En la contraportada de “Far Leys” (2014), Rodrigo Fresán escribe que es una novela que suena muy bien. Y del primer y anterior libro de Miguel Ángel Oeste, “Bobby Logan” (2011), Ignacio Martínez de Pisón dijo que era una fábula pop sobre el fin de la juventud.
Nos movemos, pues, en los parámetros de un narrador que participa de las señas de identidad de la cultura musical de nuestro tiempo o de un pretérito que aún nos embarga. Porque Oeste habla en “Far Leys” de Nick Drake, de su presencia y su ausencia, del legado del misterio y de la melancolía que nos dejó el autor de “Pink Moon” (1972).
Fallecido en 1974, a los 26 años, Drake es en “Far Leys” inicio, itinerario y conclusión, un personaje, una remembranza, una invocación, casi un sistema de valores para contemplar algunos aspectos de los años sesenta y setenta del pasado siglo. Por ello encabeza Oeste su texto con una cita de James Ellroy, el gran conocedor de las almas perdidas, que también habría podido firmar otro autor de novela negra, el John Connolly de la serie del detective Charlie Parker: “Los muertos pertenecen a los vivos que más obsesivamente los reclaman”.
La historia empieza con esta frase: “Viví oculta tras la sombra de otra persona”. Y la narradora también nos dice que Drake no es un muerto como los demás. Hay en la novela una trama (el actor que quiere hacer una película sobre él), pero lo que importa es cómo la sombra y el recuerdo de este Drake de ficción crean un estado de ánimo concreto que afecta a varios personajes, a varias voces, con un estilo que es antes una fantasmagoría que la evocación de un bello icono del rock. ∎
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