El británico Oliver Coates (Londres, 1982) compone, produce, extrae sonidos del portátil y toca el violonchelo. La música comprimida en los cuarenta y un minutos que dura “Throb, Shiver, Arrow Of Time”, su quinto disco en solitario sin contar las bandas sonoras y los álbumes a medias con Mica Levi –“Remain Calm” (2016)– y otros compositores, es etérea, flotante y resonante, pero también intimidatoria; acuática y aérea, placentera pero con un punto arisco, como si todo estuviera aún por decir. Se recubre de una aparente calma y placidez, con reminiscencias de la música clásica y renacentista, y en tres temas se apoya en las aportaciones vocales femeninas de la compositora palestina Faten Kanaan, Chrysantemum Bear (habitual en los discos de Coates) y la francesa Malibu, ducha en ambient experimental y que aporta susurros en vigilia en un tema. Pero en cortes como “Make It Happen” no solo destaca su evidente vena cinematográfica –podría ser un fragmento alternativo para una nueva banda sonora de “Blade Runner” (Ridley Scott, 1982) en su enésimo director’s cut–, sino la capacidad para crear unos espacios sonoros mentales que descomponen la noción tradicional de música ambient y se aproximan al ideario de los Obscure Records de Brian Eno y compañía. Podría servir también para una instalación o una pieza teatral. El disco parte de recuerdos débiles y entremezclados, vivencias personales o por delegación, sensaciones que han experimentado otros y creemos que son nuestras, la mayoría materializadas en los tiempos de la pandemia, una experiencia en teoría olvidada, o superada, que vuelve en ciclos a la música, el cine o la literatura.
Aparecen en “Throb, Shiver, Arrow Of Time” momentos de plena pausa, caso de “90”, y los drones parasitarios de “Radiocello”, o la redimensión del instrumento. El violonchelo alcanza cotas álgidas y sorprendentes como, en el rock, jazz o vanguardia, han alcanzado también los fallecidos Arthur Russell y Tom Cora, Jane Scarpantoni, Erik Friedlander, Ernst Reijseger e Hildur Guðnadóttir, los dos últimos afianzados también en la música cinematográfica (dejó para otro día el subgénero metalero del chello rock o la Electric Light Orchestra). Un instrumento extraño, tan regio e impasible, a veces invasivo, discordante, teniendo que demostrar siempre que puede jugar un papel importante fuera del contexto preciso de la música de cámara y orquesta. Una geografía sonora por sí misma. Coates ha compuesto las bandas sonoras de “Aftersun” (Charlotte Wells, 2022), la película elevada un tanto exageradamente a los altares indie de hace un par de años; el thriller australiano “El extraño” (Thomas M. Wright, 2022); “Significant Other” (Dan Berk y Robert Olsen, 2022), un relato de terror con mochileros en un bosque, y el documental “Occupied City” (Steve McQueen, 2023), una mirada a la ciudad de Ámsterdam desde la ocupación nazi hasta el auge actual de la extrema derecha neerlandesa. Participó como músico en “Under The Skin” (Jonathan Glazer, 2013), con score compuesto por Mica Levi, y en “El hilo invisible” (Paul Thomas Anderson, 2017), tocando el violonchelo y aportando música adicional. Bagaje acelerado lo tiene, de sobras. Sus músicas para películas empiezan a mezclarse con las que compone fuera del ámbito cinematográfico. Una cosa parece llevar a la otra y hasta podríamos considerar algunas piezas de “Throb, Shiver, Arrow Of Time” como temas para una película inexistente que podía existir cruzada por la flecha del tiempo de Martin Amis. ∎
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