Dice
Polly Jean Harvey que nunca ha tenido una dirección clara a nivel musical y que para ella crear no tiene ningún sentido si no es para hacer algo nuevo y diferente del resto. Pues a fe que esta vez, con
“White Chalk” (2007), un álbum de estudio que llega tres años después de
“Uh Huh Her” (2004), lo ha conseguido: y no solo se diferencia de los demás, sino también de lo que había hecho hasta ahora, incluso tanto que, a veces, cuesta reconocerle la voz, con la que aquí explora registros y tesituras insólitas en ella y más acordes al carácter mucho más intimista y melódico del disco. Porque aquí no hay rastro alguno de rock y la guitarra ha cedido el protagonismo absoluto al piano, pero el resultado no podría estar más lejos de un previsible acercamiento al lado más reflexivo de un Nick Cave, uno de sus artistas de referencia: esto está mucho más cerca del pop, aunque por su desnudez parecen más bien cancioncillas infantiles o nanas que fluctúan entre el ensueño y la pesadilla, flotando en un lugar extraño que atrae por su dulzura y a la vez perturba por la oscuridad que se oculta tras su tenue luz, y que no estaría tan lejos del de Lisa Germano.
O sea, que al final, con distintos medios, llega al mismo lugar adonde nos ha llevado siempre –al confín entre lo bello y lo sublime–, aunque sus fans deberán cambiar el chip y dejarse de prejuicios para disfrutar de esta reinvención en toda regla. ∎