Después de un año cargándose de premios por festivales de todo el mundo, incluidos el In-Edit Beefeater y el Dock Of The Bay, hasta alcanzar una nominación al Óscar (y ganarlo),
“Searching For Sugar Man” (2012; en España, 2013) ya ha demostrado que trasciende el concepto de documental musical para convertirse en una apasionante pesquisa emocional y vital. La desinformación, la inopia, es el mejor estado para disfrutar de una película que desde los planos iniciales entre calles oscuras y misteriosas, y cuando suena “Sugar Man” a pleno sol, coloca al espectador en estado de intriga: ¿qué canción es esta preciosidad?, ¿cómo es posible que no la conociera antes?, ¿quién es su autor?
La rocambolesca historia que se va derivando al intentar responder a lo que constituyen solo las cuestiones iniciales, más que cerrar dudas, multiplica el pasmo: como en un apasionante thriller, gracias a la inteligentísima dosificación de la información, se descubre la personalidad olvidada de un músico estadounidense con un nombre tan anónimo como
Rodriguez, quien, como tantos otros de los años sesenta y setenta, hizo dos discos,
“Cold Fact” (1970) y “Coming From Reality” (1971), y cayó en el olvido; en todas las partes del mundo menos en una. Y la revelación es múltiple: no solo se trata de contar una historia tan real como increíble, sino de rescatar un talento muy considerable que igual que otros (pienso en Jackson C. Frank y su también retorcida historia vital) se quedaron sin poder desplegar sus evidentes capacidades.
También, de crear emociones: algo tan sencillo como el relato verbal de la primera vez que uno de los buscadores escuchó la voz de Sixto Rodriguez al otro lado del teléfono alcanza un clímax inigualable gracias a la ordenación previa por parte del sueco
Malik Bendjelloul de todos los materiales de la narración y de las pruebas conseguidas. Como un fantasma felizmente vivo, Rodriguez continúa ahora en la realidad el relato de este documental que parece ficción. ∎