Nos ha hecho esperar de lo lindo, pero, tras un lustro, por fin tenemos la continuación, reacción o respuesta, según se mire, con la que Le Parody ha pasado página a un trabajo que dejó tan buen sabor de boca en su momento como “Porvenir” (2019).

Más tribal y visual que nunca, todos estos años de espera, trabajo y experimentación han cuajado en un ramillete de paisajes musicales articulados en torno a una dualidad muy profunda entre lo viejo y lo nuevo. Siglos de encadenados y transfusiones musicales donde, en torno al corazón flamenco, cabe música industrial, encanto medieval, aires a Morricone, musique concrète rural, sonidos fronterizos e incluso muestras como “Nanas de Mayrit” y “Virtudes”, en las que asoman efluvios inspirativos de la deconstrucción del ritmo digital que Björk ha desarrollado en sus tres últimos LPs, pero también paralelismos como esos coros de sirena y la inclusión de vientos sobre el ultraorgánico armazón electrónico dispuesto en “Virtudes”. Uno donde la imaginación de la andaluza explota en un millar de texturas y microefectos que, incluso, podrían llegar a hacernos recordar los beats quirúrgicos ejecutados por Matmos, aunque traspasados a un arrebato de pasión emocional que quiebra de forma cinematográfica, tal que en artefactos tan poderosos como “PAISAJE II (blanca, negra, rota)”.

Voz y máquina: a través de esta sencilla ecuación emerge un crisol de canciones mutantes en las que palpita la poesía de Le Parody, quien prosigue con su intención de escapar de los lugares comunes que nos propone el post-folclore de hoy en día. No, aquí no hay poses ni coartadas populares seudointelectuales sin más. Por cada poro de estas once canciones, cosidas por los tres “PAISAJES” insertados a lo largo del camino, bulle un corazón inquieto, repleto de invenciones rítmicas que funden tradición y futurismo en una ecuación que borra los límites del tiempo de forma asilvestrada, hermosa y brutal.

En todo momento, el pulso de la inspiración fluye enérgico, sublime por momentos, en un tour de force a la hora de contrastar mundos distintos y hacer que los extremos se anuden en una voz única que son mil al mismo tiempo. Una torre de Babel de músicas, sonidos y metodología en la que siempre asoma la ansiedad por descubrir maridajes a contrapelo, excluyentes sobre el papel.

De la tremenda labor de investigación llevada a cabo, se dan las claves del libre albedrío metodológico nacido del canto popular heterodoxo. Una suerte de música exiliada de los cauces comunes que encuentran en la voz de Soledad Sánchez un ejemplo único de reforestación tras incendiar las reglas del folclore andaluz y haberlo transportado a un meridiano donde muerte y nacimiento se dan la mano en un acto que bien se podría entender como una forma post-punk, totalmente ajena a todo lo que pueda parecer a primera vista. ∎