En la ruta de Lesbos.
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Christina Rosenvinge

“Nos hemos perdido mucha música maravillosa hecha por mujeres”

Fotos: Alfredo Arias

23.01.2024
Entre los últimos discos españoles publicados en 2023 cabe destacar “Los versos sáficos”, el nuevo trabajo de Christina Rosenvinge, que aborda la figura y obra de Safo de Lesbos con amplitud de registros sónicos.

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on “Los versos sáficos” (Primavera Labels, 2023), que se publicó el pasado 15 de diciembre, Christina Rosenvinge parece cerrar un ciclo creativo iniciado hace dos años, tras recibir el encargo de la productora teatral Focus para trasladar el universo de la poeta Safo –que vivió en la isla de Lesbos entre los siglos VI y VII a.C. y cuya obra no ha dejado de crecer en influencia desde el siglo XIX– al escenario del Festival de Mérida en el verano de 2022. La cantante y escritora madrileña aceptó el reto, embarcando en el mismo a la directora teatral Marta Pazos y a la dramaturga María Folguera, asumiendo el rol de directora musical del montaje “Safo”.

Hasta ese momento, su aproximación a la autora griega había sido más bien superficial, así que aquel encargo la obligó a profundizar. “No tenía idea de la magnitud de su figura, tanto de la importancia real de su poesía como del devenir de su figura mitológica”, reconoce, sentada frente a la grabadora de Rockdelux en un café chic del centro de la capital. “Es de las pocas artistas, escritoras, poetas de la antigüedad que se convierte en personaje. Tú no ves cuadros de Homero, pero Safo es una presencia constante en la imaginería de los museos. Es algo que pasa con ella, vive dentro y fuera de la ficción”.

Su cometido en la obra teatral incluía crear música para acompañar los versos de la poeta y la composición de varias piezas instrumentales que serían interpretadas durante la representación por una banda femenina. Pero la cosa no terminó ahí. En la cabeza de nuestra protagonista había un disco que nacería de esa primera aproximación. El que nos ocupa, en el que participaron Amaia Miranda (guitarras), Irene Novoa (bajo y teclados), Xerach Peñate (batería), Lucía Rey (piano y teclados) y Dany Richter (ebow y secuenciador), también coproductor de álbum junto con Rosenvinge. “Lo que hemos grabado es a partir de ahí, porque los arreglos de la obra estaban al servicio de la dramaturgia, había canciones cortadas, yo no interpretaba la mayoría de las canciones”, explica la madrileña. “El proyecto siguió evolucionando una vez que acabamos esa parte. Tenía mucho empeño en grabar las canciones porque en la obra los versos de Safo se recibían entre un montón de estímulos visuales, de texto, mujeres desnudas. Había mucha información simultánea. Quería que se apreciara realmente el trabajo de orfebrería que había hecho al juntar las canciones y sobre todo difundir la poesía de Safo. Había que grabar el disco sí o sí. Lo grabamos nada más acabar la obra. Nos metimos en el estudio y en las pruebas de sonido fui proponiendo arreglos en los temas para cambiarlos. Y sufrieron una transformación. Empecé a cantarlos, los cambié de tono casi todos porque no me iba bien el tono que estábamos utilizando, y luego escribí temas nuevos”.

Las canciones que sumó después son las que cierran el disco, “Ay, pajarita” y “Contra la épica”, cuya publicación vino acompañada por la edición de un libro que incluye las letras, llamativas fotos en blanco y negro de Pablo Zamora y facsímiles del trabajo de adaptación de los textos por parte de Christina. En marzo lo va a presentar en directo en Girona (3), Alcoi (7), Albacete (9) y Barcelona (14). 

Versos que atraviesan el tiempo.
Versos que atraviesan el tiempo.


¿Cuándo haces esa profundización en la obra de Safo, qué es lo que más te llama la atención?

Lo primero, que fuera tan desconocida incluso para alguien como yo. Había adaptado a Ovidio, por eso me hicieron este encargo. Había adaptado el mito de Narciso y Eco, que sigue teniendo una vida larga incluso en circuitos académicos. Me da mucha satisfacción que se estudie en las aulas esa adaptación. Era natural para mí hacerlo, pero había adaptado a Ovidio, que es el que le inventa a Safo en las “Heroidas” una muerte dramática que no existió, que se tiró desde un peñón por amor a un hombre. Se suicida por amor a un hombre cuando la poesía amorosa y erótica de Safo está dedicada a las mujeres. Hay varias lecturas. Por un lado está lo puramente poético. Descubrí que la poesía de Safo era muy pop. He intentado adaptar a poetas del siglo XX y he renunciado porque tenía que quitar tantas cosas… No había manera de encajar la métrica de la poesía libre. Para encajarla en la melodía tenía que alterarla demasiado. Se puede utilizar un verso aquí o allá, pero era muy difícil musicar un poema así, tal cual. Sin embargo, con Safo es relativamente fácil hacerlo porque es poesía muy sencilla, muy concisa, con muy poco adjetivo, muy poca metáfora alambicada. Es realmente muy pura y habla de los sentimientos, del sufrimiento por amor, de la celebración. Es muy pop, muy Lana Del Rey. En ese sentido había algo ya muy orgánico, se nota que esos textos ya eran canciones.

Sí, se nos puede escapar que esa tradición poética de la Grecia clásica era oral y musical. Que era cantada, no escrita. Se cantaba acompañada con el instrumento que más se tuviera a mano.

Sí, de hecho Safo en todas sus representaciones tiene una lira en la mano, que era la guitarra de la época. Y se le atribuye el invento del plectro, que es la púa, para producir más sonido porque vendría mucha gente a verla y quería que lo oyeran hasta en la última fila. Se representaba también con un coro, supongo que para ganar potencia. No era música polifónica, era monofónica, los coros no hacían distintas voces. Y no había acorde como tal, sino líneas melódicas que pertenecían a unas escalas predeterminadas. Se dice que la suya, la que ella utiliza, era la mixolidia, que es supercomún en el rock más mainstream. Hablando con gente que sabe de esto realmente, me decían que lo que entendemos por mixolidia ahora no era la mixolidia griega. Abandoné la idea de jugar con esa escala, pero mantuve la métrica sáfica, que son versos formados por tres endecasílabos y un pentasílabo. Acaban en palabra llana, no riman y los acentos están en la cuarta, luego bien en la sexta, en la octava y la décima. Esto es una adaptación de los griegos, porque miden las sílabas de otra manera, tienen sílabas largas y cortas. En castellano, aunque fonéticamente unas suenan más largas que otras, no las medimos así. Sí medimos dónde están los acentos. Con esto me hice un esquemita y me puse a escribir en estrofa sáfica cualquier cosa, hasta que se naturalizó lo suficiente como para poder escribir canciones. Hay dos donde lo he hecho: “Himno a Afrodita”, que es el único poema completo, donde sí me he atenido a la traducción, no podía inventar mucho, era demasiado punk inventarle cosas (ríe); y “Contra la épica”, que es un techno discotequero escrito en estrofa sáfica. Y en las otras he jugado con otras métricas.

Con la representación de la obra ya tienes a favor el haber hecho una primera aproximación. Y también ese elemento pop de la literatura sáfica juega a tu favor.

Sí, de hecho en los ensayos de la obra ya empecé a decirle a las chicas que se reservaran días para la grabación del disco, y a Dany Richter, el técnico de sonido, que estaba haciendo el diseño sonoro de la obra, que reservara fechas de estudio. El único cambio fue que Juliane Heinemann se fue de la banda porque se ha vuelto a Alemania y no quería estar tan involucrada, y entró Amaia Miranda, que iba a ser la primera guitarrista en la obra pero no pudo hacerlo porque se cruzó otro proyecto por medio. Hicimos la grabación y luego una segunda parte en la que añadí los dos temas que son míos.

En el disco pasan muchas cosas distintas en muy poco tiempo. Es muy dinámico y se tocan muchos géneros.

A mí esto me sale naturalmente, lo de ser fiel a un estilo no me va. Me gustan demasiadas cosas distintas como para quedarme en una. Sí, efectivamente, las canciones salieron a lo largo de tres o cuatro meses, las primeras, e iba experimentando y probando cosas. Hay canciones como “Himno a Afrodita” que al principio sonaba más latina pero en el sentido de “Clandestino” (1998), de Manu Chao, fíjate. Me hacía gracia hacerlo así. Cuando la llevé al local propuse jugar con las melodías que tenía e hicimos un trabajo de local precioso toda la banda. Y como Irene Novoa, que tocaba el bajo, había estado en mi banda, planteó si la hacíamos en una onda más electrónica oscura tipo “La muy puta” y fue como Uau”… Metimos este bajo de sinte que dio lugar a llevarnos el tema a otro sitio completamente distinto. Ha habido un trabajo coral con las músicas a la hora de intentar sitios. Hay algunas, como “Ligera como el aire”, que yo tocaba con el piano de esta manera, pero que la ha tocado Lucía Rey, que es una pianista de jazz increíble, a la que le tuve que decir que lo quería como lo tocaba yo y que le metiera un par de cosas más finas. Que sonara así, muy ingenuo. Me costó mucho que fuera a ese sitio, pero una vez que lo hizo fue… Es una canción muy de musical, podría estar casi en una película de Disney. Para trastocarla metimos ese coro de sintes y voces con Irene y salió otra cosa completamente distinta. Aunque la canción estaba en ese sitio minúsculo, porque si la tocas con más dinámica es un pastelón insoportable, pero tocada ahí, tan pequeña, con esa cosa oscura detrás, resulta muy sexi al tiempo que inquietante. Hay una dirección de las canciones, una parte de los arreglos y la producción que no es puramente musical, que es casi interpretativa. A veces los productores de clásicos no entienden esto, a mí me ha pasado. Gente que es muy técnica no entiende “toca esta canción tan pequeñita que parece que te duele mucho”, porque solo funciona en ese sitio y si le das más dinámica y más seguridad esa melodía va a dejar de funcionar. A mí esto me ha pasado a menudo. O una canción que tiene que sonar rota porque si la haces bien suena como una canción que podía haber escrito cualquiera. Para mí, llevar la interpretación a los extremos es parte de la composición también.


“He intentado adaptar a poetas del siglo XX y he renunciado porque tenía que quitar tantas cosas… No había manera de encajar la métrica de la poesía libre. Sin embargo, con Safo es relativamente fácil hacerlo. Es realmente muy pura y habla de los sentimientos, del sufrimiento por amor, de la celebración. Es muy pop, muy Lana Del Rey”



¿Por qué te quedas con que el trabajo en el local, con el grupo, fuera “bonito”?

Pues porque hay una parte de esta profesión, que es maravillosa, y que es que tú haces tu canción en casa y a partir de ahí te juntas con músicos, con músicas en este caso, y de repente la cosa empieza a crecer y a ir a sitios que tú no habías calculado. Puede darse también que no quieran ir a donde propones, que también pasa (vuelve a reír). Pero en el momento en que empiezan a tocar la canción también la trastocan. Es muy interesante. Las canciones tocadas por Juliane sonaban de una manera y cuando las tocó Amaia se las llevó a su sitio, propuso arpegios y cadencias con la guitarra española en las que yo no había pensado en absoluto. Pensé “mira, José González está tocando ‘La manzana’”. Yo no había visto venir eso. Y ahí hay que confiar, porque la gente te regala su talento.

“Fragmentos” es de las menos convencionales del lote, pero funciona muy bien. ¿Cómo la hiciste?

Fue mi apuesta personal, siempre tengo una canción que pienso que no le va a gustar a nadie salvo a mí. La idea era sencillísima. Safo tiene un montón de pergaminos que están rotos o borrados por el tiempo de los que solo sobrevive una palabra. Es la representación que hemos hecho en el libro. En los libros aparecen así, hay corchetes indicando que falta algo. De repente dice “Eros mi sirviente”, y solo ha sobrevivido eso. Esta forma fragmentada de Safo durante siglos se ignoró, no se consideró como obra completa o a estudiar. Parte del olvido venía de ahí, porque solamente había un poema completo, unos cuantos incompletos y todo lo demás lo habían quemado o lo habían hecho desaparecer o eran trocitos a los que nadie le veía el sentido. En el siglo XX, con las vanguardias, lo fragmentario se empieza a considerar obra completa en sí mismo. Ahí tienes los bustos de Rodin, ya no necesitas que haya brazos y piernas. Solamente un torso, a imitación de lo que habían desenterrado en los yacimientos arqueológicos, expresaba más que un cuerpo entero. Esa forma de poesía se convierte en un estilo. Ezra Pound tiene poemas donde imita a Safo y hace exactamente eso, cosas fragmentadas que resultan muy sugerentes. Tú escuchas “ropa goteante” y, claro, te imaginas.

Más que suficiente…

¡Claro, claro, exacto! ¿Cómo musicar eso? Es la pregunta que me hacía. Quería musicar los fragmentos, pero ¿cómo hacerlo? Tenía en la cabeza a Einstürzende Neubauten cuando lo hice. Crear un sonido de guitarra industrial que representara eso, la destrucción del tiempo, de la humanidad. Una especie de taladro frío que fuera interrumpiendo los poemas de Safo. Lo tocaba en casa con la distorsión a tope, metía las palabras en medio y, al llegar al estribillo, salió algo que estaba lejanamente inspirado en Diamanda Galás, un sitio al que siempre he querido ir.

Bueno, hay un momento en la canción en que vas precisamente hacia allí.

Sí, de hecho doy una nota, un do, que creo que no he dado nunca en mi vida en público. Cuando ensayo en mi casa el piano suena solo, canto al lado y el piano hace como gnnnch”… Estoy a punto de romper cristales, como la Castafiore. Llegué al local pensando “esto no lo van a entender estas chicas que vienen de escuelas de música, esto es muy punki para ellas”. Hubo como un minuto de silencio y fue como¿qué coño estás haciendo? ”. Les expliqué que en realidad era un seis por ocho aunque pareciera que no estaba medido, que había orden aunque pareciera que no. Les expliqué la estructura y ellas lo bordaron. Lo que añadieron fue brutal. Lo que ha añadido Amaia en la grabación, ese ruidismo siendo ella una clásica en la realidad… Dale a la gente carrete y lo utilizan.

Una creadora privilegiada.
Una creadora privilegiada.


Has citado antes las dos canciones de nueva composición, que dejas para el final por una cuestión imagino que de lógica interna. La primera es “Ay, pajarita”, un canto a la inspiración y a lo perra que esta puede llegar a ser a veces. No sé si es para que de esta manera te haga más caso, si es que últimamente te da mucho esquinazo.

Efectivamente. Desde la pandemia he tenido varios momentos de bloqueo creativo, esta cosa que nos da tanto miedo. No sé si es que me he vuelto muy exigente, pero tengo montones de canciones inacabadas y estaba en un momento de depresión, la verdad, de “he perdido el mojo”. Empecé a jugar con esa melodía, con cuatro acordes que son los más comunes que te puedas imaginar, y empezó a salir esta canción que me divertía, que me animaba. Es un poco autoayuda, me servía para reírme, escribiéndola me reí muchísimo. En la última parte en que las musas ya se ríen de la poeta, que nunca más va a escribir nada que merezca la pena, me estaba riendo de mi situación y de mi angustia porque era patético. Se metió Bogotá de por medio porque en aquel momento fui al festival Rock al Parque a hacer “Que me parta un rayo” (1992). Y la cuestión del ave representando la inspiración también está en la mitología clásica.

¿Estás más inspirada ahora?

Ahora mismo me cuesta mucho. Sin embargo es lo que te digo, no sé si es que soy menos constante o más exigente, pero me está costando mucho acabar canciones. Me está costando. Por suerte estoy creciendo en otras direcciones. He hecho una banda sonora instrumental para una peli mejicana, ha sido un trabajo muy bonito. He adaptado un himno cátaro del siglo XV en versión rock, adaptando del francés al español. Estoy haciendo este tipo de trabajos, que son muy creativos y bonitos.

¿Esto está pendiente de estrenarse o ya debería saberlo?

No, la película se llama “Hombres íntegros”, está dirigida por Álex Andrade y han terminado el etalonaje hace tres días, no la ha visto nadie aquí.

¿Lo de los cátaros está publicado ya?

No, todavía no. Es el “Himno de los cátaros”. He hecho la parte instrumental aunque no he tocado todo, solo las partes más fáciles; hice la composición de acordes y melodía y conté con Charlie Bautista para que tocara la guitarra y con un amigo de mi hijo, León Sierra, al que he visto crecer y justo se ha convertido en un músico increíble. Con él de bajista. Muy divertido. Y mientras tanto estoy escribiendo otro disco con el que voy lentísima (ríe). También estuve haciendo la gira de “Que me parta un rayo”.

¿Cómo fue para ti ese flashback?

Después de todo este viaje, tocar las canciones que hice cuando acababa de aprender a tocar, que son muy sencillas pero que cambian de acorde todo el rato y no tienen sitio para respirar, y ese disco, que es un superclásico y que tiene su propio público que luego no me ha seguido a ningún lado, pues es muy divertido. Para mí, que luego me he complicado tanto la vida musicalmente, volver a lo primario y lo sencillo ha sido también bonito.


“Yo no dependía económicamente de nadie, tuve la suerte de ganar mucho dinero al principio de mi carrera, y luego, debido a una tragedia familiar, heredé y asumí más riesgos. Lo aposté todo a la música. Tuve la beca Rosenvinge, así la llamo yo, y eso me permitió no depender de nadie”



Hablemos de “Contra la épica”, que tiene esa estrofa sáfica que antes explicabas, y estos versos: “No seas esclava fervorosa / no seas amiga virtuosa / besarás la espina y no la rosa / no tienes miedo”.

Lo de “esclava fervorosa” es un homenaje a Reneé Vivien, una de las poetas sáficas del siglo XX, una poeta maldita de toda esa estirpe de mujeres de poesía oculta, esa genealogía que empieza con Safo y llega a nuestros días y es muy interesante. Se acaba de publicar un libro, “Después de Safo” (es obra de Selby Wynn Schwartz, salió originalmente en 2022 y aquí lo publicó Alianza Editorial el pasado diciembre), que habla de todas ellas. La influencia de Safo es como la de Bob Dylan, perdura a través de los siglos y de las generaciones. Se recoge ese testigo y se entrega a otra. Es muy interesante.

Creo que esos versos encierran todo, sobre todo ese “no tienes miedo”.

Sí, esta canción sale de la experiencia de haber hecho la obra con todas estas chicas de treinta y poco años, hay una potencia increíble en esa generación. Y tenía claro que si estábamos hablando de Safo de Lesbos tenía que haber una canción muy bollera, que sonara en el Orgullo y que hablara de sexo lésbico. Para mí es esta. Las canciones que hay… ponte “Mujer contra mujer”, la visión de un hombre sobre dos mujeres frágiles… eso ha cambiado mucho, ¿sabes? Aunque en su momento tuvo valor José María (se refiere a José María Cano, de Mecano, compositor del tema) en hacer esa canción, ahora mismo la bandera lésbica es una bandera combativa y quería que la canción estuviera ahí, pero que tuviera un poco de festivo, un poco de sentido del humor. Que tuviera… no me sale la palabra… que tenía que ser lúdica.

Safo fue una pionera. Tú, que llevas muchos años en este oficio, ¿también te sientes así?

Desgraciadamente, sí. Y digo desgraciadamente porque últimamente me ha pasado que un director en Chile ha hecho un documental sobre “Que me parta un rayo”. Creo que se va a llamar “Después del rayo” y habla del impacto que tuvo el disco en Chile. También hubo una investigadora en la universidad de Turku, en Finlandia, que hizo una tesis sobre mi carrera. Y lo terrorífico es que yo soy una excepción, igual que Safo lo fue, igual que Virginia Woolf fue una excepción o que Patti Smith lo fue. Somos excepciones y estoy segura de que en mi generación hubo montones de mujeres con tanto o más talento que el mío, pero no tuvieron la oportunidad de tener una carrera larga y sobre todo un cuerpo de trabajo que abarcase décadas, cosa que tienen muchísimos tíos, que es lo normal. Sin embargo, ¿cuántas mujeres hay que empezaran a hacer música con veintipocos y hayan atravesado los 50 –yo estoy a punto de cumplir 60– sin dejar de hacer esto, teniendo hijos por el camino y sin abandonar? Es muy triste que esté sola ahí, es muy triste, no estoy orgullosa, me gustaría que fuera algo general. Yo he podido hacerlo porque tenía unas circunstancias muy favorables, de las que habla Virginia Woolf en su ensayo “Una habitación propia”, que son un cuarto propio y una renta personal. Yo no dependía económicamente de nadie, tuve la suerte de ganar mucho dinero al principio de mi carrera, y luego, debido a una tragedia familiar, heredé y asumí más riesgos. Lo aposté todo a la música. Tuve la beca Rosenvinge, así la llamo yo, y eso me permitió no depender de nadie. Y eso me ha permitido una libertad artística en la que he podido hacer muchas chuladas: decirle que no al mainstream, hacer las cosas a mi manera, irme a Nueva York cuando tenía un niño pequeño… Cosas que son un privilegio. Pero nos hemos perdido mucha música maravillosa hecha por mujeres. ∎

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