Por Quim Casas→
04. 10. 2024
Los experimentos conceptuales en el digamos cine comercial acostumbran a ser examinados de manera más rigurosa que cuando se trata del cine independiente, el de autor o el directamente experimental. Todo se mira con una estricta lupa y no se pasa una, quizá porque una película como “Joker. Folie à deux” (2024; se estrena hoy) ha costado una millonada y para algunos puede ser hasta indecente que con tanto dinero en juego se salga de la zona de confort del cine destinado a reventar las taquillas en unos tiempos en que pocas películas –fenómeno barbenheimer del año pasado al margen– lo consiguen.
Con esto no quiero decir que la segunda intromisión del director Todd Phillips y el actor Joaquin Phoenix en los dominios del Joker de DC Comics –desligada, como en el primer filme “Joker” (2019), de toda relación con el universo batmaniano para el que fue creado como némesis del hombre murciélago– sea una obra excelente, siquiera un buen filme en términos ortodoxos. Pero propone cosas interesantes para ser tenido en cuenta. Para empezar, que maneje géneros y tonos de lo más diverso con más criterio que autores mayores aficionados a la hibridación. Para acabar, que sea un musical cantado, no coreografiado, cuya acción acontece en dos únicos escenarios: una cárcel de máxima seguridad, el Arkham Asylum de Gotham, y la sala de un tribunal donde se decide si Arthur Fleck, el hombre tras el que se esconde el Joker sin personalidad escindida, es culpable de los asesinatos que todo el mundo le ha visto cometer.
Resulta curioso que en tiempos quejosos para el cine musical clásico, un thriller psicológico + drama moral como el presente, o la distópica “The End” de Joshua Oppenheimer, realizada también este año, se recubra de la pátina del musical cantado para hacer más sofisticado, digerible –quizá comercial– y rupturista su envoltorio. En todo caso, Phillips no se ha acomodado a lo logrado en la primera película, que obtuvo además todos los beneplácitos posibles, León de Oro en Venecia y éxito comercial. Por el contrario, ha puesto tierra de por medio a través de la estructura musical e incluso una mayor ambigüedad a la hora de enfrentarse a este villano de Gotham cuyo rostro fue inspirado por la versión cinematográfica de “El hombre que ríe” de Victor Hugo, realizada por Paul Leni en 1928.
La locura de dos que anuncia el título en francés de la película atañe a la historia de amor entre Joker y la Harley Quinn interpretada por Lady Gaga, una excusa igual de buena como cualquier otra para que siga haciendo carrera cinematográfica y para que interprete a lo largo del filme una serie de temas del american songbook que ya han dado pie a un disco propio, “Harlequin” (2024), complemento de los dos álbumes oficiales de la película: el que contiene la música incidental compuesta por Hildur Guðnadóttir, “Joker. Folie à deux”, el score original de la película, y el elaborado con los temas que cantan en solitario o a dúo Lady Gaga y Phoenix en la película, “Joker. Folie à deux. Music From The Motion Picture”.
Porque Phillips ha construido su película según las pautas más reconocibles del género musical, aquellas en las que los personajes expresan sus sentimientos más profundos cantando, nunca conversando. Algunos de los temas de swing, musical de Broadway, big band, chanson y estándares escogidos son “Get Happy” de Harold Arlen y Ted Koehler –una de las gemas en la carrera de Judy Garland, que la interpretó en la película “Summer Stock” (Charles Walters, 1950), y que en el filme del Joker cantan los dos protagonistas en versión distinta a la interpretada en solitario por ella en “Harlequin”–; “What The World Needs Now Is Love”, de Burt Bacharach y Hal David; “That’s Life”, de Dean Kay y Kelly Gordon, popularizada por Frank Sinatra; “Good Morning”, de Arthur Freed y Nacio Herb Brown, interpretada en varios musicales de la Metro, entre ellos “Cantando bajo la lluvia” (Stanley Donen y Gene Kelly, 1952); así como una estremecedora “Ne me quitte pas”, de Jacques Brel, filtrada por la versión en inglés de Scott Walker (“If You Go Away”), que Phoenix/Joker canta al teléfono en un intento vano de recuperar a Harley Quinn.
Estremecedora, cierto, porque la película juega con todos los matices que se quiera y no le da la gana de presentar al Joker solo como un demente psicópata y homicida, una figura esquizoide, un histriónico –como el Jack Nicholson de “Batman” (Tim Burton, 1989)–, un agente del caos –el personaje en versión de Heath Ledger en “El caballero oscuro” (Christopher Nolan, 2008)– o un trasnochado héroe romántico. Este Joker compulsivo e hiperrealista puede llorar mientras entona una canción triste de Brel sabiendo que ha perdido a su amada para siempre. En él anida el mal, pero Phillips –que en sus comedias bárbaras nunca se ha andado con minucias en cuanto a lo políticamente correcto: “Road Trip (Viaje de pirados)” (2000), “Starsky & Hutch. La película” (2004), “Resacón en Las Vegas” (2009), “Salidos de cuentas” (2010), “Juego de armas” (2916)– le ofrece todas las posibilidades en el relato, sin juicios morales, tampoco redenciones.
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