La nueva portada de “Swordfishtrombones” (1983), de Tom Waits, según la imaginación de Javier Olivares.
La nueva portada de “Swordfishtrombones” (1983), de Tom Waits, según la imaginación de Javier Olivares.

Fan Art

Tom Waits por Javier Olivares

En la sección Fan Art proponemos a dibujantes que elijan uno de sus discos favoritos para reinterpretar su portada. En esta ocasión, Javier Olivares ha querido rendir tributo al impacto que le causó “Swordfishtrombones” (1983), de Tom Waits.

05. 05. 2023

 Javier Olivares, Premio Nacional del Cómic en 2015 por “Las Meninas”.
Javier Olivares, Premio Nacional del Cómic en 2015 por “Las Meninas”.

El ilustrador e historietista madrileño Javier Olivares (1964) inició su trayectoria a mediados de los ochenta publicando en diversos fanzines. En 1985 debutaba en la revista de cómic experimental ‘Madriz’ y tres años después en su heredera espiritual, ‘Medios revueltos’. Importantes revistas de cómic de los años noventa y dos mil –como ‘Nosotros somos los muertos’, ‘Idiota y diminuto’, ‘El manglar’ o ‘TOS’– también contaron con sus colaboraciones gráficas. Olivares ha combinado su trabajo en el cómic con una amplia y brillante trayectoria como ilustrador editorial para medios como ‘El Mundo’, ‘El País’, ‘Público’, ‘El Economista’ o ‘The Boston Globe’. También ha ilustrado numerosos libros infantiles o para adultos.

Entre sus cómics hay que destacar “La caja negra” (Glénat, 2001), “Cuentos de la estrella legumbre” (Media Vaca, 2005), “Astro el valiente explorador” (Factoría K de Libros, 2005) y “Las crónicas de Ono y Hop” (Dibbuks, 2007), todos en solitario. Junto al guionista madrileño Santiago García ha publicado “El extraño caso del Doctor Jekyll y Míster Hyde” (SM, 2009; reeditado por Astiberri en 2022), “Las meninas” (Astiberri, 2014; Mejor obra nacional en los premios Ficomic de 2015 y Premio Nacional del Cómic en 2015), “La cólera” (Astiberri, 2020; premio Zona Cómic-CEGAL a Mejor obra nacional de 2020 y mejor cómic del año en Rockdelux, entre otros galardones) y “La guerra de los mundos” (Astiberri, 2022). Con el escritor tarraconense Jorge Carrión ha realizado la novela gráfica “Warburg & Beach” (Salamandra Graphic, 2021); previamente había ilustrado el librito de Carrión “Shakespeare & Cervantes” (Nórdica, 2018).

Javier Olivares también ha colaborado con el fallecido escritor Fernando Marías (1958-2022) ilustrando sus libros “El silencio se mueve” (SM, 2010) y “Prisioneros de Zenda” (SM, 2012), además de otro libro que Astiberri publicará este mismo mes, “El enigma Pertierra”. Entre sus trabajos de la última década hay que destacar asimismo sus ilustraciones para nuevas ediciones de clásicos como “El perro de los Baskerville”, de Arthur Conan Doyle (Nórdica, 2011); “Cuentos de Navidad”, de Charles Dickens (Mondadori, 2012); “Luces de bohemia”, de Valle-Inclán (Anaya, 2017); o “Drácula”, de Bram Stoker (Anaya, 2017). Por último, su trabajo como docente es igualmente notorio, con talleres impartidos en España y en Latinoamérica y como profesor titular en la madrileña Escuela Minúscula de Ilustración.

Cuando desde Rockdelux le propusimos elegir un disco para reinventar su portada, Javier Olivares, siempre reflexivo, lo meditó unos días. Eligió “Swordfishtrombones” (1983), de Tom Waits, en cuya cubierta original figuraba una fotografía coloreada de Michael A. Russ en la que posaban el propio Waits junto a los actores Angelo Rossitto (“Freaks”) y Lee Kolima (“Superagente 86”).

“Aquí empezó a incorporar otros sonidos, otras ideas musicales y abrazó sin miedo la heterodoxia”, apunta.
“Aquí empezó a incorporar otros sonidos, otras ideas musicales y abrazó sin miedo la heterodoxia”, apunta.

¿Por qué Tom Waits?

Tom Waits es uno de esos músicos que descubrí cuando era más joven y ya me ha acompañado para siempre. Para mí, su propuesta musical no envejece, sino que se transforma cada vez que la escuchas y se adapta a tu momento vital concreto. Lo descubrí en los años ochenta, seguramente a través de alguna película de Jim Jarmusch, con el que colaboró como actor y como músico. La secuencia en “Down By Law” (1986) con el trávelin por Nueva Orleans mientras suena “Jockey Full Of Bourbon”, de su álbum “Rain Dogs” (1985), la tengo metida en mi cerebro para siempre. He seguido su carrera desde entonces, he visto alguna de sus colaboraciones con Bob Wilson e incluso tuve la suerte de verlo en directo hace algunos años, en un concierto en Barcelona.

¿Te sientes identificado con su propuesta artística?

De alguna manera, sí. No es algo que haya pensado detenidamente, pero está claro que me siento muy cerca de su trayecto musical. Tuvo unos inicios más convencionales, como crooner de aires jazzísticos. Por supuesto, con una forma muy personal de cantar y de escribir, mezclando a Sinatra con Howlin’ Wolf o a Dr. John con Chuck E. Weiss. Y después fue derivando hacia el sonido más arenoso y personal, aquí ya acercándose a Kurt Weill, a la música latina, a la rumba o al rock más alternativo. Siempre me he sentido atraído por esta clase de gente, que aúna la tradición con la exploración personal del territorio. Además, Waits tiene una fuerte querencia por el teatro y lo teatral, no solo como espacio para la colaboración, sino sobre todo como un medio del que aprender.

¿Por qué este disco en concreto?

Probablemente porque “Swordfishtrombones” fue el primer disco que tuve de él, si no recuerdo mal. Pero además porque ese disco, y el propio Waits, aparecieron en mi vida en el momento adecuado. Yo estaba por entonces empezando a publicar en la revista ‘Madriz’, venía de la escuela más tradicional del cómic y mis intereses hasta ese momento estaban orientados a las historietas de género, a la ciencia ficción o a la fantasía y mi meta eran los lugares como Francia, en los que la industria podía proporcionar una realidad profesional decente.

Y todo cambió para mí con ‘Madriz’. Empecé a explorar otras gráficas, otros temas más personales y todo ese momento de cambio supuso también para mí un momento de curiosidad por otros medios que hasta ese momento no tenía. Me sumergí mucho más en el cine, en el teatro, leía poesía o iba a exposiciones… Todo un rito de paso, como ves.

De repente empecé a absorber todo lo que otras disciplinas me ofrecían y ese disco de Waits encajó como un guante en aquel período. De hecho, para él también fue un disco de cambio, ya que fue el primero en el que empezó a incorporar otros sonidos, otras ideas musicales y abrazó sin miedo la heterodoxia de sus influencias. Para mí fue una actitud muy inspiradora.

“Tom Waits es uno de esos músicos que descubrí cuando era más joven y ya me ha acompañado para siempre. Para mí, su propuesta musical no envejece sino que se transforma cada vez que la escuchas y se adapta a tu momento vital concreto”

¿Hay algo que no te convencía en la portada original de “Swordfishtrombones”?

No, para nada. ¡De hecho es una de las portadas de disco que más me gustan! Además del contenido musical, la foto de la portada me volvió loco en su momento. Ahí estaba el cabaret de Berlín en los años treinta, mezclado con el aroma teatral, la América underground, Fellini o Bob Fosse. Muchas de las cosas que me gustan. Y el nombre del disco también es toda una declaración de intenciones, como si Waits dijera “he escrito esta palabra para definir lo que hemos hecho en este disco”. Lo cierto es que cogí un poco el encargo más por la irresistible tentación de hacer una portada de Tom Waits que por intentar mejorarla, que para mí es casi imposible.

Explícanos tu propuesta alternativa de portada.

Estuve tanteando varias opciones, antes de decidirme por la que finalmente he hecho. Quería darle un aire industrial. Hay algo en Waits que me lleva hacia la metalurgia. Las chimeneas, los instrumentos mixtos, que son un poco como su música. Lo primero que diseñé fue el rótulo del nombre del disco. “Swordfishtrombones” a primera vista es una palabra pero que está formada, intencionadamente, por una mezcla de varias. Y ahí encontré la idea de señalarlas, sin separarlas. Así que las definí con un pequeño diseño que emerge de cada una de ellas. Y ese rótulo-objeto me dio la idea del hombre orquesta, con pinta de vagabundo, que carga con un instrumento conceptual imposible, que para mí explica muchos de los elementos que definen su música. El piano, las bocinas, el ritmo metálico e industrial, el collage de sonido, lo afilado de su voz o los megáfonos, como elemento a la vez de distorsión y de arenga.

Has publicado mucha ilustración editorial en prensa desde hace décadas. Me gustaría saber, brevemente, cómo concibes la relación ilustración-cómic, en cuanto a diferencias y semejanzas.

Siempre he simultaneado ambos medios, sin embargo, al principio de mi carrera solo comprendía las diferencias entre los dos medios, pero no era capaz de ver las similitudes. Básicamente son dos medios narrativos, esto lo entendí mucho después, cada uno de ellos con sus características particulares que los hacen fascinantes. Ahora mismo trato de combinar en mi trabajo de ilustración la intención narrativa con la exploración gráfica. Me parece un medio en el que puedes arriesgarte y experimentar plásticamente, porque tiene una estructura que lo admite mejor. Sin embargo, en mi trabajo como historietista estoy más interesado en un dibujo más caligráfico, más atento a la estructura, en el juego con los engranajes y con las posibilidades simbólicas del medio.

“Ahora mismo trato de combinar en mi trabajo de ilustración la intención narrativa con la exploración gráfica. Me parece un medio en el que puedes arriesgarte y experimentar plásticamente, porque tiene una estructura que lo admite mejor”

De la small press a la novela gráfica... Tus comienzos en los ochenta fueron básicamente en el fanzine y en revistas de cómic experimental, como ‘Madriz’o ‘Medios revueltos’; luego, en los noventa y primeros dos mil, en la autoedición o en libros de tirada pequeña, a veces casi artesanal.

Yo llegué a la historieta en los ochenta, pero cuando empecé a encontrar un lenguaje más personal fue en los años noventa. Y en ese momento buena parte de la industria, las revistas, las posibilidades, todo eso desapareció bajo nuestros pies. Y nos dedicamos a la colaboración gratuita en cualquier cabecera que nos dejara, a la autoedición y al exilio a los campos más fértiles de la ilustración. Yo seguí haciendo historietas, pero ya había decidido que la ilustración iba a ser mi vivienda profesional y la historieta mi jardín particular.

¿Cómo recuerdas en retrospectiva tu cambio desde aquel mundo de los ochenta y noventa hacia la era de la novela gráfica en España, entre finales de los dos mil y hoy?

Para mí “Las Meninas” cambiaron todo eso. La novela gráfica, como formato, estaba ya empezando a afianzarse cuando la publicamos, y llegamos en un buen momento. Aquel libro me ha permitido hacer otros con Santiago García y luego con Jorge Carrión, llegar a públicos más amplios y volver de alguna manera al mundo del cómic, sin renunciar a mis propuestas.

El pop siempre ha jugado un papel importante en tu trabajo como dibujante. Hay también un gusto por modos del pasado, del siglo XIX y de las vanguardias históricas del siglo XX. Así podría resumir los tres pilares del arte de Javier Olivares.

Sí, es bastante buen resumen, al menos de tres de los pilares. Creo que hay muchos más, que igual no son tan “de carga” pero que también sostienen el andamiaje. El teatro, por ejemplo, como lenguaje similar a nivel de concepto y de percepción y del que he tomado la representación del espacio. O la animación, que me inspira muchas veces el cromatismo narrativo. La influencia de la cultura pop siempre ha estado ahí, sí, y nunca me ha gustado ocultarlo, me encanta cuando transpira y se cuela en mi trabajo. Nací en los años sesenta y claramente soy un hijo de esa época. Y como una de las columnas más importantes yo añadiría el humor, que parece que no sostiene mucho porque es fina de grosor, pero está colocada en el lugar de la estructura que soporta más peso.

“El Premio Nacional, junto con la novela gráfica como formato temático, han cambiado en nuestra sociedad la percepción que se tenía del cómic. Al menos ahora los historietistas hemos dejado de defender las posibilidades del medio para centrarnos en hablar de nuestras obras”

Supongo que hay un antes y un después de ganar el Premio Nacional del Cómic por “Las Meninas”, junto con Santiago García.

Sí, claro. El Premio Nacional, junto con la novela gráfica como formato temático, han cambiado en nuestra sociedad la percepción que se tenía del cómic. Al menos ahora los historietistas hemos dejado de defender las posibilidades del medio para centrarnos en hablar de nuestras obras. De momento esto no ha consolidado en nuestro país una industria que permita al historietista un sólido ejercicio profesional, pero se ha avanzado bastante. Y para nosotros en concreto supuso llegar a un público más amplio, salir de la burbuja del cómic y empezar a poder realizar libros más ambiciosos.

Veo bastante relación conceptual, narrativa y visual entre “La cólera” (2020) y “La guerra de los mundos” (2022), ambas en colaboración con Santiago García, casi como las dos caras de una misma moneda. La descompresión narrativa de la primera frente a la compresión narrativa de la segunda. Incluso en los temas hay puntos en común: la guerra y los relatos que se construyen para justificarla. Cambian los protagonistas, eso sí: de los guerreros en la primera a las víctimas civiles de la guerra en la segunda.

Sí, pero no ha sido intencionado, al menos no como plan de trabajo. Lo que pasa es que Santiago sí que está muy interesado –no solo en las obras que hace conmigo– en explorar nuestra sociedad y hablar de las cosas que nos preocupan e importan a través de nuestras tramas. Y si en “La cólera” hablábamos de la guerra, de los conflictos violentos, como la manera en la que nos hemos relacionado desde hace siglos, en “La guerra de los mundos” ponemos el foco en cómo esos conflictos afectan tanto a quienes los provocan como a quienes los sufren. Efectivamente, en “La cólera” nos tomamos el tiempo necesario para desarrollar la historia. La narrativa es panorámica, más compleja y se dobla sobre sí misma, porque de eso es de lo que estamos hablando, de cómo la violencia chorrea y se derrama desde el principio de los tiempos y va calando de una época a otra, empapándonos. En “La guerra de los mundos”, sin embargo, decidimos volver al formato álbum más tradicional, pero ya como elección personal. Eso, además de permitirnos hacer un libro con un objetivo más urgente en menos tiempo, nos obligó a la síntesis, a ir al grano. Y creo que funciona muy bien, porque desbrozamos la idea de lo accesorio, centramos la mirada en lo que más nos importaba y pudimos deletrear mejor nuestra historia.

Me gustaría preguntarte por tu interés por temas sobre Historia del Arte. Los has tocado en bastantes ocasiones con Santiago García, pero también con Jorge Carrión en “Warburg & Beach”, una novela gráfica en formato acordeón.

A mí siempre me ha gustado la historia del arte, la estudié brevemente de joven en la Escuela10 y después amplié ese conocimiento leyendo cosas sobre mis artistas preferidos. La serie que Santiago y yo estamos haciendo sobre este tema comenzó cuando él estaba estudiando precisamente la carrera de Historia del Arte en la Universidad Autónoma de Madrid y un día me preguntó si quería dibujar una pequeña historieta sobre el art brut, para un trabajo que tenía que entregar. Y eso fue el principio de todo. Desde entonces hemos iniciado este proyecto, que corre paralelo a nuestros otros libros y novelas gráficas. Cuando tengamos material suficiente, imagino que lo recopilaremos y sacaremos un libro. Con Jorge me ocurre un poco lo mismo, hemos colaborado ya en un par de proyectos que tienen como tema o foco este mundo que a los dos nos interesa mucho. Nos gusta hablar de las relaciones y energías que se producen entre artistas y mecenas, intelectuales, libreras y escritores o editores y escritoras. Y de todo eso hablamos en nuestro libro “Warburg & Beach”. En los dos casos se trata de estimulantes colaboraciones entre amigos con los que comparto muchas cosas, además de nuestro interés por el arte y sus circunstancias.

“Durante mucho tiempo –¡los terribles noventa!– estuve bastante desaparecido como autor de cómics, pero es cierto que desde hace unos años, a raíz sobre todo de ‘Las Meninas’, he vuelto un poco a la palestra de la actualidad”

¿Cuáles son tus proyectos actuales?

Actualmente estoy metido en varias cosas, un poco como siempre. Por un lado, Jorge Carrión y yo estamos trabajando en otra nueva novela gráfica que, precisamente, también toca un tema que tiene que ver con la cultura. Y Santiago y yo tenemos una idea que nos gustaría desarrollar, y que podría ser nuestra nueva colaboración en un futuro cercano. Además, se acaba de enviar a imprenta el libro “El enigma Pertierra”, que recopila todo el material que desarrollamos durante años Fernando Marías y yo sobre este ilustrador fantasmal. Como ahora Fernando ya no está, te imaginarás qué especial y emotivo es este proyecto para mí. Y, por lo demás, sigo enredado en dos proyectos de libros, con las editoriales Nórdica y Media Vaca, haciendo ilustraciones de prensa, carteles, y sigo con mis clases en la Escuela Minúscula de Ilustración, en la que soy profesor desde hace años. Como ves, aburrirme no me aburro…

¿Dónde te ves en el panorama del cómic actual?

¡Por edad, me temo que entre los pioneros de los ochenta! Pero lo cierto es que no lo sé, porque aunque tengo una carrera larga es también muy irregular. Y durante mucho tiempo –¡los terribles noventa!– estuve bastante desaparecido como autor de cómics, pero es cierto que desde hace unos años, a raíz sobre todo de “Las Meninas”, he vuelto un poco a la palestra de la actualidad.

Cita, según tu criterio, tres obras maestras del cómic y de la música que creas que perdurarán en el tiempo.

Elegir solamente tres obras de cada medio me parece un ejercicio del que es imposible salir airoso. Además, mis dotes adivinatorias son tan poco fiables como mis intentos con las caricaturas. Así que me lo tomaré de forma personal e intransferible. De cómic, elijo “El garaje hermético” (1976-1979) de Moebius, “Todo bajo el sol” (2021) de Ana Penyas y “¡García!” (2015-) de Santiago García y Luis Bustos.

¿Y de la música?

“The Rise And Fall Of Ziggy Stardust And The Spiders From Mars” (1972) de David Bowie, “Ladies Of The Canyon” (1970) de Joni Mitchel y “OK Computer” (1997) de Radiohead. ∎

 “La idea del hombre orquesta, con pinta de vagabundo, que carga con un instrumento conceptual imposible, que para mí explica muchos de los elementos que definen su música”, resume Olivares.
“La idea del hombre orquesta, con pinta de vagabundo, que carga con un instrumento conceptual imposible, que para mí explica muchos de los elementos que definen su música”, resume Olivares.

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