa ha sido una decepción, seguro, de muchas que habrán aterrizado. Pero no… En este caso, Baiuca (¿Alejandro?) desecha la pregunta como un presupuesto extenuado. “No he tenido ninguna decepción con el proyecto hasta el momento, recalca. “Alguna cosa, muy pequeña, que pensaba que podía salir y no ha salido, pero nada. En general, mi sensación es que va muy bien y siempre hacia arriba. Pausadamente, sin hacer un ruido atronador ni dar pelotazos, pero en positivo. Y son siete años haciendo música.

Una progresión a la que cuesta verle el tope y que deja patente el bombazo que invocó Alejandro Guillán, Baiuca, hace menos de una década. Se venía demandando darle una vuelta de tuerca a las cosas. Mirar al pasado con los ojos del futuro y demás mamonadas poéticas colmadas de sinsentidos metafísicos que se le puedan ocurrir a uno. Alejandro ya es la promesa que siempre supimos que sería, y ha trascendido ese punto de duda para acomodarse en la confirmación. Pero hay preguntas sin respuesta sobre los avatares del horizonte de las que penden vidas y tímpanos lavados con cariño por cierta calidad musical. Y, sinceramente, solo el devenir dirá. ∎

Contenidos relacionados

2024/ Discos nacionales

Bajo

Suscripción

2024/ Discos nacionales

Celebración cañón
LISTAS DE MÚSICA / Por Rockdelux → 20.12.2024

TOP 2024: canciones nacionales

PLAYLISTS / Por Rockdelux → 20.12.2024
2024/ Canciones nacionales

Bajo

Suscripción

2024/ Canciones nacionales

Esta es tu vida
LISTAS DE MÚSICA / Por Rockdelux → 20.12.2024

Baiuca

Barullo
ÁLBUMES / Por Diego Rubio → 11.10.2024

Baiuca

PAEQB
CANCIÓN DEL DÍA / Por Víctor Trapero → 09.02.2024

Contenido exclusivo

Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.

Inicia sesión