Es tendencia habitual, sobre todo en los seguidores de artistas de trayectoria longeva y consagrada pero venida creativamente a menos, ilusionarse con el disco de la recuperación. Es algo comprensible, profundamente humano, cuando ese artista ha sido parte importante de tu vida y necesitas creer que aún puede reverdecer sus antiguos laureles. Cuando se acerca un poco a ello, lo celebras, te conformas y lo sobrevaloras un poco diciendo “es su mejor disco desde.... (título del último trabajo suyo que te gustó)”. El factor sentimental se impone a la objetividad a la hora de valorar, finalmente, un álbum cuyos mejores momentos no mejoran, solamente se acercan, a cosas que el artista hizo mejor en el pasado.

“Memento Mori”, el decimoquinto álbum de Depeche Mode, no está tan bien ni está tan mal. El single de adelanto, “Ghosts Again”, puso los dientes muy largos con su desborde de fragilidad y su mirada a la entropía envuelta en una melodía contagiosa y gentil –uno de los mejores temas de toda su carrera, me atrevo a decir–, pero el resto del contenido no brilla a esa altura. En toda su narrativa, claro, subyace el recuerdo a Andy Fletcher, fallecido en 2022, aunque el disco se inició en pandemia y acaba asumiendo con tanta fuerza la inmediatez de la muerte como mostrando el agradecimiento a lo vivido, incluso a la supervivencia. Eso se puede notar en el modo de cantar de Dave Gahan, con un sosiego y una gravedad cálida adquiridos por la experiencia y el paso del tiempo.

Y esa idea también se puede aplicar al clima general de las canciones. No hay hits ni estribillos, solo medios tiempos que, como en el caso de “Wagging Tongue”, ponen el espejo retrovisor mirando hacia el influjo kraftwerkiano de los comienzos de la banda en Basildon, o, como en el de “My Favourite Stranger”, hacia un sonido industrial rugoso pero, al mismo tiempo, acogedor. Más inédita en ellos es su invocación a la torch song orquestal, onda Scott Walker, de “Don’t Say You Love Me”. Consiguen un buen equilibrio entre la frialdad y la emoción, entre el drama y la asunción de las reglas de la vida, mirando de cerca al final con más naturalidad que miedo, como canta Martin Gore en “Soul With Me” (su momento “Somebody” de este álbum).

Hay que valorar el eficaz trabajo en la producción de James Ford y la italiana Marta Salogni, que es el fichaje estelar de este álbum junto a otro que nadie esperaba: Richard Butler, compañero de quinta en The Psychedelic Furs, coescribe cuatro de los doce temas junto a Gore (Gahan, por su parte, interviene en la letra de “Wagging Tongue” y escribe las de “Before We Drown” y “Speak To Me”). Los textos son lo que más flojea del disco, un tanto insustanciales y perezosos a la hora de encadenar símiles e imágenes que no están a la altura de las ideas que se supone que quieren transmitir, y que acaban por dejar a este “Memento Mori” en un lugar indefinido. Es, sí, el mejor álbum de Depeche Mode desde “Ultra” (1997), lo que tampoco supone tanto mérito si se tiene en cuenta lo olvidables que fueron sus cinco largos posteriores. Pero, en contraposición a otros compañeros de generación (véase los espantosos U2 actuales), es, al menos, un trabajo digno que, en caso de que se confirme el rumor de que este podría ser su despedida, les permitirá salir de este mundo con la cabeza alta. ∎