Ocurre en ocasiones, por no decir casi siempre, que un pequeño chispazo, un fogonazo en apariencia intrascendente, se convierte en motor de cambio y detonador de reacciones en cadena. A Jason Lytle, por ejemplo, le bastó con escuchar en la radio de su coche “Tennessee Waltz”, un viejo éxito country de Patti Page, para saber exactamente cómo sonaría el nuevo disco de Grandaddy. O, mejor dicho, cómo no debía sonar. Nada de sintetizadores parlantes ni distorsión mellada. Ni rastro de las chucherías pop de “Sumday” (2003) ni de toda la cacharrería indie-prog que se apilaba y amontonaba en “The Sophtware Slump” (2000), el disco que les trajo la fama y convirtió a los de Modesto en, glups, los Radiohead yanquis.
A años luz de todo aquello, Lytle exhibe ahora su cara más reposada y otoñal. Solo medios tiempos, baladas expansivas y el pedal steel dibujando el punto de fuga en el horizonte. A “East Yosemite”, por ejemplo, le basta con eso y un piano para tocar la fibra y ponerse a flotar. “Glad to rest where I can’t text / or accept any calls”, canta con su voz de querubín gaseoso mientras abona el desengaño tecnológico que le persigue desde hace más de dos décadas.
Acompañado únicamente por Max Hart, el californiano ha buscado inspiración en las raíces del country y el folk y lo que ha encontrado es una docena de canciones melancólicas y nostálgicas; composiciones que se mueven a ritmo de vals y con las que explora las mismas emociones de siempre de manera más sosegada. La edad, sí, pero también la vida. “Well, it’s a long and lonely road / But there’s a safe and loving glow / Beyond the curve where you once were”, canta en “Cabin In My Mind” para resumir el tono de un disco que, más que a Patti Page, suena como si The Delgados se hubiesen fusionado con los Flying Burrito Brothers.
Quien busque el burbujeo de “Now It’s On” o el traqueteo nervioso de “Brush With The Wild” seguramente saldrá de aquí algo decepcionado, pero lo que ofrece “Blu Wav” es aún más valioso: folk-rock desolado, melodías quebradizas y humor seco como el Kentucky de Chris Offutt. Arreglos cinemáticos como los de la explícita y tristísima “You’re Going To Be Find And I’m Going To Hell” y la soledad inmensa, oceánica, de “On A Train Or A Bus”. Así que no se fíen de quien les diga que esto es una obra menor, porque esto es, con sus baladas en demolición y el nudo en el estómago de “Nothin’ To Lose”, el tipo de disco que podría grabar Bon Iver si volviera a encerrarse en una cabaña de Wisconsin. ∎
Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.