La portada del nuevo disco del supergrupo colombiano Los Pirañas los muestra como si fuesen un solo cuerpo con tres cabezas. Y aunque la imagen no sea muy atractiva, sí que resulta convincente para explicar el grado de simbiosis al que han llegado estos tres músicos que son amigos desde que se conocieron en una escuela de Bogotá. Todos tienen una carrera que los ha llevado a convertirse en abanderados de la nueva música colombiana. El guitarrista Eblis Álvarez goza de fama internacional al frente de su grupo Meridian Brothers. El bajista Mario Galeano no le anda a la zaga con sus proyectos Frente Cumbiero y Ondatrópica. Y el menos conocido, el batería Pedro Ojeda, también es una celebridad en su país por estar el frente de Romperayo, un grupo que lleva el folclore tropical a un terreno futurista.
Es ya el quinto álbum del grupo, en una carrera que se inició en 2011 con la publicación de “Toma tu jabón Kapax”, un trabajo que vio la luz en nuestro país gracias a Vampisoul. Desde los inicios se han confabulado para pervertir, a su manera, la influencia determinante de géneros latinos como vallenato, porro, chicha peruana, raspa, champeta o bullerengue, junto a los sonidos africanos de rumba, soukous o highlife, así como la imprescindible cumbia en sus diferentes vertientes: rebajada, villera, sabanera…
Su nuevo trabajo para el sello alemán Glitterbeat, donde ya habían publicado el tercer álbum, “Historia natural” (2019), refleja su pericia improvisando en directo en el estudio en lo que deviene, tal como se indica en la hoja promocional, una masterclass de composición colectiva espontánea. Según explican, cada uno llegaba al estudio con alguna idea y durante la mañana las desarrollaban en jams para grabar cada tarde los temas, sin utilizar overdubs ni añadir nada; aunque Álvarez conecta su guitarra eléctrica a un portátil superponiendo bucles en tiempo real para crear arreglos más complejos. En una semana tuvieron listo el álbum, más enfocado a la pista de baile que a la experimentación, aunque tratándose de ellos esto va implícito.
Los ocho temas que ofrecen se inician con “El nuevo Prometeo”, donde ya muestran su amor por los riffs de la música africana y la deconstrucción repetitiva, en la que la guitarra suena en modo alienígena –por momentos parecen una versión latina congotrónica– arropada por un musculoso bajo y una percusión deslavazada. En “El aguazo de Javier Felipe” es la cumbia desmenuzada a lo Meridian Brothers la que domina, con protagonismo de incisivos y dislocados punteos y un desarrollo en el que la sección rítmica cabalga con trotona e insistente intensidad.
Las tonalidades de esta propuesta íntegramente instrumental derivan hacia los efectos narcóticos del dub en “Despectiva caridad”, en un tema que también es tropical y lisérgico. Su continuación, “Educados por Condorito (y Don Ramón)” –Condorito es junto a Mafalda el personaje más relevante de la historieta latinoamericana–, se vuelve histérica y compulsiva con un ritmo repetitivo que no da el mínimo respiro, en lo que podría considerarse como una andanada de punk tropical. Llegados a “Con mi burrito sabanero voy directo al matadero”, oímos a Eblis Álvarez dar rienda suelta a su pasión por el highlife. Y del tema más bailable pasamos a un “Pateando culos” que incita directamente al pogo y en el que la guitarra parece por momentos un sintetizador, de nuevo con los bpm muy revolucionados. En esas siguen en el repetitivo “Bájenle a la matrícula”, con unos indispensables silencios que sirven para tomar aire, ahora llevados por una guitarra que más parece marimba o steel drum. Para acabar, “Los pendencieros del Latin” baja el pedal del ritmo en un laidback más evocador, lleno de detallistas efectos de guitarra que vuelven a potenciar el tono experimental de una propuesta que está en la vanguardia de lo latino. ∎
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